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Evo Morales frente a Dios

El Deber

Otra vez jaque a la democracia

La Razón

El Presidente y el periodismo



El Diario

Contradicción gubernamental

Los Tiempos

La democracia en su hora crucial

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Opinión

La más grande y mejor participación es la fe de todo el pueblo católico

La Patria

Nada puede cambiar la fe


El Nuevo Día

Evo Morales frente a Dios

La religión no fue inventada por los curas católicos y tampoco éstos fueron los primeros en hablar de la existencia de un ser supremo llamado Dios. Desde los tiempos más primitivos los seres humanos se han apegado a alguna forma de deidad, motivados por el miedo y por buscar explicaciones a las cosas que a simple vista parecen ininteligibles. Los incas tenían sus propios dioses y entre los aymaras, como se ha visto, abundan las manifestaciones religiosas en las que queda perfectamente claro el reconocimiento de una superioridad intangible.

El presidente Morales intentó el pasado lunes dejar claro que su apego a Jesucristo es por motivos ideológicos. Dijo que lo admira porque luchó por los pobres y se comparó con él. El problema es que al primer mandatario le salió casi por un impulso inconciente la señal de la cruz frente al cura que lo recibió en la Catedral de La Paz, hecho que confirma que entre él y Dios hay una ligazón (de “religión”) de la cual no se ha podido desprender, pese al fuerte adoctrinamiento marxista que ha recibido de sus asesores. El temor a Dios lo lleva muy dentro de su ser como sucede con muchos que a veces reniegan de la espiritualidad o que tratan de declararse ateos.

Evo Morales no es el primer líder en hacerle la guerra a la religión. Los políticos, sin distinción, siempre han querido erigirse como los mesías frente a la sociedad y a los más ambiciosos precisamente les incomoda la “competencia”. Los monarcas del período absolutista fueron muy inteligentes en ponerse en la misma línea de la divinidad para que los súbditos no tengan conflicto alguno en distinguir el poder político del poder divino, que supuestamente los había engendrado.

Fue Carlos Marx el que decidió tomar el toro por las astas y promovió el nacimiento de un régimen político absolutamente ateo. Decía que la religión es el opio del pueblo y combatió desde sus teorías políticas y económicas la existencia de un poder eclesiástico que le haga sombra al Partido Comunista, llamado a ser la respuesta espiritual y material a todas las necesidades del pueblo. No había nada más allá del Estado y el ciudadano no tenía por qué recurrrir a otra instancia suprema en busca de satisfacción. El régimen era el camino seguro hacia la felicidad.

Todos sabemos cómo terminaron esas teorías y sobre todo, conocemos que los únicos que alcanzaron la felicidad fueron los camaradas del partido y los demás, “a rezarle a los santos” para conseguir algo de comida. Cuba es hoy la viva representación de lo que estamos hablando.

Evo Morales es heredero de toda esa “chanfaina”. Pretende que los bolivianos lo declaren una especie de dios, capaz de solucionar todos los problemas del país. Busca un régimen perpetuo, absoluto y mesiánico. Esa pretensión es particularmente difícil en Bolivia, donde han sido los curas católicos los que han fundado pueblos en todo el territorio, han construido escuelas, caminos y hospitales, ante la ausencia casi absoluta del Estado. La Iglesia no sólo está presente en obras tangibles. Ella hace presente a un Dios bondadoso y solidario al que le temen y le adoran. Ponerse a esa altura es una carga demasiado pesada.

Al mesianismo de los políticos le incomoda la religión por el poder que representa y también le molesta Dios porque es más que ellos.

El Deber

Otra vez jaque a la democracia

Mientras a lo largo y ancho del país los bolivianos mayoritariamente católicos ingresaban ayer en un periodo de reflexión por la Semana Santa, en uno de los ambientes del Palacio Quemado, el presidente Evo Morales-que en cuestiones de la fe se maneja sin mucho cuidado y se deja rociar agua bendita- y los representantes de las organizaciones sociales que le son afines iniciaban una inopinada huelga de hambre. Lo hicieron bajo el argumento de que el Congreso de la República no había hecho lo suficiente para aprobar la ley de régimen electoral, necesaria para convocar las elecciones generales previstas para el 6 de diciembre próximo, según lo establecido en la nueva y controvertida Constitución Política del Estado. Unas elecciones en las que Morales pretende prolongar, de cualquier manera, con unas muy discutibles reglas de juego, con o sin contendor al frente, su permanencia en el poder; toda una obsesión que le tiene arrebatado el sueño desde hace rato.

Finalmente, después de una maratoniana y áspera actividad congresal, motivada por el tratamiento del complicado tema, se dio la aprobación en grande del discutido y polémico instrumento legal, sin que dejara de ensayarse al menos un débil cerco al edificio congresal para arrinconar e intimidar, como otras veces, de penosa evocación, a los parlamentarios opositores. Antes, quedó nomás en ‘parada de gallo viejo’ la amenaza de una renuncia colectiva de la mayoritaria bancada oficialista, como parte de la estrategia trazada.

Y a tiempo de entregarse al ayuno voluntario que de innecesario derivó en simple parodia, el jefe de Estado y sus acompañantes justificaron su decisión “ante el permanente bloqueo antipatriótico y antidemocrático” de la oposición y “por los peligros que acechan a Bolivia si no se respeta la voluntad popular”.

En definitiva, no son capaces de entender o no les asiste la voluntad de hacerlo, el jefe de Estado, su Gobierno y sus movimientos sociales, que no es únicamente el interés de sus opositores políticos que se traduce en la exigencia de reglas claras y parejas para que cualquier contienda electoral sea ecuánime y transparente. Ciegos y sordos, obstinadamente no reparan que es la ciudadanía consciente la que también se ha manifestado en el mismo sentido y que está dispuesta a evitar que en una nueva cita con las urnas le vuelvan a meter los dedos a la boca con un padrón electoral contaminado y nada confiable, como ocurrió en anteriores consultas populares.

Con tales matices y transcurridos plazos prudentes, que pudieron haberse aprovechado para la construcción de consensos que evitaran más tensiones, como las recientemente experimentadas, aunque con una veintena de modificaciones al proyecto original elaborado en la Cámara Baja, dominada por el masismo, el nuevo código electoral ya tiene luz verde con su aprobación en grande. No pudieron dejar de lado sus maniobras habituales los oficialistas y los opositores para provocar un deterioro mayor a la imagen del Congreso, el mismo daño que a la suya le ha inferido gratuitamente el mandatario huelguista, artífice de una medida tan demagógica como inútil en circunstancias como las expuestas.

Sin haberse cerrado del todo el capítulo de la aprobación de la ley marco para los comicios generales de fin de año, una vez más la irresponsable pulseada política que le cerró los espacios al diálogo y a la concertación puso en jaque a la cada vez más frágil y estropeada democracia boliviana.

Un debate amenazado

Pablo Ortiz ®® Periodista

La maratónica sesión del Congreso para aprobar la Ley Electoral Transitoria que debe regir las elecciones generales del 6 de diciembre puso al país al borde de una nueva crisis democrática. El partido en función de Gobierno barajaba dos salidas al entrabamiento del diálogo en la mesa de debate: cercar el Congreso o una renuncia masiva de sus parlamentarios para provocar su cierre.

Pero lo más complejo sucedía en la vereda del frente del Palacio Legislativo, en Palacio Quemado, donde el presidente, Evo Morales, convocó una reunión a los movimientos sociales agrupados en el Consejo Nacional del Cambio y al Alto Mando Militar. La escena del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas entrando a Palacio a altas horas de la noche causó cierto temor y recuerdo oscuro entre los que conocen la historia no muy lejana de Bolivia y coincidió con el ultimátum del Vicepresidente: “A la oposición le quedan tres horas para consensuar un nuevo código electoral”.

Todos temieron que se venía un cierre del Congreso, con lo cual se concentraría casi todo el poder en el Ejecutivo, ya que el Judicial anda jaqueado por los múltiples juicios que pesan sobre sus miembros como una espada de Damocles. Como ha sucedido en lo que va del siglo, cuando la política boliviana lleva al país al borde del precipicio, se da la vuelta y se sienta en la mesa a buscar acuerdos in extremis. Eso también ocurrió la noche del miércoles, cuando el oficialismo sacó las cuentas y vio el peligro de dejar servido el Congreso a la oposición, que sólo necesitaba encontrar seis disidentes masistas para controlar el hemiciclo, ante una posible renuncia.

Pero nadie se imaginó la siguiente jugada del Ejecutivo. El Presidente se declaró en huelga de hambre, en una actitud casi inédita en la historia del país y que confirma que se mantiene esa dualidad de Presidente y líder sindical con arrastre de masas, que a veces interfiere en la función del primer mandatario. Y a ello se suma la actitud de una oposición que recurre al insulto de taberna cuando se le acaba el argumento y, por último, se retira de la cancha cuando ve perdido un partido en el que siempre se puede conseguir un empate, sobre todo tomando en cuenta que vivimos en el país del empate político. Tampoco se encuentra mucha lógica en la posición de la Corte Nacional Electoral, que, por un lado, según reconoce los problemas de un padrón por de- más de cuestionado, dice tener capacidad para generar un registro biométrico en el exterior, pero no puede reinscribir a todos los votantes dentro de Bolivia.

Y así el país vive un calvario político en Semana Santa, con un oficialismo que aprobó un proyecto de Ley en Diputados para negociar, pero que es prisionero de exigencias -simbólicas y concretas- de los movimientos sociales; y una oposición que sabiéndose minoritaria cree que lo que aprobó en el Senado está escrito en piedra. En medio de ambos está el ciudadano, más preocupado por las celebraciones religiosas, el empleo, la salud y la seguridad. Ojalá que algún día nos demos cuenta de que la política no se come.

La Razón

El Presidente y el periodismo

Aunque los profesionales pasan, el periodismo queda. En el pasado, otros gobiernos han perseguido y exiliado a periodistas, con resultados negativos, porque quienes reemplazaron a los desplazados no renunciaron a la objetividad ni a la crítica que obliga el oficio.

El presidente Evo Morales mantiene invariable su actitud de rechazo al periodismo boliviano, como se pudo comprobar en la conferencia de prensa que ofreció el martes 7, en la que se negó a responder preguntas de los periodistas nacionales.

La última vez que tuvo contacto con un periodista boliviano fue cuando increpó en público a un reportero del colega diario La Prensa por un titular referido al caso de los 33 camiones de contrabando que pasaron por Pando. El titular ha sido tomado por el Gobierno como motivo para iniciar una acción legal contra el mencionado matutino paceño.

El Presidente mantiene una preferencia con los periodistas internacionales, pues sólo convoca a ruedas de prensa a los corresponsales extranjeros. La última vez que lo hizo autorizó, por primera vez, la participación de periodistas de medios nacionales pero con la condición de que no hagan ninguna pregunta y que se limiten a escuchar.

En los tiempos en que él era dirigente de los productores de coca del Chapare, tenía una relación directa con los periodistas locales. Desde que asumió la presidencia, Evo Morales muestra actitudes de intolerancia con el periodismo boliviano, y hace alusiones severas contra la profesión. En junio del año pasado llegó a decir que todos los periodistas bolivianos son sucios.

La última reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) emitió un balance en el cual repitió la condena a las vulneraciones a la libertad de expresión que se producen en Bolivia. El Gobierno nacional replicó mediante una invitación a los funcionarios de la SIP para que vengan al país a observar de cerca lo que realmente ocurre en la relación Gobierno-periodismo. Los ejecutivos de la SIP aceptaron la propuesta, pero no hay una fecha para la visita.

Fue después de esa invitación a la SIP que se produjo la conferencia de prensa en la que el periodismo boliviano fue invitado a participar, pero con la condición de que no haga preguntas.

Si los observadores de la SIP vinieran a Bolivia, comprobarían que el presidente Morales está cumpliendo su amenaza de restringir el acceso a la información contra los periodistas bolivianos y, además, que usa los medios bolivianos para amplificar su discurso, no para escuchar ni responder.

El Presidente debería saber que el periodismo boliviano tiene una imagen internacional buena, precisamente por su profesionalismo. Éstos han sido promovidos a cargos en el exterior en un porcentaje alto, mucho mayor al que correspondería por población del país y por cantidad de medios que existen.

También debería saber que el periodismo tiene la obligación y el derecho de informar sobre la cosa pública. En la pirámide de la realidad nacional, algunas veces unos personajes están en la base y otras veces en la cúspide. Es un error esperar que el periodismo deje de ver la pirámide completa, sólo porque alguien de la base ha pasado a la cúspide. Confrontar a los periodistas es atentatorio contra un principio de la democracia. Aunque los profesionales pasan, el periodismo queda. En el pasado, otros gobiernos han perseguido y exiliado a periodistas, con resultados negativos, porque quienes reemplazaron a los desplazados no renunciaron a la objetividad ni a la crítica que obliga el oficio.

El Diario

Contradicción gubernamental

Por orden del Gobierno los policías y militares están impedidos de participar en la celebración religiosa de Semana Santa, que recuerda la pasión y muerte de Jesucristo el Hijo de Dios. Para justificar esta determinación el Ejecutivo se apoya en el nuevo texto constitucional que declara a Bolivia país laico, es decir que no tiene religión oficial. Si bien esa prohibición está contenida en la nueva Constitución, curiosamente los gobernantes han dispuesto horario continuo para el Jueves Santo, con la finalidad de que los fieles puedan participar de los actos programados por la Jerarquía Eclesiástica en Bolivia. Pero si el Ejecutivo no comparte los ritos religiosos católicos, no debería declarar media jornada el día que se recuerda la Última Cena de Jesús, ni disponer la flexibilidad laboral por un tema estrictamente de religión católica.

Tal medida también ha causado diferencias y contradicciones entre los miembros del gabinete ministerial del presidente Evo Morales Aima. Cuando un viceministro dijo que la prohibición para que los militares y policías participen de los actos litúrgicos de la Iglesia Católica es del Gobierno, otros ministros y legisladores declararon que no existe orden alguna, que únicamente están cumpliendo con lo que dispone la CPE, que no reconoce una religión oficial. Es decir que se reconoce a diferentes religiones, iglesias y hermandades, seguramente también a las logias a las que pertenecen varios ministros, quienes aparentan ser ateos, cuando participan en prestes, procesiones, misas y rituales de los católicos.

Por ello ha causado sorpresa el anuncio que hizo un viceministro, en sentido de que en los rituales de Semana Santa estaban prohibidos de participar, por orden del Gobierno, los militares y policías, como se acostumbrada hasta antes de la puesta en vigencia de la nueva Constitución, cuyo texto original fue elaborado por el Movimiento Al Socialismo y su aprobación fue viabilizada por legisladores que dicen ser opositores, pero en la práctica apoyan al partido de gobierno.

La prohibición para que las FFAA y la Policía Nacional participen oficialmente en las celebraciones religiosas significa que en Bolivia no sólo que está en peligro la libertad de expresión, sino que se pone trabas a tradiciones como la procesión del Santo Sepulcro de Viernes Santo, los tedeums que se celebran en el Día de la Patria y de las efemérides departamentales. Si bien esas determinaciones están contenidas en la nueva Constitución Política del Estado, no se debe proceder con tanta rigidez, porque no hay suficiente justificativo que Bolivia sea un país laico, ya que si el MAS exige respeto a las mayorías, tiene que dar ejemplo y respetar los ritos y tradiciones de la religión católica, que tiene un 80 por cientos de fieles del 100 por ciento de la población.

No se puede exigir un pronunciamiento de los militares, menos de los policías, porque están controlados por el Gobierno. Pero, ¿qué pasa con sus reglamentos internos, en los que está prevista su participación en las celebraciones religiosas? ¿Los capellanes tanto de las FFAA como de la Policía Nacional dejarán de prestar sus servicios? Tampoco se sabe si en las conmemoraciones de fechas históricas militares serán suprimidas las misas de campaña y otros ritos católicos. Si los militares y policías reconocen a la Virgen del Carmen y a la Virgen de Copacabana como sus Patronas, ¿ahora suspenderán los honores que les rendían? ¿Se ordenará sacar sus imágenes de los recintos cuartelarios y de los comandos? Hoy todo es confuso, esperamos que las prohibiciones que se dice salieron del Ejecutivo no sean un globo de ensayo y se cambie de posición, como sucedió con los autos “chutos”, la ropa usada y otras disposiciones que fueron revertidas a los pocos días de su aprobación.

La prohibición gubernamental dio lugar a comentarios en sentido de que el gobierno de Evo Morales es ateo, por lo que muchos ministros, parlamentarios y dirigentes masitas se rasgaron las vestiduras, negando esa condición. Por el contrario, se identificaron como católicos practicantes, declarando incluso que el Jefe de Estado es respetuoso de la Iglesia Católica y que incluso recibió bendiciones. Por ello nuevamente surgen las dicotomías gubernamentales difíciles de explicar. La medida gubernamental ha sido calificada por la población como desacertada, ya que los gobernantes no muestran respeto por creencias y tradiciones que vienen de siglos. Parece que el líder del MAS quiere asumir el rol que jugaron los reyes y virreyes de la colonia, cuando se creían dioses o representantes de Dios. Esto en la actualidad es sinónimo de dictadura.

Los Tiempos

La democracia en su hora crucial

Por muchas razones, el MAS se enfrenta, por primera vez, a la inminente posibilidad de sufrir una derrota política

Cuando hace un par de semanas la élite burocrática que se apropió del Movimiento al Socialismo se reunió con los dirigentes de “movimientos sociales” que todavía le son fieles para definir el plan de acción de lo que suponían sería el tiro de gracia a la institucionalidad democrática, lo hicieron seguros de que la última batalla congresal la ganarían con tanta facilidad como las anteriores. “Ha llegado el momento de las definiciones”, sentenció Evo Morales, muy convencido de que así sería.

Hubo, sin embargo, algo que salió de sus cálculos. No tomaron en cuenta dos factores que durante las últimas semanas modificaron sustancialmente la correlación de fuerzas.

Uno de de ellos fue el surgimiento, por primera vez en los últimos tres años, de una oposición con un mí-nimo de ideas claras, libre de las ingenuidades que a tantos errores condujeron. Esta vez hubo una oposición con objetivos precisos, los que fueron definidos en Santa Cruz. Ese hecho fue suficiente para poner un límite no sólo a los planes del oficialismo sino, lo que en la práctica resulta más importante, a la hasta ahora tan condescendiente oposición parlamentaria.

Un segundo factor fue que también por primera vez se hizo evidente la ruptura de la monolítica unidad del MAS y sus aliados.

Cuando Morales trazó una línea y conminó a sus seguidores a que la crucen sin titubeos, no recibió la respuesta que esperaba.

Algunos de sus adherentes se negaron a hacerse cómplices de la destrucción de la democracia y otros a seguir siendo utilizados como objetos de manipulación.

Los “movimientos sociales”, hasta hace poco tan dóciles, dieron las primeras muestras de rebeldía. El rotundo fracaso de los intentos hechos para cercar al Parlamento, la disidencia de la Cidob, las pugnas internas en Conamaq y la Csutcb, y la presión de la opinión pública, privaron al oficialismo de lo que hasta ahora fue su principal método de coerción.

A todo lo anterior se debe sumar un cambio de actitud de organismos internacionales y gobiernos cuya tolerancia fue rebasada por las ya groseras arbitrariedades del MAS, las mismas con las que hasta hace poco fueron tan condescendientes. Es que al oficialismo se le fue la mano y el victimismo que tantos réditos le dio ya no alcanza para conmover a incautos. Ya no se ve en el exterior a Evo Morales como al pobre “indígena” incomprendido, sino como a un peligroso constructor de un régimen autocrático.

En ese contexto, el Gobierno se enfrenta, por primera vez, a la inminente posibilidad de sufrir una derrota política. Es de esperar que ahora sí se le ponga un límite a la impostura, y que no sea en nombre de la democracia que se terminen de sentar las bases de un régimen totalitario.

Opinión

La más grande y mejor participación es la fe de todo el pueblo católico

Es la abrumadora presencia del pueblo boliviano católico, en las ceremonias y recordatorios, que no deja lugar a duda que la fe católica es más fuerte que cualquier declaración legal, suprema de gobierno y constitucional.

La Constitución Política del Estado aprobada hace poco mediante referéndum y en actual vigencia declara a Bolivia como un Estado laico. Cambia sustancialmente la declaración de la anterior Constitución que señalaba que el Estado reconocía y sostenía la región católica, apostólica y romana, aunque también garantizaba el ejercicio público de todo otro culto.

Lo que dispone la Constitución Política no es algo nuevo en la vida de los países. En muchos de éstos, el Estado marca distancia con las religiones, definiendo su exclusión en relación a las iglesias y afirmando que no es eclesiástico ni religioso, y apartando lo religioso de la estructura del poder político.

Partiendo del concepto mismo del poder y de la estructura política a nadie debería sorprender una norma como la que contiene la actual Constitución Política del Estado, pues está claro que la influencia de cualquier religión en el ejercicio político puede resultar, cuando asume posiciones de mando, perniciosa y perturbante para otras religiones o cultos reconocidos en el país.

Sin embargo, no se puede declarar el laicismo respecto de unas y adoptar otras, por muy originarias que sean, cuando se observan ceremonias, por ejemplo, del mundo andino en pleno Palacio de Gobierno.

Es interesante que los actuales gobernantes observen la gran trascendencia que tiene la religión católica en la enorme mayoría de la población boliviana, es decir, más allá de su condición étnica, pertenencia de clase o situación económica.

En un intento tibio por no contradecir el precepto constitucional, se ha dispuesto que para esta mayor conmemoración de la religión católica que es la Semana Santa, no asista a las ceremonias y procesiones la escolta policial y militar, en consecuencia con la norma constitucional. Lo que no se ha atrevido el Gobierno es derogar la norma que establece el feriado religioso católico, del viernes Santo y para mayor abundamiento el jueves autoriza horario continuo para que la población ejercite la costumbre católica de visitar los templos, en un periplo de seguimiento a la vía crucis que representa el calvario de Jesucristo hecho hombre para reivindicar los pecados del mundo.

Es la abrumadora presencia del pueblo boliviano católico, en las ceremonias y recordatorios, que no deja lugar a duda que la fe católica es más fuerte que cualquier declaración legal, suprema de gobierno y constitucional.

La presencia de los católicos en las iglesias, en las procesiones, en las recordaciones familiares, en las costumbres, en los pequeños templos de provincias y comunidades, es la figura misma del credo y de una entrega espiritual arraigada en la gente desde siempre.

Esta existencia religiosa de catolicidad y de persistencia, que sirve más bien para unir a los bolivianos, está desde luego mucho más allá de instrucciones para que unos cuantos policías o soldados no acompañen a las procesiones.

La participación del pueblo católico es una especie de declaración repetitiva y permanente de la promisión de fe en Cristo, en su palabra y en su Iglesia.

La Patria

Nada puede cambiar la fe

Este día es particular y especial para los bolivianos, la mayoría católicos y cristianos, enfrentados por el poder de los hombres, por la política que cambia el sentido humanitario y solidario en mezquino interés que sólo busca posicionamiento del autoritarismo en pos de dominio y fuerza.

Este es un Viernes Santo que los bolivianos con fe en el Ser Supremo lo convierten en día de reconciliación, instando a los pocos que se apartan de la fe, a profundas reflexiones para que puedan encontrar nuevamente el camino de la paz y el amor, del perdón y el acercamiento sin odio ni rencor.

El contexto de Semana Santa que se expresa en la TRIADE fundamental de la existencia de nuestra Iglesia Católica, Apostólica y Romana que son la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo es alimento fundamental para la vida misma de todo humano, razón suficiente para mantener sostenidamente el sentido y compromiso con la Ley Divina.

El corto período de la Semana Santa no es un evento cualquiera, es posible que para algunos no tenga el significado pleno de recogimiento, oración y penitencia sin embargo son días y uno en especial, como el presente, que sirve para recordarnos el deber de asumir el rol que nos corresponde como miembros comprometidos de la Iglesia, esa que busca de manera permanente la paz, pero con justicia y libertad.

Estamos para recordar la Pasión de Jesucristo, para reconocer en la Cruz, el símbolo inconfundible del generoso y supremo amor por la humanidad. El sacrificio del Redentor no ha sido vano, se llevó nuestras faltas en su cuerpo lacerado sobre el madero permitiendo la redención de los hombres a través de la nueva alianza que devuelve al Ser la comunión con Dios y abre la reconciliación entre hermanos como un atributo de ese acto de entrega de su vida por salvar la humanidad.

Estamos viviendo un tiempo de confrontación entre hermanos de una nación, tal parece que todavía no comprendemos el objeto mismo de la reconciliación, seguimos perdidos detrás de los bienes materiales y la codicia mundana, los menos están en pos de comodidad y vanagloria sin importarles la crueldad de un sistema que castiga y lastima a la mayoría.

Que no importen los arrebatos mundanos de los que tienen el poder en sus manos, ese poder que no cambia en absoluto la Fe en Dios y su Hijo que dio su vida por nosotros para enmendar errores, para inducirnos a perdonar y ser perdonados alcanzando el objetivo de la convivencia pacífica que implica además vivir con dignidad, con justicia y con la verdad por delante.

Hagamos nuestro este tiempo de reconciliación, pidiendo que Dios ilumine a nuestros gobernantes para que administren el país con humildad, con honestidad, pero sobre todo con sentido de hermandad y solidaridad. Que no continúen sus actos de inmadura rebeldía. Ya tienen el perdón de Dios a pedido de Jesucristo que dijo, “Perdónalos porque no saben lo que hacen”. Dios salve nuestra amada Bolivia.