La turbulenta vida de Ryan O’Neal: 80 años de películas, drogas, escándalos y conflictos con sus hijos

El protagonista de ‘Love Story’ es hoy un octogenario con una complicada vida familiar y una carrera cinematográfica en franca decadencia.

Ryan O'Neal en Peyton Place.

Ryan O’Neal, el joven que se hizo popular gracias a la serie Peyton Place y el largometraje Love Story, cumple hoy 80 años en contra de todas las previsiones. Su vida salvaje y sus problemas de salud a lo largo de estas ocho décadas invitaban a pensar que el protagonista de ¿Qué me pasa doctor? no solo no sobreviviría a su gran amor, Farrah Fawcett, sino que, de hacerlo, nunca celebraría este cumpleaños fuera de la cárcel.

En estos ochenta años, Ryan O’Neal ha sufrido una leucemia congénita, un cáncer de próstata, ha sido detenido en varias ocasiones por posesión de drogasha sido golpeado por uno de sus hijos con un atizador de chimenea y se ha defendido de esa agresión disparando contra él con una pistola. Todo ello, sin olvidar una complicada relación con su hija Tatum, una pelea con su hijo Griffin en el que el muchacho perdió varios dientes por un puñetazo de su padre, o su turbulento noviazgo con Farrah Fawcett, madre de su hijo Redmond, un joven adicto a diversas sustancias, que ha sido detenido en infinidad de ocasiones y del que su padre llegó a decir: “¡Pobre chico estúpido! No es un matón; no sabe cómo ser. Es solo un idiota y lo sabe. Ha estado en rehabilitación en todo Estados Unidos y México. Estamos agradecidos de que no tenga VIH”.



Ryan O'Neal

A la vista de estos y otros hechos, se puede concluir que la vida de Ryan O’Neal ha sido tan intensa como poco edificante. De hecho, cuando decidió narrarla en una autobiografía, la comenzó en 1979, año en que conoció a Farrah Fawcett, con objeto de obviar algunos de los momentos más complicados. El resultado fue Past imperfect, libro de memorias escrito a partir de las cartas que O’Neal y Fawcett se enviaron durante años y en el que se ignoraban episodios clave de la vida del actor, como su carrera en televisión, el éxito de Love Story, sus trabajos con Barbara Streisand o la experiencia de rodar con Kubrick la imponente Barry Lyndon.

En consecuencia, el libro tampoco incluía recuerdos sobre Luna de papel y cómo esta película deterioró la relación entre O’Neal y su hija Tatum. Mientras que Ryan achacó esa mala situación a que la niña nunca aceptó su relación con Fawcett —“Por eso fue y se casó con John McEnroe” explicaba O’Neal—, la versión de la hija era muy diferente. Según recogió en A Paper Life, su propio libro de memorias, Tatum describía a su padre como una persona envidiosa e incapaz de superar que su hija de diez años obtuviera el Oscar de Hollywood. “En la prensa, interpretó al padre cariñoso”, escribió Tatum, “pero en sus ojos, leo la verdad: un profundo resentimiento porque su actuación no fue tenida en cuenta”.

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Ryan y Tatum O'Neal.

De joven prometedor a estrella

Nacida en 1963, Tatum O’Neal fue la primera hija del matrimonio formado por Ryan O’Neal y la actriz Joanna Moore quienes, en 1964, tuvieron un segundo hijo, Griffin. Tras el divorcio de sus padres en 1967, los niños, que por entonces tenían cuatro y tres años, quedaron al cuidado del padre. Las autoridades judiciales consideraron que era la mejor solución, después de que Moore mostrase una severa adicción al alcohol y las anfetaminas. Al menos, mayor que la de Ryan, que también era usuario habitual de ambas sustancias.

Unos meses más tarde, O’Neal volvió a casarse, esta vez con la actriz Leigh Taylor-Young, con la que tuvo un tercer hijo, Patrick. Este segundo matrimonio coincidió con la etapa de esplendor de la carrera de Ryan, que por fin abandonó la la televisión para dar el salto al cine con papeles protagonistas. En 1969 rodó La perversa —en la que interpretaba a un joven veterano de Vietnam seducido por una madura Leigh Taylor-Young que le proponía cometer un robo millonario— y, en 1970, se estrenó Love Story, película que le valió una nominación a los Globos de Oro, otra a los Oscar y le convirtió en una estrella internacional que convertía en éxito todos los proyectos en los que colaboraba.

Tanto es así que, cuando en 1972 Barbara Streisand se disponía a rodar ¿Qué me pasa doctor?, exigió a los productores que su compañero de reparto fuera Ryan O’Neal. Aunque pocos confiaban en que la pareja funcionase en la pantalla, la comedia de Peter Bogdanovich —también imposición de Streisand después de ver La última película— fue un taquillazo que afianzó aún más la carrera de O’Neal. A ese filme siguieron Luna de papel, Así empezó Hollywood y Barry Lyndon de Stanley Kubrick pero, tras esa buena racha profesional, las cosas comenzaron a torcerse.

En 1978, O’Neal rodó Historia de Oliver, en la que retomaba su papel en Love Story en un intento de explotar el éxito de la mítica cinta. Un año más tarde buscó repetir la química que hubo entre él y Streisand en Combate de fondo, pero el público no acogió la película con el mismo agrado que ¿Qué me pasa doctor? De este modo, los proyectos cinematográficos que le llegaban fueron, poco a poco, perdiendo calidad, al tiempo que la televisión se convertía de nuevo en un medio atractivo en el que trabajar. De este modo, volvieron las series, los telefilmes y, a medida que su carrera cinematográfica perdía interés, las revistas y los periódicos comenzaron a prestar más atención a los escándalos protagonizados por Ryan, sus parejas y sus hijos. Un variado catálogo de excesos, entre los que destacaban la adicción a la heroína de Tatum, la muerte del hijo de Francis Ford Coppola provocada por una imprudencia de Griffin O’Neal, o el testimonio de este último sobre cómo su padre le animó a consumir cocaína con apenas 11 años.

A mediados de la década de los ochenta, la decadencia de O’Neal era tan notoria que le llevaba a valorar todo tipo de ofertas por descabelladas que fueran. En mayo de 1988, por ejemplo, el realizador Fernando Trueba le propuso protagonizar El sueño del mono loco, una producción española, rodada en París con elenco internacional. “Todavía no lo tengo cerrado. Lo único que puedo decir que me estoy haciendo tratos con Ryan O’Neal, que me parece el actor idóneo. Hasta ahora, las perspectivas son buenas. Él me pidió ver mi última película, El año de las luces, y me ha escrito diciendo que está ‘enamorado’ de ella. En cualquier momento podemos cerrar el contrato”, declaró el realizador al diario La Vanguardia.

Unos meses más tarde, en julio de ese mismo año, Trueba volvía a hablar con el periódico catalán, al que declaraba que O’Neal se había caído del proyecto y había sido sustituido por Jeff Goldbrum: “Estoy realmente satisfecho con el fichaje, pues hemos dejado a una estrella en paro por un actor de éxito. Ryan O’Neal decidió, finalmente, no hacerlo porque le daba algo de miedo”, comentaba el realizador, que, a la pregunta de si el caché de O’Neal era mayor que el de Goldblum, respondía: “ni mucho menos. O’Neal era más barato que Jeff Goldblum”. Si bien se notaba que Trueba sangraba por la herida por la negativa del actor estadounidense, lo que era indiscutible era que la carrera profesional de O’Neal estaba seriamente dañada.

Ryan O'Neal y Farrah Fawcett en 1989.

El gran amor

En 1979, Ryan O’Neal había conocido a Farrah Fawcett que, por entonces, era la esposa del actor Lee Majors. Debido a sus continuas ausencias por motivo de trabajo, Majors le pidió a su amigo que se ocupase de Farrah y se interesase por si necesitaba alguna cosa. Poco después la pareja inicio una relación sentimental que, a pesar de las continuas peleas y rupturas, duró hasta la muerte de la actriz a consecuencia de un cáncer de colon.

Una de esas separaciones se produjo en 1995. Ese año Farrah superó un cáncer de mama y decidió celebrarlo posando para Playboy, lo que no fue compartido por Ryan, que optó por separarse. Otra de esas sonadas crisis recogidas por la prensa se produjo el 14 de febrero de 1997. Ese día, el actor estaba en la cama con otra mujer cuando fue sorprendido por Farrah, que había regresado a casa antes de tiempo para celebrar con su pareja el día de los enamorados. Tras la consiguiente separación, volvieron a juntarse y, aunque cuando la actriz empeoró de la enfermedad en el año 2009 estaban oficialmente separados, Ryan O’Neal permaneció en el hospital para ocuparse de ella, aunque de una manera muy particular.

Según relató Leslie Bennets en un amplio reportaje para la edición estadounidense de Vanity Fair, mientras estaba en el hospital, O’Neal no paraba de hacer bromas de dudoso gusto junto a lecho de su expareja. Chistes que, más que quitarle hierro a una situación complicada, dejaban entrever miserias y anhelos del actor. Además de referirse al enfermero que le inyectaba la morfina para paliar el dolor como “el camello de Farrah”, O’Neal comentó que la actriz tenía “mucho dinero; estamos tratando de averiguar cuánto. Creo que tiene alrededor de 25 millones de dólares entre depósitos bancarios y propiedades”. Tras pronunciar esta frase, Bennets contaba que O’Neal, “se inclinó, mirando fijamente la silla vacía junto a él, y levantó la voz como si le gritara a su amante en coma: ‘¿Cuál es la contraseña? ¿Cuál es la combinación de la caja fuerte?’”.

La actitud de Ryan O’Neal en el hospital resultaba tan fuera de lugar que hasta su hijo Griffin se burló de las atenciones que padre le prodigaba a Fawcett: “¡Todas esas lágrimas de cocodrilo! El único objetivo de mi papá era asegurarse que estaría en el testamento. Tan pronto como descubrió que ella estaba terminal fue repugnantemente transparente. Lo considero un buitre presidiendo un cadáver. Ryan pensó que iba a conseguirlo todo”, afirmaba Griffin.

Farrah Fawcett falleció en junio de 2009. Cuando se abrió el testamento, Ryan descubrió que no estaba incluido. Todas las propiedades y bienes de la actriz fueron a parar su hijo Redmond. La voluntad de la exángel de Charlie estaba tan clara que O’Neal tuvo incluso que enfrentarse a un proceso judicial para conservar uno de los retratos que Andy Warhol le había hecho a la actriz y que estaba en su poder, a pesar de que no había documento alguno que probase que Farrah se lo hubiera vendido, cedido o regalado. Finalmente, O’Neal consiguió que se le reconociera la propiedad gracias a, entre otras pruebas, una nota manuscrita de Warhol conservada en la Universidad de Texas en la que el pintor hacía entrega de los cuadros a los dos. No contento con la resolución judicial, O’Neal intentó forzar la subasta de la nota argumentando que, al estar ahí su nombre, el documento era de su propiedad al 50%. En 2019, llegó el que, por ahora, es el último capítulo sobre el cuadro: su puesta a la venta por O’Neal por 18 millones de dólares.

Esta necesidad de dinero se debe en gran parte a que, en los últimos años, Ryan O’Neal ha trabajado de forma intermitente en series como Sensación de vivir. La nueva generación o Bones y le ha dedicado más tiempo a las peleas familiares, las adicciones y las detenciones por posesión de estupefacientes que a la actuación. A pesar de todo, en 2011 intentó rehacer la relación con su hija Tatum. Sin embargo, en lugar de recurrir a un mediador familiar o un psicólogo, acudió a un reality show titulado Ryan and Tatum: The O’Neals, que no logró la deseada reconciliación. En la actualidad Ryan O’Neal continúa distanciado de Tatum y de la mayoría de sus hijos. Una situación que el actor achaca a su inmadurez a la hora de ser padre y sus infidelidades como esposo: “Me casé a los 20 pero no era suficientemente maduro. Mi primer hijo nació cuando tenía 21. Yo era un hombre; No descubrí mujeres hasta que me casé, y luego fue demasiado tarde”, explicaba a Leslie Bennets, que le preguntaba: “entonces, ¿por qué se casó?”. “¡Estas personas quedan embarazadas! ¡Nos damos la mano, se quedan embarazadas!”, respondió O’Neal, que lo más cerca que ha estado del cine en los últimos tiempos ha sido al descubrir una estrella en el paseo de la fama de Hollywood el pasado mes de febrero.

Fuente: revistavanityfair.es