Democracia en América del Sur: preguntas incómodas


Sergio Fausto*¿Por qué la destitución de Fernando Lugo mereció una respuesta tan contundente de los países de la región cuando otras agresiones, si no a la ley, por lo menos al espíritu de convivencia democrática, fueron recibidas con un silencio obsequioso por parte de los que hoy se rebelan contra “el golpe de las elites paraguayas”?¿Será el impeachment de Lugo más grave que la falta de respeto de Chávez a los resultados del referéndum de diciembre de 2007? ¿Se olvidaron de que, al año siguiente, el presidente venezolano promovió, por decreto, parte de los cambios rechazados por la mayoría del electorado del país en aquella que Chávez consideró “una victoria de mierda” de los opositores a su gobierno?¿Será más grave el rito sumario que marcó la destitución de Lugo que la aprobación de la nueva Constitución de Bolivia, en noviembre de 2007, en un cuartel militar cercado por tropas y militantes fieles a Evo Morales, sin la presencia de los parlamentarios de la oposición? ¿Será el acto del Congreso paraguayo más grave que la decisión tomada por Rafael Correa, al inicio de su mandato, permitiendo a la futura Asamblea Constituyente, donde estaba seguro de contar con la mayoría, disolver el Parlamento recién elegido, donde se encontraba en minoría?¿Por qué tanta prisa en condenar a Paraguay, cuando hace años se contempla sin queja alguna la sistemática deformación de las instituciones democráticas en Venezuela bajo el rol opresor de Hugo Chávez, proceso replicado en mayor o menor medida en Bolivia o Ecuador? ¿Qué representa una mayor amenaza para la democracia de la Región, un episodio confinado en las fronteras nacionales del país más pobre de América del Sur o la vocación expansionista de la “revolución bolivariana” cuyo epicentro es un país con una de las mayores reservas de petróleo del mundo y un líder con recursos disponibles para pisotear el principio de no intervención en los asuntos domésticos de otros países?Para justificar tan sorprendente celo con la pureza del espíritu democrático, se elaboró a las prisas la teoría de que la destitución de Lugo representaría el ensayo local de una nueva modalidad encontrada por las élites de la región para librarse de gobiernos nacional-populares. La idea de que el “neogolpismo” es una especia de hidra, con varias cabezas, sirve a los intereses mayores de Chávez, Correa y Evo. Sirve para legitimar el acoso al que someten a sus adversarios internos, tratados como enemigos del pueblo y lacayos de la élite, cuando no de fantoches del Imperio (los Estados Unidos). Nada como inflar o fabricar amenazas para justificar arbitrariedades. ¿No fue para defenderse de los supuestos planes de invasión americana que Chávez armó una milicia popular bajo su comando directo, con la distribución de miles de fusiles, sin que tal aberración mereciese siquiera un reparo de los celosos demócratas de hoy?También en Argentina se ve la captura del Estado por un grupo político que se atribuye a sí mismo el papel redentor del pueblo y de la nación, enfrentando a sus adversarios como quien combate enemigos. Común a todos esos líderes redentores es la utilización del discurso maniqueísta pueblo versus élite, lo que nos les impide ser o pretender ser, además de héroes del pueblo, jefes de una nueva élite que se va irguiendo políticamente y enriqueciendo financieramente bajo las alas de sus gobiernos.Hay más que afinidades políticas en la alianza entre estos cuatro líderes políticos. Existe entre ellos una amplia zona grisacea en que se mezclan negocios, asistencia gubernamental y financiamiento de campañas. Morales financió el programa “Bolivia Cambia, Evo Cumple” (y vaya a saber que más) con recursos transferidos por Chávez sobre los cuales ni éste ni aquel rinden cuentas a nadie. En medio de la primera campaña de Cristina Kirchner a la presidencia, fue encontrada una maleta con 800 mil dólares en dinero en manos de un empresario próximo al gobierno chavista, en un avión fletado en que viajaban funcionarios de alto escalafón de la petrolera venezolana, PDSVA, y de la estatal argentina de energía, Enarsa. Cinco años y tres juicios después, la Justicia argentina todavía no esclarece el caso.Que Chávez, Evo, Correa y Cristina se lancen a condenar a Paraguay no es difícil de entender. Más complicado es entender la posición de Brasil. Marcamos una diferencia importante al no subirnos al barco de las sanciones económicas. Pero patrocinamos la maniobra oportunista que permitió incorporar a Venezuela al Mercosur en la estela de la suspensión de Paraguay.Brasil perdió una oportunidad para marcar, sin alardes, una fisonomía propia en materia de compromiso con la democracia en la región. Bastaba con no aceptar el ingreso de Venezuela en esas circunstancias. De poco vale tener más de la mitad del PIB de la región, si a la hora de ejercer el liderazgo político nos achicamos.Los presidentes dejan su marca en la política externa en horas como ésta. Dilma podría haberse diferenciado de su antecesor, siempre solícito en el apoyo político a sus compañeros de vecindad. Pero eso suscitaría comparaciones con Lula e irritaría al PT.El tema no es sólo de política externa. Hay que leer el artículo firmado por el secretario general del partido, Elói Pietá, publicado en el site oficial poco después del impeachment de Lugo. La bajada del artículo es elocuente: “Con toda su fuerza y grandeza, el Brasil también sufrió las tentaciones de un golpe del Congreso Nacional contra el Presidente Lula”. Sobre el “neogolpismo de las élites”, el secretario general explica: “Las élites ricas, al no controlar hoy el ejecutivo, volvieron a tener en el Parlamento Nacional su principal punto de sustento institucional. Además de eso, a través de los poderosos medios privados, su principal guía ideológico y voz junto al pueblo, instigan continuamente a la opinión pública contra los gobiernos populares”.La decisión brasileña de castigar al Paraguay para premiar a Venezuela es tributaria de esa visión del mundo. Una es inseparable de la otra.*Politólogo y director ejecutivo del Instituto Fernando Henrique CardosoInfolatam