¿La apuesta es el aislamiento?

Nunca es tarde para la enmienda, siempre se pueden corregir los equívocos o precipitaciones, partiendo del principio de que los hombres y mujeres no pueden presumir de ser infalibles, mucho menos cuando están a cargo de la conducción de intereses ajenos.

laRazon Editorial La Razón.



La actual gestión gubernamental está adoptando posiciones de carácter internacional que, en última instancia, se manifiestan en una especie de aislamiento de Bolivia, como si no fuera suficiente la amarga experiencia que tiene de haber quedado desvinculada de la relación con el resto del mundo, por la pérdida de su acceso al mar.

Por supuesto, esta situación de desventaja en que se halla el país no es ni tiene que ser motivo de interés para el resto de los componentes de la comunidad universal, pero sí tiene que preocuparle íntimamente, porque le afecta a sus intereses.

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Algunos de los efectos más inmediatos es que, por falta de un puerto propio sobre el océano Pacífico, no tiene un contacto externo, regular y permanente, lo que incide en su intercambio comercial, en su relación con otras culturas y experiencias sociales e incluso en el hecho de que Bolivia hubiera sido ajena a la gran corriente inmigratoria que hubo en los siglos XIX y XX, parcialmente.

En la actualidad, la globalización se ha impuesto, guste o no, con la circunstancia de que su mayor componente es el intercambio comercial, del que nadie debe quedar excluido, menos por decisión propia, porque ello asemejaría a ser el vecino malo y hasta podría entenderse como un suicidio.

El intercambio comercial no es un mecanismo dañino, más bien se lo debe entender como un factor decisivo para el crecimiento de los pueblos, partiendo del hecho de que resulta ser el mayor estímulo que reciben sus esfuerzos productivos.

En estos empeños están directamente involucrados los empresarios, que son los que invierten y dinamizan la actividad económica de los países, pero fundamentalmente los trabajadores de las áreas rurales, industriales y comerciales. Sin su aporte, ninguna comunidad humana puede progresar, prosperar y alcanzar, sobre esta base, el anhelado mejoramiento de las condiciones de vida, nacional y familiar.

La política, la ideología, no tiene mucho que ver con este proceso natural de desarrollo. En ocasiones, es incluso contraproducente, porque interfiere la dinámica de la vida moderna. Los fracasos estrepitosos de algunos dogmas están a la vista, si se mira más allá del entorno propio. Y las víctimas son los seres humanos, las instituciones que crean para vivir en comunidad integrada, no dividida por las diferencias que, implícita o explícitamente, propician aquellos instrumentos de lucha, antes que de paz y armonía; hasta de amor fraterno, tendría que decirse.

La dispersión, las confrontaciones, derivan en odios y exclusiones, con mayor asiduidad en los casos en que los países albergan diversidad de culturas y razas, como se expresa en la realidad boliviana.

En consecuencia, habrá que asumir una mayor temperancia en la conducción de los intereses nacionales, en lo interno y externo. En lo primero, porque conspira contra su integridad y desarrollo. En lo segundo, produce el aislamiento internacional, lo que no debería ponerse en juego en caso alguno.

Nunca es tarde para la enmienda, siempre se pueden corregir los equívocos o precipitaciones, partiendo del principio de que los hombres y mujeres no pueden presumir de ser infalibles, mucho menos cuando están a cargo de la conducción de intereses ajenos.