El Papa genera división de opiniones entre los Kirchneristas en Argentina


La figura de Bergoglio dividió opiniones entre los kirchneristas. El diario Página 12, el programa 6,7,8 y D’Elía lo atacaron. Lo defendieron Mariotto, Pérsico y el Chino Navarro.

El Vaticano denuncia una campaña difamatoria contra el papa en Argentina

EFE.- El portavoz vaticano, Federico Lombardi, dijo hoy que las críticas aparecidas en algunos medios argentinos contra el papa, referentes al periodo de la dictadura argentina, provienen de «una izquierda anticlerical para atacar a la Iglesia y son rechazadas con decisión».»Se trata de una campaña difamatoria, bien conocida», indicó.Lombardi salió así al paso de las informaciones aparecidas en estos días, tras la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como papa, referentes a sus actuaciones durante la dictadura militar argentina.»Jamás ha habido una acusación creíble contra él. La justicia argentina lo interrogó pero como persona informada de hechos y jamás fue imputado por algo», subrayó el portavoz.Lombardi agregó que Bergoglio «hizo mucho para proteger a las personas durante la dictadura» y una vez nombrado arzobispo de Buenos Aires «pidió perdón en nombre de la Iglesia por no haber hecho bastante durante el periodo de la dictadura».

El Vaticano rechazó las acusaciones que vinculan al Papa con la dictadura

Consideró que se trata de “una campaña calumniosa y anticlerical de larga data”. Y que “muchos testimonios que defienden el papel” de Bergoglio durante esa época.imageClarin.comEl póster del Papa. ClarínEl Vaticano rechazó hoy las acusaciones contra el Papa Francisco de haber sido cómplice de la última dictadura militar que asoló a la Argentina y, en particular, de no haber defendido a dos sacerdotes jesuitas que fueron secuestrados y torturados.»Estamos en presencia de una campaña calumniosa y anticlerical de larga data llevada adelante por un medio cuyo origen es conocido y notorico», dijo el vocero papal, Federico Lombari, al leer un comunicado.Lombardi recordó que la acusación se relaciona con la actuación de Bergoglio cuando era superior de la Compañía de Jesús en la Argentina, en 1976, y fueron secuestrados dos sacerdotes de su comunidad que se desempeñaban en la villla porteña del Bajo Flores y liberados meses después.Señaló que uno de los sacerdotes -el otro murió años después por una enfermedad- vive fuera del país y cuando va a Buenos Aires lo visita y celebran misa juntos. Añadió que hay «muchos testimonios que defienden el papel que jugó en ese momento Bergoglio».Además, recordó que, ya siendo obispo, Bergoglio promovió varios pedidos de perdón de la Iglesia por no haber defendido con suficiente energía los derechos humanos durante la última dictadura.Finalmente, afirmó que el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel -que «no es benévolo con la Iglesia- dijo que Bergoglio no fue cómplice de la dictadura.En el libro «El jesuita», Bergoglio dice que se movió “como loco» para lograr la liberación de los sacerdotes, lo que finalmente consiguio.



La figura de Bergoglio dividió opiniones entre los kirchneristas

El diario Página 12, el programa 6,7,8 y D’Elía lo atacaron. Lo defendieron Mariotto, Pérsico y el Chino Navarro.image Clarin.comEn un acto organizado en Avellaneda para inaugurar la sede de la universidad de ese partido del conurbano, la Presidenta Cristina Kirchner no mencionó al nuevo Papa Francisco, pero no se privó de enviar un mensaje, sin nombrarlo, a Daniel Scioli: “Yo no necesito a nadie que me diga lo que es la provincia”, dijo.El dogma de su fe no está expuesto a interpretaciones. El entramado de sus decisiones se esconde entre paredes infranqueables. El evangelio que baja desde la cúpula, acaricia el alma y refuerza la fe de la feligresía. Las disidencias apenas se susurran con temor en los vestíbulos. Es norma: la iglesia kirchnerista no debate en público. Pero toda norma tiene su excepción y la sorpresiva elección de Jorge Bergoglio como el Papa Francisco dejó expuestas como pocas veces reacciones encontradas del amor al odio al interior del universo K.Apenas se conoció la noticia en la tarde del miércoles, los kirchneristas más activos en las redes sociales elevaron su bronca a ese cielo virtual. “FRANCISCO I es a América Latina lo que Juan Pablo II fue a la Unión Soviética. EL NUEVO INTENTO DEL IMPERIO POR DESTRUIR LA UNIDAD SURAMERICANA (sic)”, escribió Luis D’Elía en Twitter. La legisladora porteña del FPV y líder del movimiento gay María Rachid se preguntó en su cuenta: “Lxs que están festejando y se dicen progresistas y/o de izquierda: tienen idea quién es Bergoglio? Y bueh … Es genocida, homofóbico y machista, pero es NUESTRO genocida, homofóbico y machista!”.El tono gélido de la carta de salutación de la Presidenta y el formal deseo de suerte que le envió hacia el final de su discurso en Tecnópolis entre los chiflidos del público parecieron ser la excusa perfecta para que muchos funcionarios masticaran su bronca en privado por la elección de un obispo que había confrontado con Néstor y Cristina.La tapa de Página 12 y la nota de Horacio Verbitsky, reiterando sus denuncias por la actuación de Bergoglio durante la dictadura y augurando un papado de tinte “conservador populista” que intentará detener las transformaciones políticas en Latinoamérica fue la expresión de la bronca de muchos kirchneristas.Pero ayer comenzaron a oírse otras voces.El vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto lo definió como un “Papa peronista” con “gran militancia y cosmovisión tercermundista” y, al contrario de Verbitsky, le adjudicó “cercanía con el proyecto político de esta Latinoamérica”. Mariotto presenció anoche un informe adverso a Bergoglio en el programa oficialista 6,7,8. En un hecho inusual, rechazó los cuestionamientos y de los propios panelistas del programa.“Es un peronista, comprometido con los más humildes, con el que hemos trabajado juntos en las villas, con los cartoneros, luchando contra el paco. Los que piensan que su papado va a afectar al Gobierno es porque no lo conocen”, le dijo a Clarín el líder del Movimiento Evita y subsecretario de Agricultura familiar, Emilio Pérsico, que recordó que Bergoglio lo autorizó el año pasado a organizar una misa por la salud de Hugo Chávez.Para Pérsico, las disputas de los Kirchner con Bergoglio nunca fueron personales sino en tanto representante de la Iglesia argentina. “Los gestos que mostró el primer día, el llamado a caminar, edificar y confesar en Jesús muestra que va a intentar transformar a la Iglesia”.Su ladero en el Evita, el diputado provincial e integrante de la mesa de “Unidos y Organizados” Fernando “Chino” Navarro aseguró que Bergoglio “es una persona de centro con una clara opción por los pobres que si se lo compara con los que estaban antes, es casi del PRT”. Y agregó: “No tengo dudas de que está más cerca de las posiciones de este gobierno que de muchos dirigentes de la derecha que con mucho vedetismo quieren mostrarse hoy cercanos a él”.

No ha sido una grata noticia para Cristina

Por Eduardo Van Der Kooy, CLARIN, ArgentinaAunque sus palabras en una carta que publicó por Facebook y Twitter pudieron quizás indicar lo contrario, la sorpresiva entronización como nuevo Papa (Francisco) del cardenal argentino Jorge Bergoglio no parece haber sido una buena noticia para el gobierno de Cristina Fernández. Los hechos fueron, de nuevo, más elocuentes que sus palabras: la Presidenta apenas orilló fríamente la novedad durante un largo acto en Tecnópolis mientras miles de católicos celebraban con fervor en Plaza de Mayo, frente a la Catedral.Circunscribir sólo a Bergoglio los conflictos permanentes que Néstor y Cristina Kirchner tuvieron con la Iglesia Católica sería incurrir en un reduccionismo. Es cierto que, con quien fue durante seis años titular del Episcopado argentino, escribieron una historia de mutuos desencuentros. Pero la desconfianza del matrimonio presidencial reconoció también una raíz muy profunda con la institución eclesial. Incluso con el propio Vaticano, durante un lapso del reinado de Juan Pablo II.El Papa polaco había designado en el 2002 como obispo castrense a monseñor Antonio Baseotto. En una ceremonia religiosa en el 2005, ese sacerdote evocó los años de la violencia en la Argentina y equiparó la responsabilidad de los militares con la de los guerrilleros por tantos crímenes cometidos. Ni más, ni menos que la teoría de los dos demonios, denostada por el catecismo setentista. Baseotto tampoco controló su lengua. Arremetió contra las insinuaciones abortistas de ese momento y la política de profilaxis encarada por el entonces ministro de Salud, Ginés González García. Desbarrancó cuando aludió, en ese contexto, a una frase de Jesús sobre los niños: “Quienes escandalizan a los pequeños merecen que le cuelguen una piedra de molino en el cuello y lo tiren al mar”, afirmó. Kirchner, Cristina y su tropa creyeron descubrir en esa cita infortunada un aval a una de las tantas metodologías usadas por la dictadura para el exterminio. Pidieron el retiro de Baseotto al Vaticano.Juan Pablo II se negó. Baseotto se terminó yendo solo y jubilado.La Iglesia Católica fue funcional para los Kirchner en la construcción revisionista del pasado y en la hilación de un relato político que les sirvió para captar la atención, a la salida de la crisis, de amplios sectores de la sociedad. Las organizaciones de derechos humanos significaron, en ese aspecto, un puntal. Ese libreto vinculó de manera indisoluble, también, a las Fuerzas Armadas. En esas dos instituciones afincaron la primera lógica de amigo-enemigo, de confrontación irreductible, con que tiñeron la política nacional. Con el tiempo fueron engrosando el ejército de enemigos: periodistas, empresarios, sindicalistas, el campo, la Justicia.En ese derrotero, como en tantos, resultaron extremadamente lineales. Mezclaron las instituciones con las conductas reprobables de muchos de sus hombres.Pero no de todos. En ese camino apareció Bergoglio, apenas como un noble pastor. Jamás los Kirchner supieron distinguir algo: en una Iglesia de pensamiento sólidamente conservador –a diferencia de Brasil y, por períodos, de Chile– el ahora Papa enarboló un discurso y una acción distinta, enfrentada con los exponentes reaccionarios. Lideró la participación de la Iglesia en la crisis del 2001 con un largo documento de su inspiración y su puño, en el cual clamó por un compromiso colectivo para pelear “por la equidad social y la justa distribución del ingreso”. Casi un prólogo del relato que dos años más tarde haría suyo el kirchnerismo.Tampoco Kirchner y Cristina miraron al cardenal del mismo modo. El ex Presidente masculló impotencia cuando asistió al primer tedeum, el 25 de mayo del 2004, en el cual Bergoglio cuestionó “el exhibicionismo y los anuncios estridentes”. Pero volvió a su escritorio, releyó el mensaje y se tranquilizó. Cristina nunca volvió de su indignación. Ese fue el primer mojón de una relación compleja. A la Presidenta siempre le hizo ruido una denuncia sobre la desaparición en 1976 de dos curas jesuitas que dependían jerárquicamente de Bergoglio. Kirchner nunca quiso enredarse con esa historia.Pero la comunión conspirativa de ambos pudo más. A lo largo de su reinado episcopal, Bergoglio reiteró tres conceptos muy por encima del resto: la necesidad del diálogo, la lucha contra la pobreza y el combate contra la corrupción.El diálogo, en su estilo austero y escondedor, era una práctica que le apasionaba. Lo hacía con empresarios, políticos, periodistas, sindicalistas y dirigentes sociales. Siempre se habló de su dilección por Elisa Carrió y Gabriela Michetti. Pero enfrente de su modesta silla estuvieron socialistas, radicales, peronistas (Eduardo Duhalde y Daniel Scioli, entre varios) y hasta Mauricio Macri.Ese ejercicio nunca fue comprendido por los Kirchner, ciudadanos de las antípodas. Supusieron siempre que detrás de esa cortina, Bergoglio ocultaba aspiraciones de articulador político del arco opositor.Terminaron de convencerse, erróneamente, cuando el cardenal intervino durante el conflicto con el campo. Aunque sus invocaciones fueron sólo en torno a la búsqueda de una pacificación.Cuando Bergoglio aludía a la pobreza, los Kirchner lo interpretaban como un demérito de su gestión. Cuando refería a la corrupción, tal vez, los colocaba delante de un espejo incómodo. Ese vínculo traumático, a lo mejor, la priva a Cristina de entender esta oportunidad: que un cura jesuita, latinoamericano y argentino se haya convertido en Papa, por primera vez, en una milenaria historia.

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