La doctrina antibelicista nacida tras los horrores del nazismo se está transformando en estos días con la invasión rusa a Ucrania. Alemania se rearma y equipa a los ucranianos, una transformación de la mentalidad surgida del «Nunca más».
Cuando el canciller Olaf Scholz anunció hace dos meses al parlamento alemán que su gobierno había decidido otorgar a su ejército una suma especial de 100.000 millones de euros para renovar su equipamiento, la perplejidad corrió por todo el país; hasta los extraños vítores en el Parlamento tenían eso de nervioso de las celebraciones que asustan.
Todos habían escuchado en Alemania desde hace décadas las muy discretas quejas de los generales alemanes sobre el catastrófico estado de su armamento. Los cuartos vendedores de armas del mundo, los creadores y fabricantes de algunas de las máquinas de guerra más cotizadas del planeta, tenían para defenderse en casa apenas chatarra.
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En esa misma sesión del parlamento, la ministra de defensa Christine Lambrecht, con un tono patético, desgranó las miserias del ejército con estos números: la mayoría de los tanques y aviones tienen más de 40 años, solo el 30% de los barcos están en condiciones eficaces de uso, de 350 tanques Puma, solo 150 son utilizables, de 150 helicópteros, solo 9 en condiciones de volar… y la lista de parecía recortarse por puro pudor.
La razón de la miseria del ejército parece estar en una extraordinaria pedagogía pacifista que se ha incrustado en el alma del alemán moderno. En Alemania absolutamente cualquier día de cualquier año en alguno de los medios de comunicación, en escuelas y universidades, en cines y teatros, se presenta alguna nueva versión de los infinitamente variados crímenes del nazismo, siempre adosado a un pertinente ritual de la mea culpa y del “esto no debe volver a suceder”. Hablar de armar al ejército suena a un alemán como a vindicar un horror mil veces escuchado.
«Círculo de canje»
El segundo paso fue el primer envío de armas a Ucrania. Fue un paso extraordinariamente barroco que los alemanes llamaron “Círculo de Canje”: Alemania enviaba armas, principalmente tanques refaccionados, a Eslovenia, mientras que Eslovenia les daba sus propias armas alemanas, aún más viejas que las de la reserva del ejército alemán, a Ucrania. Obviamente que para los ucranianos los pudores alemanes fueron casi una ofensa: obligaban a convertir a sus combatientes en mecánicos, pero los alemanes alegaron que ellos mismos no tenían armas mejores.
El tercero fue hace tres semanas, con la decisión del gobierno alemán de enviar armas ahora sí directamente a Ucrania, que rompió otra línea crítica: no entregar armas a países en conflicto. El gobierno insiste en llamarlas armas defensivas, y para enseñar a usarlas ha traído a soldados ucranianos a campos de entrenamiento en Alemania.
Este tercer paso si produjo un enorme nerviosismo en la población; el consorcio de estatal de medios alemanes, la ARD, publicó hace pocos días una encuesta que muestra que el 63% de los alemanes temen que la situación con Rusia lleve a una guerra.
La pregunta decisiva es cuándo se puede decir que Alemania está tomando parte en esta guerra. «Lo que hace ahora Alemania es apoyar a Ucrania en su derecho individual de autodefensa», dice el profesor de Derecho Internacional de la universidad de Viadrina Heintschel von Heinegg. “Alemania sería parte del conflicto sólo si participara directamente en las hostilidades”.
Alemania se está moviendo siempre a lo largo de la delgada línea de la neutralidad; según Heinegg, instruir soldados o enviar armas de defensa sigue dejando a Alemania, desde el punto de vista del derecho internacional, al lado de los países neutrales.
599 bunkers
Pero la amenaza permanente de una guerra nuclear tiene al país en vilo. “Aunque un conflicto con una potencia atómica es siempre inquietante, no tenemos que caer en pánico”, dice la experta en seguridad de la Fundación Ciencia y Política Claudia Major, “aunque Rusia haga mucho ruido, no hay aviones rusos en estado de alarma ni se han activado las armas atómicas”
Los alemanes no se tranquilizan: desde el inicio de la guerra contra Ucrania la demanda por bunkers privados se ha centuplicado. El gobierno reconoció que hay 599 bunkers para un caso de guerra que podría albergar apenas 400 mil personas; hace 15 años atrás se decidió no hacer más mantenimiento a los antiguos refugios de guerra.
Cursos de supervivencia y autocultivo se han multiplicado por todo el país, mientras la población se mantiene dividida entre la solidaridad a Ucrania y el miedo a una participación en la guerra que jamás ha estado tan cerca. Todos saben que ya nadie puede ganar una guerra atómica, pero también que nadie quiere perder.