El imperio es el imperio


dantepino1 DANTE N. PINO ARCHONDO

Cómo se habría sonreído Lenin al escuchar la frase en boca de un indígena, de profesión cocalero y Presidente de una nación andina, donde el proletariado es incipiente y los campesinos son la vanguardia del proceso revolucionario.

Toda su estructura de pensamiento, habría sentido él, que se le hacía añicos. De acuerdo con sus enseñanzas, la revolución debe ser la obra de los proletarios, quienes guiados por el partido, instrumento político de la revolución, es el que instaura la dictadura, previa aniquilación de la burguesía y de su ejército. Los campesinos según su teoría, debían ser educados en los moldes de la revolución proletaria, pues el hecho de poseer o creer que la tierra les pertenece, los convierte en semillas del capital y su correlato el capitalismo.



Así que desde el punto de vista leninista, el campesinado no puede ni debe ser vanguardia de la revolución. ¿Esta fue una equivocación? No, al contrario, la práctica demuestra que tenía toda la razón. El campesino no es socialista, es capitalista por la propia realidad del trabajo que desarrolla y del comercio que realiza. Dentro de esta clase, en Bolivia, los cocaleros, son campesinos que están lejos de aceptar que la tierra pertenece al Estado y que su producto (la coca) sea comercializada por el Estado y su precio definido por él.

Resulta entonces que tenemos una contradicción enorme. Evo Morales se definió como marxista-leninista, desconociendo que son ellos los que lo descalifican como conductor de un proceso socialista, y al contrario de lo que él cree, su condición de cocalero, lo coloca en el molde del sistema capitalista de producción y comercialización.

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Si esto es así, Evo Morales miente a sus bases y engaña al incipiente proletariado nacional. Lo cómico de esta situación es que confunde a la pequeña, mediana y gran burguesía nacional, con la misma mentira que usa para sus movimientos sociales. Hacerles creer a todos lo que precisamente no es.

Y como parece que su confusión es muy grande, que termina confundiendo a todos. Piensa que por ser socialista, cocalero y Presidente de Bolivia, el imperio no es el imperio, es algo así como él: medio socialista, medio cocalero, medio nacionalista, medio capitalista y un total término medio en todo lo que hace.

Por eso expulsa al embajador, a la DEA, los acusa de conspiradores, y considera que haciendo todo esto, el imperio lo va a comprender y al contrario de lo que todos piensan lo va a premiar con la continuidad del ATPDEA. Y convencido de que su conducta es digna de aplauso, envía delegaciones al imperio, casi como un favor, una condescendencia diplomática innecesaria pero elegante, para que al imperio no se le ocurra suspender el acuerdo.

Está convencido, de que estar rodeado de Chávez, de Raúl Castro, de Ortega es suficiente para que el imperio le tema. Pues tener amigos como esos es para meterle miedo a cualquiera.

Resulta que llegada la fecha para conocer la decisión imperial, la cosa sale totalmente al revés. Le niegan la continuidad del acuerdo, pese a su condición de marxista – leninista, de cocalero y de sus amigos albarianos.

Con un rostro de velorio no planificado, declara que: “el imperio es el imperio”. Un verdadero fiasco. Porque de acuerdo a sus cálculos el Imperio no debería ser el Imperio, debería ser medio imperio.

Acto seguido resta toda la importancia al acuerdo, minimiza su impacto económico y de empleo y seguro de haber dado otra patada al imperio, muy suelto de cuerpo, les anuncia a los empresarios del ex ATPDEA, que le prestará el dinero para que paguen los impuestos, que se les cobrará de ahora en adelante. ¿No tenía razón Lenin para negarles a estos campesinos la calidad de revolucionarios?


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