A punto de que Evo Morales cumpla 8 años en el poder, se impone un balance de su gestión. Llama la atención que habiendo recibido Bolivia durante este periodo recursos económicos mucho mayores que los gobiernos precedentes, no se hayan registrado avances proporcionales en materia social.
Según datos del secretario de hacienda de la Gobernación cruceña, José Luis Parada, el país recibió nada menos que 120.000 millones de dólares entre el 2006 y el 2013, equivalentes a los fondos gastados en los 35 años anteriores a la llegada de Morales al Palacio Quemado.
Aproximadamente, la administración evista manejó 6 veces más dinero que sus predecesores. Fondos mayormente provenientes de la bonanza externa de los hidrocarburos por los altos precios internacionales, en base a las inversiones atraídas y la exploración realizada durante anteriores gobiernos (no hay un solo campo de gas nuevo descubierto durante la era Morales).
De igual forma, el instrumento jurídico que le permitió al Estado una mayor participación en la renta gasífera y petrolera es también anterior a Evo: hablamos de la Ley del IDH, aprobada en el 2005 con los votos en contra del Movimiento Al Socialismo.
En suma, el régimen cocalero ha estado cosechando lo que otros sembraron. Pero al menos podría haber sido medianamente eficiente en la inversión de esa cosecha. No hay, sin embargo, un avance de “6 veces más” en ninguna tasa social, ni mucho menos.
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En realidad, los indicadores sociales muestran una realidad muy similar a la de las administraciones precedentes. Algo que queda muy claro con las pocas cifras del Censo que han sido divulgadas, lo que podría explicar por qué no se ha hecho una difusión integral de los resultados de ese relevamiento.
Por ejemplo, existe una desaceleración en la tasa de asistencia escolar, que en el periodo “neoliberal” -entre los censos de 1992 y 2001 (nueve años)- creció de 72,32% a 79,71% (7,39 puntos porcentuales), contra un crecimiento mucho menor en el periodo 2001-2012 (once años, la mayoría bajo hegemonía del MAS), de 79,71% a 83,54% (apenas 3,83 puntos porcentuales).
Algo parecido pasa con la tasa de crecimiento en la alfabetización, que aparece estancada en torno a un 0,75% anual, siendo casi idéntica en ambos periodos.
Queda claro, entonces, que las tajadas mayores del gasto público han ido a parar a otra parte: en buena medida a la inmensa maquinaria propagandística-comunicacional dedicada a asegurar la perpetuación en el poder, y a los proyectos faraónicos o megalomaníacos del presidente…