La historia no se repite, pero rima: Crisis económica

 

Cuentan las crónicas del 19 de julio de 1982 qué, en medio de una de las peores crisis institucionales que le tocó vivir a las Fuerzas Armadas de Bolivia a lo largo del siglo XX, la junta de comandantes militares del ejército designaba a Guido Vildoso Calderón como presidente de la República. Esto se producía luego de que el dictador Luis García Mesa Tejada, renunciara al cargo, dejando en su reemplazo a Celso Torrelio, militar que no contaba con el respaldo de las principales figuras del ejército. La institución militar veía desmoronarse el poco prestigio que le quedaba, luego de una sucesión continua de gobiernos militares, de golpes y contragolpes que habían devastado la imagen del país.



Varios miembros activos del ejército que habían formado parte de la dictadura militar, permanecían reticentes a dejar el poder y pretendían sacar provecho de lo que menos existía en el país, como eran los recursos económicos que habían sido dilapidados. Los levantamientos de Alberto Natush Busch, en Trinidad, y Lucio Áñez, en Santa Cruz, contribuyeron a profundizar mucho más la terrible situación por la que atravesaba la institución castrense, los sectores sociales, grupos de trabajadores, obreros, campesinos, fabriles, entre otros, comenzaban a organizarse para recuperar las libertades ciudadanas y la democracia, que habían sido arrancadas de la forma más violenta.

La dictadura ‘garciamesista’ se sostuvo gracias a que pudo manejarse con base en prebendas, ofrecimientos, cargos y beneficios a grupos dentro de la misma cúpula militar. Aquellos grupos que intentaron derrocarlo, como el de Cayoja y Lanza, finalmente negociaron, terminando por brindarle su apoyo. Del otro frente, también existían grupos que no recibían ningún tipo de favor, lo que se iba sumando a los descontentos, agudizando cada vez más la crisis institucional.

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Tras el ascenso de Guido Vildoso Calderón, la propuesta inicial fue la de llamar a elecciones para el año siguiente, propuesta que fue rechazada, optando por convocar al congreso que había sido electo el año de 1980 para que designen al presidente y pueda así restituirse la democracia. El Congreso viabilizaba de esta manera la elección de Hernán Siles Zuazo como Presidente constitucional de la República de Bolivia, poniendo fin a los gobiernos militares que se habían instaurado en el poder desde 1964, comenzando el periodo de transición democrática.

Producto de sus gobiernos y de la gente que los elige de manera irreflexiva, Bolivia es uno de los países más pobres de Hispanoamérica. Una economía basada en la exportación de materias primas, fundamentalmente mineras, agrícolas e hidrocarburíferas, la ha orillado durante el curso de su historia a tener que superar condiciones extremas. En pleno proceso de transición y durante el gobierno de la Unión Democrática y Popular (UDP), se vivió uno de los procesos más críticos en lo económico, social y político.

Las características del gobierno de la UDP son recordadas por todos quienes tuvieron que soportar largas filas para el acceso a los productos básicos de la canasta familiar; los combustibles escaseaban y la pérdida del poder adquisitivo del peso boliviano sufría cambios en cuestión de minutos, provocando la acumulación de montañas de papel que no servían ni siquiera para comprar pan. La impresión descontrolada de papel moneda, desencadenó en uno de los peores procesos inflacionarios de su historia, haciéndose insostenible por mucho tiempo.

Para el año de 1984, la Central Obrera Boliviana (COB) paralizó por completo las actividades de los trabajadores, precipitando el 13 de abril la devaluación de la moneda (peso boliviano). Un largo período de inestabilidad política y un sindicalismo creciente fue adquiriendo protagonismo debido a las condiciones a las que estaban siendo sometidos los trabajadores, con lo que el panorama del retorno a la democracia era completamente sombrío.

La COB estaba controlada por la federación minera a la cabeza de Juan Lechín y los partidos políticos que sostenían al gobierno de Hernán Siles Zuazo, quienes pasaron rápidamente del apoyo incondicional a oponerse radicalmente a sus medidas. Paros, huelgas, manifestaciones y tomas de instituciones eran pan de cada día. Mientras tanto la economía continuaba en caída libre, el PIB en los primeros años experimentó un descenso del 10%, per cápita del 22%, el sector informal creció desenfrenadamente hasta llegar a superar el 50% de fuentes de empleo, la reducción de ingresos en los bolsillos de los bolivianos y la inseguridad comenzaron a abrir caminos desconocidos que conducían a realizar actividades ilícitas.

Para el año 1985, ante la incapacidad de los actores políticos de la época para brindar soluciones al grave problema, asumía la presidencia de Bolivia por cuarta vez el Dr. Víctor Paz Estenssoro, quien, apelando a medidas de “shock” recomendadas por organismos internacionales, comenzó a ejecutar políticas tendentes a liberalizar la economía y desburocratizar el aparato gubernamental. Estas medidas se fueron ejecutando progresivamente hasta el año 2003, tiempo en el cual una parte de la población decidió romper el orden constitucional, volviendo al periodo en el cual se había provocado un rotundo fracaso de los partidos de izquierda a la cabeza de Hernán Siles Zuazo.

Los avances en la recuperación económica estaban en pleno proceso, los recursos económicos de los que dispuso el país en los últimos años son producto de aquel proceso de capitalización e inversión extranjera. Las principales demandas enfocadas a: la creación de fuentes de empleo, vivienda, servicios elementales, descentralización del poder, entre otras que inciden directamente en la mejora de la calidad de vida de sus habitantes, probablemente hubiesen obtenido mejores resultados de no haberse malversado los recursos.

Producto de sus gobiernos y de la gente que los elige, Bolivia es uno de los países más pobres de Hispanoamérica. Se ha diluido una de las mejores oportunidades para salir de aquella condición de pobreza, oportunidad que le ha costado al pueblo boliviano una pérdida de los últimos cuarenta años, mientras el fantasma de la crisis continúa sobre la cabeza de la población durante los últimos doscientos años, con salvadas excepciones.

En la actualidad la incertidumbre es total, las fuentes de empleo informal superan el ochenta por ciento, mucho mayor al que se tenía en la década de los años ochenta, la impresión de billetes sin respaldo alguno convierte al boliviano (bs.) en papel mojado, aunque, sin lugar a dudas, ante el anuncio de la realización de los comicios para el año próximo, la población comience a ver a los políticos como los llamados para resolver este desaguisado, sin darse cuenta de que son ellos los que lo han provocado. La historia reciente nos invita a pensar, que la probabilidad de que terminen entregándole su futuro a los que se lo están robando, es muy elevada.

Carlos Manuel Ledezma Valdez

Escritor, docente universitario & divulgador histórico