199 años de ideas políticas en Bolivia

Una mirada a los argumentos esgrimidos históricamente en la disputa por el poder en nuestro país.

Por Fernando Molina



Fuente: La Razón

El punto sobre la i

Una identidad política, por ejemplo, la identidad nacional, es el resultado de la sucesión y acumulación de los procesos hegemónicos que la van conformando o, según la expresión más precisa de René Zavaleta, de sus “momentos constitutivos”.

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Durante los momentos constitutivos de la nación boliviana, determinadas ideologías o concepciones de Bolivia han ido apareciendo como articuladoras de la acción social. Y luego han perdurado como reminiscencias de esos momentos y como referencias perdurables de determinados grupos sociales en su lucha por capturar o conservar el poder. El propósito de este artículo es pasar rápida revista a estas ideologías constituyentes de la sociedad boliviana.

Colonia: el extractivismo rentista Los españoles encontraron aquí lo que en primer lugar habían venido a buscar: metales que extraerían sin parar, configurando con ello la identidad económica del país. Junto con esta actividad extractiva apareció un trilogía de creencias: 1) “La riqueza es el recurso (oro y plata)”, como parte de una mentalidad de la época, el mercantilismo, y de la generalización de la actitud del gambusino o buscador de minas; 2) “alcanzar una posición en el Estado permite acceder a la riqueza”, que resultó del sistema de prebendas, canonjías y encomiendas, y de la existencia de un nutrido cuerpo burocrático, y 3) “los indios son primitivos, mientras que los europeos y sus descendientes son civilizados; por tanto, los trabajos físicos, agrícolas y de cuidado corresponden a los indios, no a los blancos”, que surgió del propio hecho colonial.

Vamos a llamar a este triángulo la ideología “extractivista/rentista/racista” del país. Su importancia para la sociedad boliviana ha sido y es enorme. Ha mantenido su vigencia por la falta, a lo largo de la historia, de una vía modernizadora que no sea extractivista. Ha influido en élites, contra-élites y el pueblo, aunque de diferentes maneras en cada caso. El extractivismo ha sido minero, agropecuario, estatal (es decir, ha operado a través de la corrupción pública), etc. El rentismo se ha enraizado en el comportamiento general y la concepción boliviana del Estado. Con el tiempo el racismo ha quedado invisibilizado, pero de todas formas sigue operando de forma implícita.

INDEPENDENCIA: EL REPUBLICANISMO CHUTO

En vísperas de la Independencia, los criollos (blancos nacidos en el Alto Perú) necesitaron echar mano de una ideología que era extraña a sus hábitos e intereses, pero que les era útil porque defendía la igualdad de los miembros de la comunidad política frente al privilegio de nacimiento en el que se asentaban sus enemigos, los “peninsulares”. Eligieron el republicanismo, pero un republicanismo chuto, porque la comunidad política a cuyos miembros se le reconocía la igualdad era extremadamente minoritaria. Tanto que la revolución independista no consistió, en el fondo, en el paso de la opresión a la libertad, sino en la transición entre el privilegio racial de un estamento, el peninsular, al de otro, el criollo. Aunque los patriotas mentaran a Rousseau, seguían pensando que la desigualdad tenía un origen natural: el indio no era inferior por culpa de la sociedad, sino per se.

Sin embargo, no es cierto lo que se dice a menudo, que “la Independencia no cambió en nada las condiciones coloniales”. La activa participación de los indígenas en la lucha independentista transformó sin duda a este estamento colonial; fue entonces que comenzaron el largo proceso de su constitución como un sujeto social y político boliviano.

La incoherencia que entraña una “República racista” debilitó mucho la ideología republicana. Obstaculizó la aparición de las instituciones liberales representativas que la élite intentaba remedar de Europa. De esta disonancia va a surgir un sistema político formalmente democrático, pero esencialmente caudillista. La contradicción entre ambos aspectos del sistema político boliviano puede explicar la historia completa de este. En la época en que estamos, es decir, en las primeras décadas después de la Independencia, dicha contradicción explica que todos los partidos se proclamaran partidarios del “civilismo”, es decir, de una organización pacífica, legal y parlamentaria del país, y al mismo tiempo formaran gobiernos militares, se proclamaran dictadores, etc. El sistema era formalmente una cosa y realmente, otra. Y así se mantendría.

SIGLO XIX: LIBRECAMBIO VERSUS PROTECCIONISMO

Aunque mayormente confinadas a un pequeño estanque en el que solo nadaban los blancos y los mestizos prominentes, dos grandes corrientes se formaron en el siglo XIX con respecto a la relación del país y las potencias industriales del mundo. Estas dos corrientes fueron el librecambismo, que preconizaba la libre exportación de plata y la libre importación de manufacturas extranjeras, y el proteccionismo, que, haciendo eco de la creencia mercantilista que ya vimos, “la riqueza es el recurso”, buscaba prohibir que la plata saliera del país, y que las mercancías extranjeras entraran y destruyeran la débil industria nacional. El proteccionismo era conservador y regresivo, pero también populista, porque protegía a los trabajadores del desempleo. El librecambismo, en cambio, puede describirse como económicamente progresista, pero socialmente egoísta: no le importaba que toda una forma de economía con fuertes raíces sociales se derrumbara al entrar en contacto con la economía mundial, con tal de que los mineros pudieran vender su plata libremente. Eso se justificaba con la idea extractivista de que en Bolivia no existen condiciones de posibilidad para la manufactura. Aquí apareció una nueva creencia extractivista: “la exportación de recursos naturales es la única vía que tiene el país para acceder al progreso”.

1872, el año en que se aprobó la libre exportación de minerales y triunfó el librecambismo sobre el proteccionismo, fue el año de la incorporación de Bolivia al capitalismo y del nacimiento de la burguesía boliviana. Una burguesía, tómese en cuenta, de índole extractivista y articulada con los propietarios tradicionales de la tierra, cuyos antecedentes se remontaban a la Colonia. Por eso se la llamó “feudal-burguesía”.

El librecambismo y el proteccionismo, con sus características peculiares, dieron lugar a los dos “partidos” del siglo XIX o, mejor dicho, a las dos redes políticas que se formaron en la estela de dos caudillos fundamentales y que se enfrentaron denodadamente entre sí: el “septembrismo” (por la fecha en la que llegó al poder José María Linares), librecambista, y el “belcismo” (por el presidente Isidoro Belzu), proteccionista.

El linarismo era “decentista”: el futuro de Bolivia dependía de que la élite decente, es decir, blanca, conjurara la amenaza del caos cholo e impusiera el civilismo y el librecambismo.

Belzú apelaba a la cholada paceña artesanal con ideas anti elitistas similares a las socialistas utópicas; lo mismo hacía, en el oriente, Andrés Ibañez y sus “igualitarios”. Estos dos caudillos formaron los movimientos “nacional-populares” en una época en que aún no había condiciones para que tomara cuerpo una alternativa al dominio de la élite terrateniente. Por eso sus esfuerzos fueron breves, débiles y terminaron trágicamente, por muerte violenta.

I879-1929: TRADICIONALISMO VERSUS LIBERALISMO

La Guerra del Pacífico (1879) reconfiguró definitivamente a Bolivia. Entre otras muchas cosas, provocó el fin del militarismo que había dominado efectivamente la vida política del país hasta ese momento. La naciente burguesía aplicó el civilismo, que sus padres y abuelos solo habían sido deseado en teoría. Aparecieron dos partidos parlamentarios: el Conservador, que apelaba al decentismo y al catolicismo, y el Liberal, que era civilista radical, laico y darwinista social. Pese a ello, no hubo una democracia real: la mayoría indígena estaba excluida de participar y la oposición, ya fuera liberal o republicana, podía actuar en el Parlamento, pero no ganar las elecciones, así que tenía que acceder al poder a la mala.

La ideología conservadora era la natural de una élite terrateniente y por eso, tras su derrota por el liberalismo, se mantendría en la feraz Santa Cruz y confluiría en el falangismo del siglo XX. Sus elementos: la sociedad es un organismo en el que cada grupo tiene un rol determinado, el individualismo laico es pecado y se respeta la legitimidad tradicional del poder; deben seguir dominando los que siempre lo hicieron, los blancos dueños de tierras, con la sola exigencia de actuar de forma paternal, cristiana.

La incipiente modernización del país por el librecambismo dio lugar a nuevos grupos sociales con nuevas ambiciones que corroyeron la jerarquía tradicional que defendían los conservadores. Como resultado de este proceso, aparecieron los liberales, que proclamaban el progreso del país mediante la introducción de la ciencia en todas las áreas (inclusive en el campo del racismo, que comenzó a justificarse como el “triunfo de los más aptos”). El liberalismo, que llegó al poder en 1899 y dominó todo el resto de este periodo, era un liberalismo “feudal-burgués”, es decir, no industrial y que se abstenía cuidadosamente de toda reforma agraria, aunque sí planteara la “educación del indio”. Tampoco era especialmente anticlerical. Un liberalismo de mentiritas que expresaba a una burguesía minúscula pero riquísima que veía a Bolivia como un campamento minero del que había que salir volando lo más pronto posible.

1932-1985: EL NACIONALISMO REVOLUCIONARIO Y LA DEMOCRACIA

De las consecuencias de la Guerra del Chaco y bajo el influjo de las grandes ideologías radicales europeas, el marxismo y el fascismo, surgió la mayor ideología boliviana, el nacionalismo, que se planteó expropiar el excedente extractivo a la feudalburguesía y usarlo en la superación de las “dos Bolivias” que había creado la marginación de los indígenas y el atraso del área rural en contraste con la modernidad minera. Para ello había de emplear el instrumento político favorito del siglo XX: la revolución. La revolución nacionalista de 1952 emuló la de México de 1910 en la invención de la nación por medio del mestizaje cultural, la educación universal, la democracia popular y la entrega de la tierra a los indígenas convertidos en “campesinos”. La Revolución también fue el esfuerzo de las clases medias por desarrollar una modernización propia, con “diversificación” y “soberanía económica”, que liberara al país de la división internacional del trabajo, la cual le asignaba a Bolivia el rol de productora de materia primas. Este fue el aspecto de su programa en que fracasó de manera más rotunda: la “diversificación” consistió en una ampliación del extractivismo minero con otro extractivismo, el agrícola cruceño, y la industrialización siguió siendo la gran asignatura pendiente. Además, el país actuó como una ficha estadounidense en la Guerra Fría. También fracasó el mestizaje: limitadamente cultural y nunca corporal, se sobrepuso al racismo ancestral sin superarlo.

La Revolución desembocó en el estatismo militar como último baluarte del capitalismo frente a la radicalización marxista causada por la Revolución Cubana de 1959. El marxismo que quería el socialismo para Bolivia no tuvo mucho espacio en la Bolivia del siglo XX, primero por la propia Revolución Nacional, que cumplió las tareas básicas de la emancipación democrática y, segundo, por su aplastamiento físico en manos de los militares nacionalistas de los 70 y 80.

Puede decirse que el nacionalismo sí cumplió la trayectoria anticomunista que había diseñado en sus documentos fundacionales.

Los gobiernos militares fueron resistidos por los sujetos populares del nacionalismo, las centrales obreras y campesinas, que exigían libertades para su lucha sindical, y también por la izquierda, que en ese proceso se pasó del marxismo revolucionario a la democracia. Surgió así un bloque social que impuso la segunda más importante ideología boliviana: la democrática comunal (con pocas conexiones con el civilismo de la élite, que es decentista, un contraste que sería el gran malentendido del proceso democrático boliviano).

1985-2024: LAS IDEOLOGÍAS POSREVOLUCIONARIAS

Igual que el fracaso de las empresas estatales creadas por la Revolución propiciaron el aterrizaje en el país del neoliberalismo mundial, el fracaso de esta para retener el excedente en el país y usarlo para beneficio de la mayoría generó los marxismos posrevolucionarios de Sergio Almaraz, René Zavaleta y Marcelo Quiroga Santa Cruz. Y el ya anotado fracaso del mestizaje creó las condiciones de posibilidad del indianismo de Fausto Reinaga y su rechazo del “cholaje putrefacto”. Del reinaguismo se desarrollaron dos vertientes: el katarismo, que apuntó a construir el Estado Plurinacional boliviano, y el indianismo, que planteó el retorno del Qullasuyu.

La suma de nacionalismo, katarismo, marxismo posrevolucionario y democracia comunal, aunque con contradicciones internas, constituyó la ideología que a comienzos de este siglo chocó brutalmente contra el neoliberalismo y su democracia civilista, y estructuró el pensamiento del “proceso de cambio”. Esta es una mezcla que en el pasado hubiera sido inconcebible, pero que posibilitó el posmodernismo de las sociedades actuales.

(*) Fernando Molina es periodista y escritor

Fuente: La Razón