Sustitución de la importación de diésel ¿mentira o verdad?

 

 



Según el informe económico presidencial del pasado domingo, se ha establecido de manera oficial que el año 2023, se ha consumido en el mercado interno, tanto por el sector público como privado, 15 millones de barriles de diésel oíl, lo cual equivale a 41.096 barriles por día o 6.553.712 litros cada 24 horas.

Entre las respuestas para resolver la crisis económica en Bolivia, se habló de incrementar la producción de biocombustibles mediante 3 plantas estatales, una en Santa Cruz, que tiene una capacidad de producción 1.500 barriles por día, otra en proceso de construcción en La Paz, que tendrá la misma capacidad instalada, y una tercera (en licitación) en Puerto Suárez, con tecnología HVO, que tendrá capacidad de 9.000 barriles de biodiesel por día.

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Si hacemos un poco de números, y suponiendo que al día de hoy las 3 plantas producen al máximo de su capacidad, supondría que su producción diaria sería de 12.000 bbl/día o unos 4,38 millones de barriles al año, lo cual, solo cubriría el 29% de lo que demanda nuestra economía. Recordando, la proyección del gobierno puso como meta para el 2026 una sustitución de la importación de diésel del 90%, es decir, solo importaríamos un 10% de lo que consumimos de este carburante. Pero de esa cifra, 60% corresponde a las plantas citadas líneas arriba, pero, a la fecha solo está produciendo una en Santa Cruz, pero no a su capacidad instalada, ya que desde su puesta en marcha hasta la fecha solo produjo 25.916 barriles, es decir 144 bbl/día, es decir apenas el 0,96% de su capacidad diaria.

Otro factor es que hay una idea equivocada respecto a que los biocombustibles, en el caso específico el biodiésel, va a sustituir el diésel oíl siquiera a largo plazo en nuestro país, esto por las siguientes breves razones:

  1. El biodiésel es el producto de una de la mezcla de una serie de componentes de origen orgánico como por ejemplo el aceite de soya, un alcohol (metanol o etanol) y un catalizador. Sin embargo, el biodiésel para que sea usado en algún vehículo automotor se debe mezclar con el diésel oíl, es decir, no se lo usa directamente o de manera pura. Nuestra normativa actual indica que es 88/12, es decir 88% diésel y 12% biodiésel.
  2. Es decir, continuando con el punto anterior, a pesar de que produciríamos biodiésel, inclusive con las 3 plantas estatales al máximo de su capacidad instalada, igual se requiere el diésel oíl para mezclarse con este biocombustible. Por lo tanto, no habrá una plena sustitución de la importación de este carburante y menos en la magnitud planteada, y peor hasta el 2026, por esta y otras razones.
  3. Respecto al uso del aceite de soya o girasol como materia prima del biodiésel, se requeriría ampliar la frontera agrícola o el uso de biotecnología para incrementar la producción y productividad de estos granos, lo cual implica mayores inversiones y un costo ambiental alto. La demanda de la industria del biodiésel supera ampliamente la actual oferta del sector agrícola, lo cual puede poner en riesgo la principal agroindustria del país.
  4. Los agroindustriales de la soya y del alcohol tendrán que determinar si es conveniente proveer estas materias primas a YPFB o exportarlos a mejor precio en los mercados internacionales, para ello se requieren políticas públicas que incentiven a ello, además de precios competitivos. Pero, no hay buenas experiencias en la provisión al Estado, en el caso de los cañeros, se los adeuda actualmente cerca de $us. 10 millones
  5. Las inversiones en la industria de biocombustibles a gran escala, más si se desea sustituir en algo la importación del diésel, es costosa. Más allá de un gravamen y arancel cero para incentivar al sector privado, en esta coyuntura es muy difícil que algún empresario nacional se anime a hacerlo, por la inestabilidad de política y económica del país, baja seguridad jurídica, y por los mismos riesgos y condiciones inherentes a este mercado.
  6. No solo es implementar plantas de biodiésel como una política aislada, más todo lo contrario debería ser integral. Se requiere un almacenaje y transporte especial para el biodiésel, el cual no existe actualmente en el país. Es un tema bastante complejo, que como se indicó, requiere hasta ductos especiales para transportarlos de las refinerías a otros departamentos.
  7. Como se mencionó, para que sean usados por los vehículos en nuestro país, se debe mezclar el biodiésel con el diésel oíl que usamos diariamente. Pero con el actual parque automotor, el cual incluye también a las maquinarias y equipos de la agroindustria, son muy pocos los que lo podrían usar con eficiencia este carburante mixto. El biodiésel como tal, en estado puro, sirve de muy poco con nuestra actual matriz energética.
  8. Claramente, la industria del biodiésel en nuestro país, no disminuirá de manera importante, ni a largo plazo, la importación del diésel oíl, por todas las razones explicadas anteriormente. El sector público tiene problemas fiscales y de solvencia para garantizar el pago a sus proveedores para la fabricación de biocombustibles e inclusive en la compra del diésel oíl para el mercado interno, salvo que se siga recurriendo a una mayor deuda externa, y en consecuencia mayor déficit fiscal.
  9. En el caso del sector privado, no están dadas las condiciones para invertir en este rubro, dada su fragilidad, y además que esta industria, tal como está planteada, carece de sinergia e integralidad. Los agroindustriales, seguro, van a preferir exportar la soya y sus derivados, a buenos precios, con pagos garantizados en el mercado exterior. No hay muchas certezas todavía para pensar en alianza público/privada sostenible en este rubro industrial.

En resumen, la realidad supera a las proyecciones, muy optimistas, por cierto. Es más fácil, por ahora, reajustar el gasto público o que Evo y Arce se reconcilien, a que el biodiésel sustituya en Bolivia el consumo masivo del diésel oíl. No se puede sembrar una semilla, si no preparas bien el terreno.

Luis Fernando Romero Torrejón

Pdte. Colegio Departamental de Economistas Tarija