Emilio Martínez Cardona
La humareda de dinamitazos y pirotecnia, física y discursiva, desplegada por el evismo en su avance hacia La Paz (una pequeña “Marcha sobre Roma” del Mussolini del Chapare), quizás nos esté distrayendo de ciertos movimientos profundos, desplazamientos de placas tectónicas que van teniendo lugar al interior del partido de gobierno, sobre todo a medida que las opciones presidenciales más obvias del oficialismo se desgastan mutuamente y comienzan a surgir terceras y cuartas alternativas.
Un neomasismo se rearma ideológicamente desde España, con un ex ministro de comunicación del evismo y el apoyo de la vicepresidenta Yolanda Díaz (Sumar, izquierda radical) para impulsar una nueva plataforma, basada más en el seudo-ecologismo que en el agotado seudo-indigenismo.
Como carta de renovación generacional, Andrónico Rodríguez habría tenido parte del perfil para ser el candidato ungido por esta corriente, pero las posturas moderadas del presidente del Senado en varios temas son un límite para este armado desde España, que viene teñido con las obsesiones del wokismo. De ahí que este neomasismo no descarte activar a María Galindo para las elecciones del 2025, pero ésta ya sería la opción nuclear.
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Los planes estratégicos también incluyen promover indirectamente (cobertura de prensa, encuestas) a otros sectores políticos, que comparten el discurso que generaliza o estigmatiza al modelo agropecuario cruceño como “depredador”, con el objetivo de re-hegemonizar a la oposición en un espacio “socialista democrático”.
Mientras tanto, el ministro de gobierno Eduardo del Castillo hace su propio juego como potencial vicepresidenciable y le ha echado el ojo al “modelo Bukele”, no sólo en la demagogia de seguridad sino también en la manipulación de redes sociales focalizada en los centennials (votantes primerizos).
Por otro lado, la Gobernación del departamento de La Paz, que hasta ahora era una suerte de “quinta rueda del carro”, puede volverse apetecible después del descubrimiento gasífero de Mayaya, por inflados que estuvieran los resultados. Esto, pensado como bastión de repliegue temporal para algún actor relevante del gobierno, que podría seguir haciendo política regional de etnicidad dura, IDH en mano.
En cualquier caso, el masismo ya no puede mostrarse en ninguna de sus variantes como una garantía de “cohesión o gobernabilidad social”, según la tesis que Álvaro García Linera esgrimió en el 2005 y que tanto ayudó a ese partido a llegar, engañosamente, al poder. El partido azul es, ahora, una tumultuosa colección de fragmentos enfrentados, una formación abigarrada productora de niebla cognitiva, confusión y caos.