La edad dorada de Beirut

Viendo las imágenes de las bombas cayendo sobre Beirut, nos da la impresión de que la vida en esa ciudad siempre ha sido igual de terrible. Olvidamos que Beirut tuvo su época de esplendor.

Fuente: https://ideastextuales.com



Un tiempo de brillo sin igual, en el cuál la gente convivía en paz, a pesar de las diferencias. Fue una urbe que desde mediados del siglo XX hasta finales de los 60 se le llamó el «París de Oriente Medio». Brillando como un faro de modernidad y libertad en una región marcada por la agitación política y las transformaciones sociales. Era un lugar que hacía soñar a todos, un refugio para artistas e intelectuales, un paraíso para el turismo.

Todo comenzó el 1 de septiembre de 1920, en una ceremonia en Beirut, cuando el general francés Henri Gouraud proclamó el nacimiento del Estado del Gran Líbano. Tras décadas de dominio otomano, el Líbano emergía en la esfera internacional. Poco más de veinte años después, en 1943, alcanzó su independencia. Aquella joven nación, diversa y compleja, comenzaba a escribir una historia marcada por la coexistencia de dieciocho grupos religiosos. Fue en las décadas de 1950 y 1960 cuando Beirut se convirtió en una urbe cosmopolita, un crisol de culturas que se abría paso entre la tradición y la modernidad.

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El dinero y la creatividad fluían en Beirut. La ciudad acogía a artistas, escritores y músicos que dotaron a sus calles de una atmósfera de libertad e innovación. La capital libanesa danzaba a ritmo de rock and roll, con sus jóvenes luciendo minifaldas y gafas de sol mientras disfrutaban de un ambiente liberal y cosmopolita. Beirut se llenaba de arte, de nuevos hoteles y de moda, en una época en la que la ciudad se convirtió en un símbolo de modernidad en el mundo árabe.

La independencia recién ganada y el auge del panarabismo liderado por el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser favorecieron la emancipación de las mujeres, lo que se percibía no solo en Líbano, sino en países como Egipto, Siria e Irán. Beirut fue el lugar donde la dolce vita oriental alcanzó su máxima expresión

Sin embargo, detrás de esa atmósfera de glamur y cosmopolitismo, se escondía una fragilidad latente. La edad dorada de Beirut se desarrolló en un contexto regional volátil, donde las tensiones religiosas, políticas y sociales comenzaban a hacerse cada vez más visibles. Las universidades se convirtieron en epicentros de protesta, y en las fábricas se gestaban huelgas contra el creciente resentimiento hacia lo occidental. Las oleadas de refugiados palestinos que llegaron al Líbano aumentaron la presión en una sociedad ya marcada por profundas divisiones.

Según Sam Bardaouil, curador de la muestra ‘Beirut and the Golden Sixties. A manifesto of Fragility’, Beirut era un espacio de libertad y de intercambio cultural, un lugar donde las ideologías y los modos de vida se entrelazaban y enriquecían mutuamente, aunque también generaban tensiones. «Cuando tantas ideologías y modos de vida conviven en un lugar tan pequeño […] llegamos a un punto en el que la guerra es inevitable», reflexiona.

A finales de los 60 y principios de los 70, el equilibrio se rompió. La muerte de Nasser en 1970 trajo consigo una nueva ola de inestabilidad en la región. En Beirut, el resentimiento y las tensiones comenzaron a bullir a medida que la ciudad se sumía en la polarización política. Las calles que una vez fueron símbolo de modernidad y libertad se convirtieron en escenario de enfrentamientos y protestas. La Guerra del Yom Kipur en 1973 y los conflictos en la frontera sur del Líbano marcaron el inicio de un período oscuro para el país. ¿Acaso esa época fue realmente un tiempo de esplendor, o una frágil burbuja que estalló al enfrentar las realidades políticas y sociales del Líbano y de Oriente Medio? Es algo difícil de responder. Dependerá desde que prisma veamos el asunto.

Beirut ha vivido la reconstrucción y la destrucción en un ciclo aparentemente interminable. El sentimiento generalizado entre sus habitantes es que el país «es siempre un campo de batalla para resolver por las armas las rivalidades exteriores», señala la periodista Rosa Meneses. La guerra civil de 1975 a 1990 dejó cicatrices profundas y destruyó gran parte de la infraestructura que hacía de Beirut una ciudad pujante. Sin embargo, pese a la devastación, la esencia de la ciudad ha continuado resistiendo, incluso mientras sufre los embates de nuevos conflictos y crisis económicas.

Actualmente, Beirut se enfrenta a desafíos enormes, desde la lucha interna por el poder hasta el colapso económico. La capital libanesa sigue siendo un lugar donde coexisten las aspiraciones de modernidad y los traumas del pasado. «Vives entre una guerra y otra, y reconstruyes y luego todo se destruye y luego reconstruyes de nuevo», dice el director de teatro Achkar, reflejando un sentimiento compartido por muchos libaneses.

El Beirut de los años 50 y 60 fue un faro de esperanza y modernidad en un mundo marcado por la inestabilidad. Su cosmopolitismo y efervescencia cultural ofrecían un ejemplo de lo que podía ser una sociedad abierta y diversa en Oriente Medio. Hoy, la capital libanesa sigue buscando reconstruirse, manteniendo en su memoria la añorada edad dorada, un tiempo en el que la vida se vivió a plenitud, aunque siempre bajo la sombra de la incertidumbre.

Beirut es, al final, un símbolo de resiliencia. Ha sido devastada y reconstruida tantas veces que su historia parece escrita por los dioses del mito. Y así, persiste la esperanza de que algún día la ciudad pueda volver a ser esa capital abierta y luminosa que una vez fue.

Por Mauricio Jaime Goio.