A partir de ahora su nombre queda inscrito en la lista de ganadores de un reconocimiento que pocas mujeres y aún menos voces asiáticas han alcanzado.



El anuncio fue contundente. La Academia Sueca destacó a Han Kang «por su intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana». La escritora, famosa por su novela La vegetariana (2007), es conocida por su estilo lírico, que navega entre las rendijas de lo dicho y lo no dicho, de los gestos pequeños que esconden historias gigantes. Desde entonces ha sido vista como una autora que navega entre la incomodidad, las tensiones invisibles y las heridas abiertas, que la sociedad coreana prefiere ignorar.

Hay algo inquietante en la manera en que sus historias fluyen, erosionando poco a poco los cimientos de lo que entendemos como vida cotidiana. La Vegetariana, su obra más aclamada, es un buen ejemplo de esto. La trama es sencilla: Yeong-hye, una mujer común y corriente, decide dejar de comer carne. Pero este acto, que podría parecer trivial, desencadena una serie de reacciones brutales en su entorno, llevándola a un aislamiento profundo y doloroso.

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Esta novela no solo explora la incomprensión que sufren las personas que se desvían del molde social, sino también la violencia que subyace en el control de los cuerpos. «Es una novela sobre la resistencia y el cuerpo como campo de batalla», ha dicho la autora. Lo fascinante es cómo, en medio de esa resistencia, Kang logra que el silencio sea el protagonista. Un silencio que no es vacío, sino cargado de significado, de tensiones reprimidas, de gestos que nunca se expresan del todo.

Otra obra suya, Actos Humanos (2018), profundizan en las heridas históricas de Corea del Sur, particularmente en la masacre de Gwangju, un episodio oscuro de represión militar contra estudiantes. Esta novela destaca por su capacidad de transformar el dolor colectivo en una obra de profunda reflexión sobre la memoria y el olvido. A través de su prosa, la autora devuelve la voz a aquellos que fueron silenciados por la violencia, pero lo hace de una manera delicada, como si las palabras tuvieran miedo de romper el frágil equilibrio entre recordar y revivir el trauma.

Uno de los temas recurrentes de su obra es la relación entre el cuerpo y el alma. En sus textos, el cuerpo no solo sufre, sino que es el espacio donde se manifiestan las heridas psicológicas y emocionales. En La vegetariana, el cuerpo de Yeong-hye se convierte en el epicentro de su resistencia, pero también de su colapso. En Actos Humanos, los cadáveres de los estudiantes masacrados en Gwangju son el símbolo de una sociedad rota que trata desesperadamente de mantener una apariencia de normalidad.

«Escribo desde el cuerpo», ha declarado en múltiples entrevistas. Los cuerpos en su obra no solo existen, son el recipiente de sufrimientos, deseos incumplidos, de traumas que nunca se superan del todo. A través de ellos explora la fragilidad de la existencia humana, ese delicado equilibrio entre la vida y la muerte, entre la resistencia y la rendición.

Con este premio se une a un selecto grupo de autores que han redefinido la literatura contemporánea. Su prosa nos recuerda que las historias más poderosas no siempre necesitan grandes gestos o tramas complicadas. A veces, basta con el silencio, con lo que no se dice, para capturar el alma humana en toda su complejidad.

por Mauricio Jaime Goio.