Thadhashy y Cristian fueron retenidos. Thadhashy contactó a su esposa para conseguir 28 mil bolivianos, y junto a su cuñada y un amigo, llevó el dinero, pero también fueron secuestrados y asesinados. Se manejan hipótesis sobre una venta fallida de armas y una posible conexión con el narcotráfico.
MARIELA COSSÍO M.
Fuente: Opinión
Lo que comenzó como un día común en Pucamayu, una comunidad situada a unas cuatro horas de la ciudad de Cochabamba, se transformó en un escenario de horror. En esta localidad, cuyo nombre, traducido del quechua, significa “río rojo”, la violencia irrumpió con la brutalidad de un quíntuple asesinato que ha sacudido tanto a la población como a las autoridades. Cinco personas fueron asesinadas, y aunque las investigaciones apuntan a diversas hipótesis —incluyendo una venta fallida de armas y posibles vínculos con el narcotráfico— la incertidumbre sigue latente.
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Tres de las víctimas pertenecen a una misma familia: los hermanos Thadhashy Félix y Auristela Liza Loroña M., junto con la esposa de él, Trinidad Muñoz P. También fue encontrado muerto Juan Carlos Román M., militar en reserva activa y amigo de Auristela. La quinta víctima, Cristian Serna C. (de 18 años), aún no ha sido hallada. Según la declaración de Ernesto A. Ch., de 34 años, él reconoció haber causado la muerte de las primeras cuatro personas utilizando una escopeta. En el caso de Cristian, explicó que este habría sido sepultado vivo, de rodillas, en una fosa en el monte.
CRONOLOGÍA: LOS HECHOS DECISIVOS
Todo comenzó el martes 12 de noviembre. Según el informe del viceministro de Régimen Interior y Policía, Jhonny Aguilera, ese día Cristian y Thadhashy emprendieron su viaje. A las 07.20, el vehículo rojo, al mando de Thadhashy, pasó por la zona de Tutimayu, en Sacaba. A las 07.47, circulaba por la tranca de Aguirre, cerca de Colomi. Más tarde, a las 12.47, el conductor se comunicó con su esposa, Trinidad M., para pedirle que consiguiera 27.800 bolivianos a fin de garantizar su liberación.
En los audios de la conversación entre los esposos, se escucha a Thadhashy decir que estaba amarrado y que, si no entregaban el dinero, lo colgarían. Según su relato, lo habían acusado de estafas y robos, y lo mantenían “retenido”. A las 14.30, Trinidad M. presentó la denuncia en la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de Sacaba. Según el viceministro, al recibir la alerta, la Policía envió un equipo de Inteligencia al lugar; sin embargo, antes de obtener respuestas, la familia decidió actuar por su cuenta.
Trinidad llamó a su cuñada, Auristela Liza L., quien a su vez contactó a su amigo Juan Carlos R.M. Ambos formaban parte de la Fuerza Aérea Boliviana: Auristela trabajaba como maestra en la Escuela de Idiomas, mientras que Juan Carlos era militar en reserva activa. Las tres personas llegaron a Pucamayu con la suma de dinero exigida, pero, alrededor de las 00.45 del 13 de noviembre, Cristian S., según la versión de Aguilera, los identificó como los “proveedores del armamento”. Para ese momento, los comunarios ya creían haber capturado al “jefe” de una banda de estafadores y ladrones, como se escuchó en audios filtrados de grupos de WhatsApp de la comunidad. Estaban decididos a no conformarse solo con los 27.800 bolivianos y buscaban que el caso tuviera un desenlace mucho más severo.
El 16 de noviembre, a las 07.00, se realizó un sobrevuelo sobre la comunidad de Pucamayu. A las 18.00 de ese mismo día, Ernesto A. Ch., quien habría confesado su participación en los crímenes, fue detenido. El 17 de noviembre, se realizaron entrevistas con los comunarios, y el 19 de noviembre se ejecutó una operación de búsqueda, que culminó con el rescate de cuatro cuerpos, los cuales se encontraban en una misma fosa, una semana después de la llegada de las víctimas a la comunidad.
Cristian se hacía pasar por militar, ya que en algún momento había sido cadete, aunque había sido dado de baja del Ejército. Según Aguilera, este detalle jugó a su favor, pues su conocimiento de la jerarquía y el dialecto militar le permitió ganarse la confianza de los comunarios, quienes creyeron en su versión.
CONFESIÓN: LA VERSIÓN DEL AUTOR
Ernesto A. prestó su declaración informativa, en la que relató que conoció a Cristian hace aproximadamente 11 años. Se encontraron nuevamente por casualidad en octubre y le preguntó a Cristian a qué se dedicaba. Este respondió que era militar y trabajaba en el cuartel de Colomi. Según Ernesto, Cristian le ofreció inicialmente una pistola, y él entregó 2.000 bolivianos como adelanto. Luego, le comentó que también tenía rifles de asalto, y, en cuotas, terminó entregándole 27.800 bolivianos. Sin embargo, el supuesto vendedor posponía continuamente la entrega de las armas.
Poco antes del 12 de noviembre, Cristian le ofreció cuatro rifles y le pidió que buscara interesados. Según Ernesto, él le dijo que había personas dispuestas a comprar, pero que eran adultos mayores y requerían que la transacción se realizara en persona, en la comunidad. Al llegar alrededor de las 09.00, sin las armas y con la excusa de que la entrega se haría en unos días, Ernesto se molestó y lo acusó de estafa. Con su padre, Juan A., y sus amigos Juan C. y Sergio P., además de otro hombre, un “nuevo afiliado”, ataron a los visitantes y los llevaron hasta un galpón donde los comunarios estaban reunidos. Allí, quien había entregado el dinero expuso su caso.
En ese lugar, Cristian dijo que todo el dinero recibido había sido entregado a su jefe. Luego, Thadhashy les habría dicho que Cristian trabajaba para él. Según Ernesto, en su cédula de identidad figuraba como militar, y además, habría mencionado haber participado en los conflictos de Parotani, uno de los puntos más críticos durante los bloqueos impulsados por simpatizantes del expresidente Evo Morales.
Ernesto relató que Thadhashy llamó a su esposa, y después de varias horas, ya en la madrugada del 13 de noviembre, ella, acompañada de la hermana y un amigo, llegó al galpón. Trinidad colocó el dinero sobre la mesa. Al mostrar sus carnets de identidad, se descubrió que algunos pertenecían a la institución militar. Según el testimonio de Ernesto, esta revelación provocó una reacción de indignación entre los comunarios, quienes, en un estado de creciente enojo, decidieron tomar una medida extrema. Esto, supuestamente, debido a que el grupo habría sido reprimido con agentes químicos en Parotani.
Ernesto declaró que a él y a los otros cuatro hombres se les dio la orden de llevar a las cinco personas hasta el río Tizón Mayu, donde se tomarían medidas drásticas; quemarlos vivos. Cristian conducía el auto rojo, mientras que los demás secuestrados, con las manos atadas, estaban en los asientos traseros. Los comunarios, por su parte, los seguían en motocicletas.
Cuando llegaron al lugar, Cristian pidió ir al baño, pero en realidad intentó escapar. Según Ernesto, primero mataron a Thadhashy y luego a las otras tres personas. Después, incendiaron el auto con gasolina. Finalmente, encontraron a Cristian. Estaba durmiendo en unos platanales y lo obligaron a cavar su propia fosa y lo enterraron vivo.
¿QUÉ DICEN LOS FAMILIARES DE LAS VÍCTIMAS?
Auristela M., madre de Thadhashy y Auristela Liza, y suegra de Trinidad M., rechazó cualquier vínculo de sus hijos y nuera en la venta de armas. Afirmó que su hijo no era militar, sino taxista, y que su única relación con Cristian S. había sido como pasajero de su servicio, pues lo contrató en dos ocasiones previas para viajar a Colomi, además de esta última. También precisó que su hija era personal civil de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB), ya que trabajaba como maestra en la Escuela de Idiomas. Por su parte, su nuera laboraba en el Departamento de Posgrado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS).
En tanto, la esposa de Juan Carlos R.M. negó cualquier vínculo entre su esposo y los demás fallecidos, así como su implicación en la supuesta venta de armas. Explicó que lo único que hizo su esposo fue intentar ayudar a Auristela Liza, quien había sido su compañera de trabajo. Según relató, su hijo le informó que la profesora había llamado insistentemente a su esposo esa tarde, lo que habría motivado a Juan Carlos a salir de su casa, aunque sin especificar su destino. La familia denunció su desaparición ante la Policía y, una semana después, conoció el trágico desenlace.
¿Y EL NARCOTRÁFICO? LA POSIBLE CONEXIÓN DETRÁS DEL CRIMEN
El abogado de la familia, Lurwyn Ledezma, señaló que Juan Carlos había prestado 30 años de servicio en la institución, de los cuales 29 fueron en funciones administrativas. Era padre de dos hijos. Ledezma solicitó una investigación exhaustiva sobre los móviles del caso, ya que considera que el trasfondo es mucho más complejo que la venta de armas. En su opinión, podría haber una vinculación con el tráfico de sustancias controladas, aunque aclaró que el suboficial no tenía ninguna relación con actividades ilícitas.
El viceministro Aguilera adelantó que, al ingresar la Policía y la Fiscalía a la zona, se identificaron plantaciones de marihuana.
LA DESPEDIDA
El 21 de noviembre, los cuerpos de las víctimas fueron despedidos en el Cementerio General de Cochabamba. Los primeros en llegar fueron los de los hermanos Thadhashy y Auristela Liza Loroña M. Poco después arribó el cuerpo de Juan Carlos Román M., militar en reserva activa. En cuanto a la familia de Trinidad Muñoz P., esposa de Thadhashy, optaron por la cremación.
Respecto al único detenido, actualmente se encuentra bajo detención preventiva en el penal de San Sebastián Varones por un periodo de seis meses, imputado por los presuntos delitos de privación de libertad y asesinato, según informó el fiscal departamental de Cochabamba, Osvaldo Tejerina.
Las hipótesis sobre los motivos del crimen son diversas, con cada familia inclinada hacia una teoría distinta. Mientras tanto, la Fiscalía y la Policía continúan investigando para esclarecer los móviles detrás de estos crímenes y capturar a todos los involucrados, incluyendo a las personas identificadas como presuntas coautoras.
El propósito de los autores era ocultar los crímenes y eliminar toda evidencia.
Fuente: Opinión