La situación económica del país como resultado de la aplicación del Modelo Económico, Social, Productivo y Comunitario (MESCP) que fue presentado con bombos y platillos el 2006, como la esperanza para que Bolivia salga de pobreza, se puede comparar con un puente viejo y mal construido que, en su inauguración, parecía firme y prometedor.
Al principio, generó muchas expectativas positivas y soportó el tránsito de quienes buscaban cruzar hacia un futuro mejor. Sin embargo, con el tiempo, los cimientos débiles, basados en políticas expansivas del gasto público, crecimiento desmesurado y peligroso del endeudamiento interno y externo, poca o nula diversificación productiva, creación de empresas públicas sin importar su viabilidad o sostenibilidad, regulaciones y restricciones excesivas a la producción y exportación, todos esto llevó a que se muestren las grietas y debilidades que tenía.
Cada día, los bolivianos intentan avanzar y cruzar el puente, pero el mismo no fue diseñado para soportar el peso y la actividad productiva necesaria que se requiere para lograr un crecimiento sostenible, debido a su débil estructura.
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Los pilares de la economía, como la propiedad privada, la inversión, la producción, la libertad y seguridad jurídica, la productividad y la competitividad, la industrialización, la diversificación productiva y el empleo formal, entre otros, han sido descuidados, y cuando se han dado los desequilibrios y la crisis, el gobierno solo ha puesto parches superficiales en lugar de reforzar la estructura, aplicando políticas coyunturales que no han dado resultados, en vez de aplicar políticas estructurales que permitan eliminar las causas principales.
Ahora, las grietas se hacen mucho más visibles, los cimientos se tambalean, y el puente amenaza con colapsar, dejando a la población al borde del abismo y en una crisis profunda, con un déficit fiscal consecutivo de 11 años (2013 al 2024), de aproximadamente 3.000 millones de dólares americanos cada año; déficit comercial en los últimos años por la caída de las exportaciones, de las remesas y de la inversión extranjera; de ser un país exportador neto de hidrocarburos nos hemos convertido en un país importador neto, llegando a un déficit de 950 millones de dólares para el 2023; de tener unas RIN por 15.123 millones de dólares el 2014 con aproximadamente 90% de las mismas en divisa norteamericana, para terminar el 2023 con solo 1.709 millones, donde más del 90% está en oro y solo un 10% en divisa norteamericana; de pagar doble aguinaldo en el año 2013, a estar en riesgo el pago de aguinaldo para el 2024, porque las empresas no tienen la capacidad financiera para cubrir esta obligación en el tiempo establecido; de tener el tipo de cambio de 6,96 bolivianos por 1 dólar hasta el 2022, a la creación de un mercado paralelo con un tipo de cambio de 10.50 bolivianos o más por 1 dólar, etc.
El modelo económico actual tiene muy poca capacidad de producir y crear riqueza, pero, además, no ha creado rutas alternativas ni mecanismos de rescate para situaciones de crisis como la que estamos viviendo en el país. Si no se toman decisiones estructurales, este puente terminará derrumbándose, dejando a millones de bolivianos sin una vía segura y sostenible para, primero, salir de la crisis y luego lograr el desarrollo deseado.
Msc. Ruddy Sanguino
Economista y profesor universitario UAGRM