La evolución del agujero de ozono en 2024: por qué se registró una recuperación momentánea y cuándo podrá cerrarse


Gracias a la prohibición de gases clorofluorocarbonos (CFC), que son los químicos responsables de su deterioro, la brecha ha disminuido unos 20 millones de kilómetros cuadrados. La razones detrás de estos cambios, según los expertos.

Fuente Infobae

El agujero en la capa de ozono sobre la Antártida, un fenómeno que ha preocupado a la comunidad científica desde la década de 1980, mostró avances significativos en 2024 que alientan a un próximo futuro cierre.



Informes de la NASA, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y el Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS) indican que su tamaño y evolución se alinearon este año más estrechamente con la media histórica, marcando un año prometedor en el camino hacia la recuperación completa. Es que la capa de ozono está en camino a su recuperación total, algo que sería posible para el año 2066 en la Antártida, 2045 en el Ártico, y 2040 en el resto del mundo.

“El agujero de ozono sigue existiendo. Se forma sobre la Antártida todos los años, más o menos a comienzos o mediados de agosto, y se cierra un poco siempre hacia mediados de diciembre. Eso ocurre todos los años desde que existe y es medido”, explicó a Infobae, Cindy Fernández, meteoróloga y comunicadora del Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Sin embargo, esta situación mostró una cara prometedora.

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Durante su máxima extensión, registrada el 28 de septiembre, el agujero alcanzó los 22,4 millones de kilómetros cuadrados. Esta cifra es inferior a los 25 millones registrados en los años anteriores y se sitúa como el séptimo más pequeño desde que comenzó la recuperación en 1992. El promedio mensual del tamaño del agujero también reflejó esta tendencia, alcanzando los 20 millones de kilómetros cuadrados, según datos de la NASA y la NOAA. La razón: “Hubo un fenómeno natural que ayudó: la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, que liberó una gran cantidad de vapor de agua a la estratosfera, donde está la capa de ozono”, explicó la meteoróloga.

Además, el cierre del agujero ocurrió antes de lo habitual. De acuerdo con el CAMS, comenzó a reducirse a principios de diciembre, una fecha más cercana a la media histórica que en los últimos años, cuando este proceso se extendió hasta la segunda quincena de diciembre. Este comportamiento fue precedido por una evolución inusualmente lenta en julio, causada por dos episodios de calentamiento repentino de la estratosfera, que debilitaron temporalmente el vórtice polar.

Los gases que abrieron el agujero de ozono

“El agujero de ozono se forma debido a que los seres humanos hemos emitido una sustancia con nuestra industria, con nuestra producción, que se llama clorofluorocarbonos o gases CFC. Estos químicos viajan hasta estas zonas de la Antártida debido a la circulación de aire atmosférico y allí interactúan con la capa de ozono, que recubre todo el planeta, rompiendo las moléculas de ozono y desarmándolas para formar otras sustancias”, sostuvo Fernández.

Estos químicos, al ascender a la estratosfera, interactúan con la radiación solar, liberando átomos de cloro que destruyen las moléculas de ozono. A mediados de 1980, el agotamiento de la capa era tan severo que extensas regiones de la estratosfera sobre la Antártida carecían casi por completo de ozono durante el pico del fenómeno, cada octubre.

«La capa de ozono, que recubre el mundo, es un escudo natural que nos protege de la radiación UV, sobre todo de los rayos UVB y UVC, que son los rayos del Sol nocivos porque generan grandes problemas de salud para los animales, las personas y las plantas. La radiación UV, por ejemplo, es una de las causas que produce cáncer de piel”, precisó Fernández.

Y agregó: “Los científicos se dieron cuenta hace muchos años, en la década del 60 o 70, que el agujero de ozono era cada vez más grande. Estudiaron su causa y concluyeron que era producto de estos CFC, producidos por el ser humano. Entonces, se empezó a trabajar con toda la comunidad científica y los grandes líderes políticos para prohibir la producción de los CFC”.

“En 1987 se firmó el Protocolo de Montreal, que fue un acuerdo internacional que resultó muy efectivo y establecía que se iba a dejar de producir CFC y se iban a reemplazar por otras sustancias. Toda la comunidad mundial se comprometió a hacerlo. Y la industria halló un reemplazo, los hidrofluorocarbonos, que funcionaban de la misma manera y no contribuían a romper la capa de ozono, aunque sí al calentamiento global, ya que generan dióxido de carbono”, continuó la experta.

Este protocolo se firmó en 1987, pero la reducción de los CFC fue paulatina. No se hizo de un día para el otro, sino que, dependiendo del país, se iba disminuyendo la producción de esta sustancia. Recién en 2010 se logró que ningún país pudiera producir estas sustancias.

“El Protocolo de Montreal y sus posteriores enmiendas han sido muy eficaces para frenar las emisiones de sustancias que agotan la capa de ozono, pero sigue habiendo cierta variabilidad en este proceso debido a las alteraciones naturales de las demás variables atmosféricas en juego”, sumó Laurence Rouil, directora del CAMS. Este tratado, firmado en 1987, marcó un hito en la lucha contra la destrucción de la capa de ozono.

Según Fernández, a pesar de esta reducción drástica del agujero en 2024, los CFC liberados en el pasado permanecen en la atmósfera durante décadas, lo que significa que la recuperación completa del ozono, según las últimas estimaciones, será cerca de 2070.

“Los CFC, una vez que se emiten a la atmósfera, tienen un tiempo de vida de más de 50 años. Por más que no se hayan emitido más, los que se liberaron en los últimos 50 años todavía prevalecen en la atmósfera. Como los últimos CFC se emitieron alrededor de 2010, se espera que recién dentro de 50 años, más o menos, dejemos de tener CFC en la atmósfera. Es decir, en 2060 o 2070 el agujero de ozono podría volver a su estado natural, previo a que el ser humano emitiera esta sustancia”, remarcó Fernández.

“La mejoría gradual que hemos visto en las últimas dos décadas muestra que los esfuerzos internacionales para frenar los productos químicos que destruyen la capa de ozono están funcionando”, afirmó Paul Newman, líder del equipo de investigación de ozono de la NASA.

Para seguir de cerca el estado de la capa de ozono, los científicos emplean una combinación de tecnologías avanzadas. Los satélites Aura, NOAA-20 y Suomi NPP, entre otros, proporcionan datos detallados sobre las concentraciones de ozono en toda la región afectada. También se utilizan globos meteorológicos lanzados desde el Observatorio Atmosférico del Polo Sur, que permiten mediciones directas.

En 2024, la concentración más baja registrada fue de 109 unidades Dobson, superior al récord histórico de 92 unidades alcanzado en 2006, pero aún muy por debajo de las 225 unidades promedio de 1979.

El Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus contribuye adicionalmente al monitoreo casi en tiempo real, analizando datos sobre la superficie y la dinámica del vórtice polar. En 2024, destacó que la evolución del agujero se mantuvo alineada con la media del periodo 1979-2021, lo que representa una mejora tras varios años de anomalías.

La meteoróloga Fernández, explicó que este año pasó algo particular que contribuyó al mejor cierre del agujero de ozono. “Ayudó a que se comportara de manera diferente la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, en enero de 2022. Fue una explosión tan violenta que liberó una gran cantidad de vapor de agua a la estratosfera, donde está la capa de ozono”, recalcó.

Y continuó: “Este vapor de agua y otras sustancias calentaron la estratosfera. Normalmente, antes de que se forme el agujero de ozono, aparecen nubes llamadas nubes estratosféricas polares. Estas se forman cuando la temperatura es muy baja y concentran las sustancias que reducen el ozono. Al estar más caliente la estratosfera, estas nubes no se formaron o lo hicieron en menor cantidad. Por eso, el agujero de ozono fue más pequeño este año, tardó más en aparecer y se cerró más rápidamente”.

“Esto del Tonga es momentáneo, porque se perturbó la atmósfera, la estratosfera, con esa erupción. Pero va a volver a la normalidad. Esto contribuyó a que este año el agujero fuera más chico y quizás también a que el año que viene sea más chico. Sin embargo, llegará un momento en que ese calentamiento volverá a la normalidad. Esto no contribuye a que el agujero se cierre definitivamente, sino que produjo una variación particular en estos años”, concluyó Fernández.

Por qué es importante proteger la capa de ozono

La capa de ozono desempeña un papel esencial en la protección de la vida en la Tierra, al actuar como un escudo contra la radiación ultravioleta (UV) emitida por el Sol. Su deterioro permite que mayores cantidades de radiación UV alcancen la superficie terrestre, aumentando los riesgos de cáncer de piel, cataratas y daños en los ecosistemas. También puede afectar negativamente la productividad agrícola y la salud de los animales acuáticos.

“Todavía queda un largo camino por recorrer antes de que el ozono atmosférico vuelva a los niveles anteriores a la llegada de la contaminación generalizada por CFC”, advirtió Bryan Johnson, químico investigador de la NOAA. El progreso observado en 2024 representa un logro significativo, pero también subraya la importancia de mantener el enfoque en la protección de la capa de ozono. A medida que los países continúan reduciendo las emisiones de sustancias dañinas y adoptan tecnologías más limpias, es crucial seguir monitoreando de cerca la evolución de este fenómeno.

Rouil expresó optimismo sobre el futuro: “Con suerte, veremos los primeros signos de recuperación del agujero de la capa de ozono en las próximas décadas”. Este avance no solo refuerza la importancia de los acuerdos internacionales, sino que también demuestra cómo la colaboración global puede abordar problemas medioambientales complejos. Aunque el camino hacia su recuperación completa aún es largo, los avances en 2024 ofrecen una razón para el optimismo y la esperanza en la lucha por un planeta más sostenible.

La evolución de la capa de ozono. / Foto: Infobae


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