Estas fechas navideñas, cuando el amor y la paz están en el sentimiento de la gente y los corazones se regocijan junto al arbolito y la mesa familiar, obligan a pensar cómo será la Navidad de los encarcelados, de los perseguidos y de los exiliados. Desde luego que son días y noches de infinita tristeza para los afectados y para quienes los aman y están lejos y que sienten el pan amargo de la vida. Esta Navidad será así para miles de compatriotas.
Este gobierno, que proclama desde sus inicios, hace casi veinte años, “la cultura de la paz”, ha sido el más intolerante y despiadado que hubo a partir de 1982, cuando se restableció una democracia debilucha, pero democracia al fin, que el MAS la ha destruido año tras año, queriendo instaurar en el país un régimen comunista o socialista, similar al de Cuba, como públicamente lo dijeron Evo Morales y últimamente Arce. Pedirles una amnistía navideña a quienes solo les interesa la Natividad del Señor para comer, beber y bailar, como verdaderos fetichistas paganos, seguramente que les provocaría risa.
Ahora que nos estamos aproximando al 2025, año electoral, de fundamental importancia para Bolivia, la oposición debería exigirle al gobierno de Luis Arce Catacora, como un imperativo, que, una vez se lance la carrera electoral, decrete una amnistía política. Sabemos las dificultades que se presentarán, las negativas del poder, magos en inventar pretextos, pero es esencial hacerlo. Sin una ley que impida el enjuiciamiento penal y civil, sin que se aplique de manera plural el olvido o perdón de efectivos o presuntos delitos políticos que pesan sobre determinadas personas, las elecciones del Bicentenario pecarían de parciales, de favorecer al oficialismo.
Sabemos que la amnistía es una atribución del jefe de Estado (por lo menos la era), pero si se espera que el señor Arce tome una iniciativa de esa naturaleza, que lo haga reñir por sus asesores, la amnistía no va a prosperar. Son los parlamentarios (algunos ya lo han mencionado) y los líderes de la oposición, aquellos que se están congregando patrióticamente para derrotar al MAS, quienes deben demandar la acción. Los precandidatos (o como se los llame) vienen expresando diariamente cuáles son sus planes si son elegidos, dan cifras y ofrecen soluciones, pero a ninguno se le ha ocurrido algo que el país va a apoyar sin reparo alguno, y es, sin duda, la exigencia de unas elecciones sin presos políticos, ni perseguidos, ni exiliados.
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En 1977 el general Hugo Banzer, dictador desde hacía seis años, decretó una amnistía política, cuando convocó a elecciones para 1978, las que él mismo anuló por fraude. La amnistía que lanzó Banzer no era irrestricta. Había restricciones para algunos jefes de la oposición. En esas circunstancias se congregaron en huelga de hambre, un puñado de mujeres mineras encabezadas por Domitila Chungara, que exigieron que la amnistía fuera irrestricta. El dictador, observando que la demanda de las mujeres mineras crecía y se extendía en la población, decretó una amnistía política general e irrestricta. De esa manera, hasta los adversarios más acérrimos del presidente Banzer retornaron al país para sumarse a la campaña electoral. El propio MNR, con arrestos autocráticos durante mucho tiempo, otorgó a sus adversarios una amnistía política en 1960, elecciones que ganó ampliamente Paz Estenssoro.
Sin embargo, el MAS no comprende o no quiere entender el concepto de amnistía. Mantuvo en prisión durante una década a 40 jóvenes cruceños a quienes acusó de separatismo y de pretender asesinar a Evo Morales. No se le ocurrió liberarlos sin que antes, con algunas excepciones, se declararan culpables sin serlo, humillándolos. Finalmente, el asesinato a sangre fría, en el hotel Las Américas, de tres personas sospechosas del inexistente separatismo, fue el resultado de toda una tramoya donde lo único que quedó claro fue la extorsión y el chantaje, por dinero, con que procedió nuestra malhadada justicia.
¿Cómo ir a unas elecciones tan importantes si están encarcelados la expresidente Jeanine Añez, el gobernador cruceño Luis Fernando Camacho, el cívico potosino Marco Pumari y otros políticos y militares? ¿Si Camacho es parte importante y hasta posible candidato de la frondosa agrupación democrática que empieza a surgir para derrotar al MAS? ¿Está eso acorde con el juego democrático? ¿Qué opinan los observadores internacionales de unas elecciones con presos políticos y perseguidos? ¿Es comprensible ver a Añez y Camacho encarcelados y al pervertido de Evo Morales libre y desafiante? Eso solo lo podemos ver en la sufrida Venezuela de Maduro, en el oprobioso régimen de Ortega o en la eterna e implacable dictadura cubana que ahora preside Diaz-Canel.
La lucha de los opositores y de todos los ciudadanos democráticos en Bolivia tiene que ser una atronadora demanda al régimen de una amnistía política general e irrestricta.