Una de las frases coloquiales más expresivas y puntuales que los venezolanos emplean para describir la precariedad de un elemento que se encuentra al borde de perimir o simplemente morir, para convertirse en carroña, es: “Estar en pico de Zamuro” alegoría que se refiere al buitre negro americano, esa ave carroñera y rapaz que vive en nuestro continente y se desplaza sola o en bandadas.
De ahí que, recreamos la presente nota, con el citado epígrafe, por su enorme similitud con la situación del tirano Nicolás Maduro, protagonista de la inusual y ridícula jura a la presidencia de Venezuela el pasado viernes 10 de enero, contrariando todas las normas y reglas del juego democrático y constitucional que rigen en esa república hermana y ante la mirada atónita e ingenua de una opinión internacional que daba ya por descontada la jura del Dr. Edmundo González, legítimo y verdadero ganador de los comicios electorales del pasado 28 de julio.
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Es más, en el apuro de poner en escena a semejante bufonada cayeron en el error de manipular los más elementales requisitos que la Constitución prevé, para la realización de dicha ceremonia, como su celebración en el hemiciclo del Congreso de la Nación y no en un salón donde, hasta los medios de prensa que cubrieron el acto fueron burlados por el uso de imágenes editadas con inteligencia artificial, que hacían aparecer y desaparecer, hasta a la presidenta del poder electoral.
Toda esta serie de actos nos recuerdan al libreto que manejan los autócratas, al momento de verse perdidos. Casi todos, sin excepción, declaran que saldrán muertos del poder y/o resistirán su derrota hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, a tiempo de su captura, como lo fue con el panameño, Antonio Noriega, el de Libia, Muhammad Gaddafi, el rumano Nicolau Chauchescu, el iraquí, Saddam Hussein o el sirio Bashar Al Asad, estos canallas se tornan en humildes corderitos, mostrando que son más inofensivos que una malva.
Todas las actas electorales arrojaron un resultado similar, previsto y concluyente indicando que Edmundo González Urrutia arrasó en las urnas y debió ser ungido como el nuevo presidente venezolano. La ventaja, en todos los casos registrados, fue mayor al 35 % y muy similar a la que se conocía por los informes en boca de urna empero, el mega fraude de la dictadura estuvo planificado mucho antes de ese domingo 28 de julio. El régimen no iba a permitir que unos millones de votos hagan la diferencia y lo despojen del poder. La corrupción y los daños que cometió, a lo largo de 25 años, en todos los sectores donde tuvo participación, desde el petróleo, hasta el narcotráfico explica la actitud de los organismos del tesoro y de la seguridad estadounidenses, que doblaron la millonaria recompensa ofrecida por la cabeza de Nicolás Maduro; de Diosdado Cabello y la extendieron hacia Vladimir Padrino, el celestino comandante de las FF.AA. venezolanas.
Desde que el tirano inhabilitó a María Corina Machado, y tuvo el tupé de hacerla aprehender después de su heroica comparecencia en un barrio de Caracas, por su inocultable pánico de perder el poder y tener que responder por crímenes de lesa humanidad, que fueron imputados a su régimen por la fiscalía de la Corte Penal Internacional; por el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU y por la Comunidad Europea, los días de su gestión presidencial están contados y su fraudulento régimen pareciera estar dando sus últimos estertores, únicamente apoyado por algunos militares que fueron cómplices de tanto delito. Suficientes cargos para llevar a Maduro a estar en Pico de Zamuro.