Hay que tumbar al déspota


Escribir – o hablar – sobre “golpes de Estado”, justificándolos, resulta muy peligroso. Más ahora que estamos democratizados hasta la médula. Hoy no le interesa a nadie que un patán esté gobernando un país si fue elegido en las urnas. Pero si ese sujeto hace mal gobierno, roba, mata, es fraudulento, y decide perdurar en el mando para siempre, no vemos por qué el pueblo tendría que estar aferrado a una institucionalidad que ha dejado de existir. En suma, ese gobernante es un dictador simulado, que ensalza el orden democrático porque le conviene, y el pueblo, cándido en su mayoría, lo aplaude y apoya; unas veces por ignorancia y otras por miedo.

¿Cómo se va a sacar a Maduro del poder si es un estafador que juega sucio con la democracia y que ya va por su tercer período burlando la Carta Magna? ¿Cómo mover del mando a un individuo que pierde una elección abrumadoramente y se declara vencedor sin el menor pudor y retando la opinión de la comunidad internacional, que solo atina a lanzar pésames a los venezolanos? ¿Cómo si insulta a los gringos y les dice que si asoman por sus dominios los va a recibir a balazos? ¿Cómo recuperar la legitimidad constitucional si declara que la Revolución Bolivariana requiere de muchos años todavía para mostrar su grandeza?



Algo similar sucedió con Evo Morales, quien gobernó primero entre 2006 y 2009; luego de 2009 a 2014; después de 2014 a 2019 y pensaba gobernar de 2020 a 2025, cuando se le descubrió el fraude más truculento y oscuro en la historia de Bolivia. Morales tuvo que renunciar y huir porque no pudo sostener su trampa que la descubrió el pueblo boliviano y la ratificó la OEA. Iba a asumir su cuarto período presidencial consecutivo, cuando el país ya no lo podía soportar, pero le tenía temor. Es que manejaba un estado policiaco que asustaba.

De Cuba no hablemos porque no acabaríamos nunca con esa su revolución de la miseria. Y el presidente de Nicaragua está disfrutando el camino de Maduro y Morales, creando una dinastía hereditaria caribeña, que hubiera sido para gozo literario de García Márquez e inspiración demoledora de Vargas Llosa, porque Ortega es del pelaje que más se aproxima a los dictadores “bananeros” como Somoza, Trujillo, Batista y algún otro. Todos esos que terminaron derrocados o muertos a bala. ¿Qué hacer ahora con estos mandatarios que se reeligen sin medida, que hacen trampas, que tienen su club de mandatarios zurdos, que los apoyan o guardan un vergonzoso silencio?

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A mi juicio es absolutamente justificado echarlos del poder, tumbarlos. ¿Por qué lidiar democráticamente con sujetos que se ríen a carcajadas de la democracia? ¿No es absurdo que unos jueguen limpio y otros sucios? ¿No hemos visto a Maduro en la farsa del juramento rodeado de sus compinches Rodríguez y Cabello, y luego bailando cumbia en una escena teatral que apena y humilla? ¿Cómo es posible que un pueblo como el venezolano, donde se enfrentaban democráticamente entre adecos, copeyanos y otros menores, aparezca un partido, dizque “bolivariano” y no permita que ningún otro le haga sombra y pueda ganar una elección? Así como dijo Maduro que se iba a quedar gobernando por las buenas o por las malas, hay que contestarle que, si no se va por las buenas, tiene que irse por las malas. Si no renuncia ante el desconocimiento y el desprecio mundial, hay que tumbarlo. ¿O se va a quedar Venezuela oyéndole sus operías durante seis años más? ¿O doce? ¿O más? ¿Van a transitar una o dos generaciones de ciudadanos sin conocer a nadie más que a ese mastodonte bravucón? Hay que tumbar al déspota. Ya pasó la hora del diálogo que nunca sirvió para nada y que fue pura comedia.

Evo Morales y sus seguidores lloran todos los días por el inventado golpe de Estado del 2019. Se lamentan también Arce y los suyos, en vez de callar. El 2019, Morales hizo fraude para deleitarse seguro de lograr su cuarto período presidencial. Montó el fraude y todos lo sabemos, incluido él, por supuesto. Pero los masistas se quejan de que hubo un golpe. ¿De qué se extraña el MAS si hubiera existido un golpe? ¿No se justificaba que derrocaran a un tipo que iba a ganar inconstitucionalmente su cuarto mandato? ¿De un pervertido que ya se había pasado por el forro un referéndum que le había dicho que no corría más? Los bolivianos nos hemos quedado discutiendo si hubo fraude o hubo golpe. Pues si fue golpe como tanto insiste y miente, el MAS, bienvenido, merecido, necesario, para arrancar de esa silla del poder donde el cocalero ignaro, quería pasar 50 años, disfrutando en vez de gobernar.


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