Podrás ser un firme detractor de Carlos Diego Mesa Gisbert y sus polémicas incursiones en la política nacional, podríamos discutir por horas su ampliamente criticada relación con Santa Cruz, pero hay dos momentos en la historia que son claves, en donde demostró una altura y desprendimiento a lo que pocos actores políticos se les puede atribuir. Para ser justos, y al conocer de cerca la relación de un candidato presidencial con sus candidatos al parlamento, considero que la descripción de “desprendido”, debe llegar también a la bancada de Comunidad Ciudadana.
El primer momento, en el año 2019, cuando habiendo sido el ganador de elecciones presidenciales, aceptó la repetición de las mismas en pro de la lucha democrática y del reestablecimiento de la misma.
Luis Fernando Camacho fue la fuerza del pueblo, de las calles, la valentía hecha carne, mientras Carlos, Gustavo Pedraza y sus diputados, la muestra de renuncia y sacrificio político más sobresaliente que he visto en mis 35 años.
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Ganó y aceptó una repetición donde todos sabemos los resultados.
Luego, hace algunos días, Carlos Mesa afirmó que no será candidato en las elecciones presidenciales de agosto del 2025, no solamente confiando en su instinto que claramente le dice que no tendrá la misma suerte del 2019, sino también demostrando que tiene un entorno que no empuja al candidato a una pérdida desastrosa únicamente a cambio de espacio en la Asamblea Legislativa Plurinacional.
Para quedar Carlos Mesa en el pedestal de oro, ahora conociendo que no tiene intenciones de perseguir una carrera electoral, solo debe empujar dos situaciones:
La primera, la necesaria unidad para poder llegar a contar con un único candidato del pacto de unidad y la segunda, ser el que empuje la urgente tarea de establecer un control electoral que será la diferencia entre libertad o subyugación, entre la prosperidad o la pobreza.
El país no está para juegos de azar, hoy necesitamos que la vigilancia del voto tenga un propósito, una razón de ser.
No podemos ir a las elecciones esperando que un aparato de fraude libere ese 17 de agosto resultados mínimamente creíbles. Tienen la receta del terror creada por el Castro Chavismo y no dudarán poner en marcha su implementación.
Con todas las críticas, hoy el historiador, puede reescribir el curso del país, Bolivia necesita saber que ni una campaña perfecta le puede ganar a un mecanismo establecido desde el 2017 para hacer fraude electoral.
Carlos Mesa y todo aquel que trabaje por la defensa acérrima del voto, merecerán el pedestal de oro de la historia.
Alejandra Serrate Jáuregui
Activista