En cualquier competencia, el líder ganador no se conforma con alcanzar un puesto medio. Su objetivo es claro: conquistar la «medalla de oro». Este mismo enfoque es el que debemos adoptar los bolivianos en la actualidad. No podemos conformarnos con cambiar simplemente un sistema político, ante la evidencia de que el largo gobierno del MAS, teniendo la oportunidad excepcional de solucionar los problemas fundamentales de nuestra sociedad, no supo definitivamente sentar las bases para un crecimiento sostenido.
Estamos convencidos de que la situación de subdesarrollo que enfrenta nuestro país no se debe a la falta de recursos naturales. Hemos sido favorecidos y la naturaleza nos ha dotado generosamente. La verdadera razón de nuestra condición es la presencia de una mayoría de gobernantes mediocres, irresponsables y, en muchos casos, corruptos y antipatriotas.
Ante esta realidad incuestionable, surge la pregunta: ¿por qué conformarnos con elegir un nuevo gobierno entre los que solo se limitan a señalar los errores, arbitrariedades y desaciertos del largo mandato del MAS? Necesitamos mucho más que eso. Debemos apostar por un líder cuyo compromiso sea claro: ganar la «medalla de oro», transformando Bolivia en un país que se ubique, en el mediano y largo plazo, entre los mejores del continente.
Este nuevo líder debe estar enfocado en mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos, ofrecer oportunidades de formación y producción, y garantizar la justicia social y el bienestar general.
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Es un proceso que no se logra de la noche a la mañana, pero con un gobierno comprometido, totalmente confiable y con un Proyecto Integral a corto, mediano y largo plazo, podremos avanzar hacia esa ansiada meta. La participación es fundamental, todos los bolivianos debemos alinearnos y trabajar con total convicción, pasión y compromiso en esa dirección.
Lo ideal sería acelerar este proceso, alcanzando rápidamente el nivel deseado y manteniendo un crecimiento sostenido. De esta manera, no solo mejoraremos la vida de las generaciones presentes, sino que también dejaremos un país más próspero para las futuras generaciones, que se sientan orgullosas de haber nacido y vivido en Bolivia.
Ojalá que estos tres días de fiesta, alegría y desenfreno tradicional y, en la reflexión final de este Carnaval, haga posible la generación de ideas innovadoras y propuestas soñadoras que provoquen la definitiva y absoluta construcción de un mejor país.
Fernando Crespo Lijeron