La urgencia de un liderazgo decente


Frente a la crisis moral que atraviesa Bolivia, es tiempo de una verdadera Revolución Cultural.

En tiempos de crisis, cuando las estructuras políticas, económicas y sociales se tambalean, también se revela con mayor claridad una decadencia más profunda: la crisis moral. Hoy, más que nunca, urge reflexionar sobre la necesidad de un liderazgo decente, entendido no solo como honradez, sino como rectitud y compromiso ético. Un liderazgo que se niegue a participar de lo ilícito y lo moralmente reprobable.



Durante años hemos señalado —a veces con resignación— que vivimos en una sociedad en decadencia. Sin embargo, en este momento de crisis generalizada, esa percepción se vuelve más nítida, casi ineludible. Lejos de hundirnos en el desencanto, esta realidad debería impulsarnos a trabajar sin descanso por un cambio profundo, colectivo y sostenido: la construcción de una nueva sociedad.

Tenemos ante nosotros una oportunidad extraordinaria: elegir un nuevo gobierno que asuma este reto como prioritario. Un proyecto nacional que, además de atender la urgencia económica, política y social, se proponga enfrentar el desafío más complejo y decisivo de nuestro tiempo: la crisis moral.

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Indudablemente, este cambio no será inmediato, tomará más de una gestión de gobierno, incluso décadas. Pero es indispensable empezarlo ya. El hogar, las juntas vecinales, las escuelas, los colegios y, especialmente, las universidades deben convertirse en los espacios desde donde se articule esta transformación moral y cultural. Son estos núcleos donde se pueden sembrar los principios y valores que cimenten una sociedad más justa, ética y humana.

No podemos seguir priorizando únicamente el desarrollo material, mientras ignoramos la formación del ser humano. Este debe ser, en toda política de Estado, tanto el principio como el fin. La tarea exige un nuevo liderazgo: decente, ético, con visión humanista. Un liderazgo capaz de guiar un verdadero cambio cultural, profundo y duradero.

Solo con ese tipo de liderazgo podremos encarar la gran tarea pendiente: una revolución cultural que transforme nuestra sociedad en el ideal compartido por todos. No se trata solo de cambiar gobiernos, sino de cambiar el rumbo moral del país. Y para ello, el momento de actuar es ahora.

 

Fernando Crespo Lijeron