Crónica política. Del Castillo salió reforzado al ser el blanco de los ataques ante la ausencia de Andrónico Rodríguez, que lideraba la votación en el bloque popular. Los dos candidatos “punteros” eludieron atacarse
A un debate se va a no perder; a una entrevista se va a ganar. Manfred Reyes Villa, Samuel Doria Medina, Tuto Quiroga, Johnny Fernández y Eduardo del Castillo bloquearon agendas y asistieron al set de Red Uno; Andrónico Rodríguez apostó por concurrir a la entrevista en Unitel y del resto nadie dio mayores explicaciones. Eva Copa la pasó en El Alto, Rodrigo Paz llegó hasta Tarija para desayunar en El Dorado con su padre y marchar hasta Villa Montes, Nueva Generación Patriótica se quedó sin Dunn y el último candidato de ADN, Pavel Aracena, optó por entrevista personal en canal paceño.
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El debate empezó mucho antes que la entrevista a Rodríguez, que tras tantos días de silencios había generado también cierta expectativa, también por la solidez preguntadora de Gabriela Oviedo, que arrancó con un gancho al mentón: “¿harás aprehender a Evo?” preguntó; “cumpliremos la Ley” respondió.
El debate
Los debates pueden convertirse en un asunto tedioso si cada cual habla de su librito y eluden la interacción, que es a su vez lo que recomiendan los estrategas de los contrincantes. El formato de Red Uno fue calculado para evitar eso dejando la mínima participación para los periodistas: cada “concursante” tenía tres minutos de exposición y luego preguntas de sus contrincantes con turnos de réplica y dúplica. Costó entrar, pero pronto se puso jugoso.
De entrada el cartel era pintoresco: cuatro candidatos con 35 años de política a sus espaldas y un joven Eduardo del Castillo, heredero de todo lo malo del gobierno – Tuto, en sus habituales juegos de palabras, se esmeró en llamarlo “Eduardo del Arcismo” – con unos malísimos resultados en las encuestas intentaban convencer a los ciudadanos de cuál era la salida a una crisis que al final se convino era culpa de Evo Morales – punto para Del Castillo -.
Johnny Fernández llevaba colección de fotos y fue de entrada el más agresivo, pero acabó perdiendo el paso en la fase final, donde los candidatos elegían a quién preguntar, y nadie le preguntó nada. Tampoco salió del corsé de la austeridad, edulcorada con algunas propuestas populistas como el de recortar los sueldos de los expresidentes y parlamentarios y tirarle algún reproche a Manfred por robarle concejales.
Los dos alcaldes cayeron más o menos en los mismos errores, sobre todo en los cuestionamientos directos a su gestión, justamente por hablar con la realidad y no con la demagogia campañera. Manfred además entró en duelo con Samuel – todos se tutearon todo el tiempo – por la credibilidad de las encuestas y cometió algunos errores grosos en los cálculos del precio del litio – punto para Samuel -, que a su vez es la llave con la que insiste sacará al país del problema de los dólares “vendiendo anticipadamente” miles de toneladas.
Eduardo del Castillo fue feliz en el escenario. Por primera se sintió reconocido como candidato aun con los menosprecios de sus contrincantes, con quienes el contraste era evidente. Y le fue bien. Defendió con solvencia los 20 años del MAS e identificó un punto de quiebre: “cuando se abandonó el proceso para centrarse en el poder de una sola persona”; atacó con cifras a Tuto y Samuel por sus gestiones como ministros de Jaime Paz y luego a Tuto con Banzer utilizando especialmente el dato del salario, que hoy por hoy es el principal problema de los bolivianos, que no pueden imaginarse lo pírrico que quedará cuando obre la devaluación, una palabra que flotó en el ambiente pero que nadie pronunció. Del Castillo no tenía absolutamente nada que perder – literal por sus datos en las encuestas -, pero si es que algún joven vio el debate probablemente ganó porque habló más de cerca.
El duelo
Se suponía que en ese corral, Tuto y Samuel eran los dos gallos jugándose su condición de lomo plateado. Samuel se apoyaba con suficiencia en el atril mientras pateaba todos los ataques – no fui parte del gobierno de Áñez, no eliminaré bonos, no soy político, no nada -, mientras Tuto guiaba a la audiencia a “mirar por la luna delantera y no por el retrovisor” aunque pedía confianza precisamente por su experiencia presidencial con su habitual técnica verborrágica. Los dos se contoneaban por las esquinas del cuadrilátero sacudiéndose las críticas y golpeando alternativamente al joven Del Castillo, que no cabía en sí de gozo por tanta atención recibida. Cuanto más le recordaba Samuel que a quien quería preguntar de verdad era a Andrónico, más sonreía.
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El último bloque eran preguntas directas al candidato que cada cual elegía, lo que generó unas cuantas trifulcas interesantes para el espectáculo – no tanto para el conocimiento de los programas electorales, pues todos sabían que en realidad no se trataba de eso -.
Fueron cuatro rondas. En la primera nada, en la segunda nada, en la tercera nada y en la cuarta… nada. Tuto y Samuel, que según las encuestas están a menos de dos puntos de diferencia apenas se miraron y salieron sin rasguñarse. Quedan aún cuarenta intensos días de campaña y, quién sabe, una segunda vuelta para la que ambos quieren guardar munición.
Lo de Andrónico
Como producto televisivo, el debate le gana a una entrevista y si el titular lo sacas en la primera descarga de artillería, toca sufrir. Oviedo lo intentó con ahínco ante un Andrónico Rodríguez elegantemente presentado que divagó en exceso en los temas clave y respondió casi siempre más pensando en la audiencia de Unitel que en sus votantes: transgénicos sí, libre exportación, austeridad, etc., siempre a la defensiva, siempre dando por descontado que es “el candidato de la izquierda”, aunque no lo reivindique. Es verdad que Andrónico hace un esfuerzo por hablar de algo más que de economía, que pide creer en los bolivianos e insuflar cierto aire de esperanza con el futuro… pero debe seguir ensayando.
La campaña sigue, y habrá más debates, una experiencia televisiva orientada al show, pero que hoy por hoy refleja casi mejor “la fotografía del momento” que las propias encuestas.
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