“En Bolivia viven y operan líderes de alto rango. Dos miembros de la sintonía final, la máxima dirección del PCC, estuvieron allí: Marcos Roberto Almeida, alias Tuta, y Sergio Luis de Freitas, considerado hoy el número uno de la organización en libertad”, señala Lumi Zúnica.
eju.tv/ Video: La Hora Pico
Santa Cruz.- El Primer Comando de la Capital (PCC), la mayor organización criminal de Brasil, ha convertido a Bolivia en uno de sus refugios más seguros. Así lo advierte el periodista brasileño Lumi Zúnica, quien investigó por más de dos décadas las operaciones de esta facción y su red transnacional. El testimonio revela no solo el poder económico y logístico del grupo, sino también la fragilidad de la cooperación boliviana en la lucha contra el narcotráfico.
Lumi Zúnica es un periodista brasileño de investigación. Conoce el país y también conoce los tentáculos del narcotráfico, especialmente cuando se habla del Primer Comando de la Capital (PCC), una de las organizaciones criminales más poderosas de la vecina nación. Dialogó con La Hora Pico de eju.tv.
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Una multinacional del crimen
El PCC nació hace 32 años en las cárceles de São Paulo. Lo que empezó como una organización para “proteger” a presos comunes frente a abusos carcelarios, hoy funciona como una empresa multinacional del crimen organizado.
“El PCC ya no es solo una facción de drogas. Lava dinero en miles de gasolineras, invierte en fintech y en fondos financieros. Se administra como una corporación con áreas especializadas, llamadas sintonías”, explica Lumi. Entre ellas, existen departamentos de relaciones exteriores, abogados, logística, administración de presos y hasta control de territorios.
Su estructura corporativa lo diferencia del Comando Vermelho, su principal rival, que se centra en la venta de drogas y en el control violento de zonas urbanas.
Bolivia, tercer país con más miembros del PCC
Una investigación del Ministerio Público de São Paulo reveló en 2023 que el PCC tenía más de 2.000 integrantes en el exterior. Bolivia aparece como el tercer país con mayor presencia: al menos 140 miembros identificados, de los cuales unos 70 cumplen condena y otros tantos están en libertad.
“En Bolivia viven y operan líderes de alto rango. Dos miembros de la sintonía final, la máxima dirección del PCC, estuvieron allí: Marcos Roberto Almeida, alias Tuta, y Sergio Luis de Freitas, considerado hoy el número uno de la organización en libertad”, señala Lumi Zúnica.
Ambos encontraron refugio en Santa Cruz de la Sierra, donde se difundieron imágenes de mansiones presuntamente utilizadas como escondites. Uno de ellos incluso logró obtener una identidad boliviana falsa, registrada en el Servicio General de Identificación Personal (Segip).
A él le llama la atención que, al conocerse el reportaje de la Red 0’Globo, la Policía hubiera allanado casas donde vivió uno de los capos, a sabiendas de que estos registros datan de hace años.
La frontera imposible de controlar
Brasil comparte 3.423 kilómetros de frontera terrestre con Bolivia, una extensión que dificulta el control total del tráfico aéreo y fluvial. “Existen políticas de vigilancia, incluso con aviones militares, pero son insuficientes. En Bolivia proliferan escuelas de aviación y pequeñas aeronaves usadas para transportar droga a baja altura, fuera del alcance de los radares”, afirma el periodista.
Por esta razón, alrededor del 80% de la cocaína boliviana cruza hacia Brasil, según estimaciones de organismos internacionales. El país también funciona como puente para la droga peruana.
El periodista no logra explicar cómo es que los gobiernos sucesivos de Brasil no accionaron una presión a Bolivia para evitar que crezcan los cultivos de coca, que es materia prima de la cocaína, cuando su principal mercado es el brasileño.
Falta de cooperación boliviana
El mayor obstáculo, según Lumi, es la escasa colaboración de las autoridades bolivianas. “Yo he estado siete veces en Bolivia y nunca logré que la Policía me atendiera. Ni coroneles ni ministros de Gobierno respondieron a pedidos de entrevistas, ni siquiera a mensajes. La sensación en Brasil es que Bolivia no ayuda en la lucha contra el narcotráfico”, lamenta.
El contraste con la experiencia brasileña es notorio. “En Brasil es posible hablar con ministros o jefes policiales si se siguen los canales adecuados. En Bolivia me cerraban las puertas. Esa falta de comunicación alimenta la percepción de impunidad y convierte al país en un santuario para criminales”, agrega.
Un poder que perfora instituciones
El PCC ha logrado corromper policías y políticos en Brasil, aunque —según Lumi Zúnica— en mayor medida en niveles estatales (policías civiles y militares) que en la Policía Federal. Casos recientes incluyen diputados detenidos por traficar armas para facciones criminales.
En Bolivia, el video que mostró a capos del PCC en Santa Cruz encendió las alarmas. Sin embargo, la reacción tardía de las autoridades —que solo eliminaron registros falsos después de la difusión mediática— evidenció la debilidad institucional frente a las redes criminales.
¿Se puede frenar al PCC?
Pese al crecimiento de la organización, Lumi asegura que la acción coordinada puede dar resultados. En agosto pasado, la Policía Federal brasileña desmanteló una red de lavado de dinero que movió más de 42.000 millones de reales a través de gasolineras y empresas financieras vinculadas al PCC.
“El crimen organizado se sofistica, pero también se lo puede golpear cuando hay inteligencia y cooperación internacional. Sin embargo, si Bolivia no fortalece su institucionalidad ni se abre a la colaboración, seguirá siendo una retaguardia del narcotráfico”, concluye.