Crisis de contenido electoral: casi la mitad de lo que se difunde son denuncias


Un análisis de Bolivia Verifica revela que el 47 % de los contenidos electorales verificados son denuncias contra candidatos. Esa sobredosis acusatoria genera desconfianza y agrava el desafío para quienes proponen ideas.

Foto: Bolivia Verifica

eju.tv



La campaña hacia el balotaje en Bolivia no se libra solo en plazas, debates y mítines, también en las redes y cadenas digitales, donde domina un fenómeno nocivo. Según un informe de Bolivia Verifica, el 47% de los contenidos electorales verificados corresponde a denuncias contra los candidatos; es decir, casi la mitad del material público que circula no debate políticas ni propuestas, sino se circunscribe a las acusaciones en contra de los integrantes de los binomios.

El informe, parte de la cobertura de ‘Bolivia Verifica Elecciones’, examina contenidos difundidos en plataformas sociales y medios, en consecuencia, constata que las denuncias, ya sean reales o infundadas, son el eje del discurso que más bien desplaza las propuestas, los contrastes programáticos y los análisis serios. Esa saturación tiene efectos sociales y políticos negativos como el incremento de la polarización, la fatiga ciudadana sobre la guerra sucia, lo que provoca la erosión de la confianza en ambas propuestas.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Que las acusaciones sean casi tan frecuentes como los contenidos ‘positivos’ o de agenda política ya revela una estrategia deliberada. Desde ataques mediáticos hasta denuncias legales, la campaña ha escalado el tono conflictivo. En muchos casos, esas delaciones aparecen como gritos en la oscuridad del debate público, difícilmente verificables por la ciudadanía común, elemento que aumenta la incertidumbre en el electorado.

Esto no deja incólume al sistema democrático, cuando gran parte del contenido que recibe un elector cuestiona a actores sin ofrecer alternativa, el desgaste institucional se profundiza y la credibilidad se resquebraja. Los aspirantes quedan atrapados en réplicas permanentes, en lugar de avanzar con sus plataformas. Y el público, en lugar de informarse, termina saturado de acusaciones que deslegitiman el escenario electoral.

Cuadro: Bolivia Verifica

Según Bolivia Verifica, el tono del debate público se avivó cuando salieron a la luz datos del pasado de los candidatos o declaraciones polémicas que dieron pie a diferentes bulos para afectar su imagen en la contienda electoral. Parte de estos contenidos fueron manipulados con inteligencia artificial, cuya difusión se hizo viral, especialmente en Facebook, TikTok y WhatsApp. Sin embargo, algunos contenidos fueron categorizados como verdaderos. Como el caso de Juan Pablo Velasco en relación a dichos con características racistas, atribuidos al candidato, hace 15 años.

El bloque de ciudadanos con menor interés político o menor disposición a seguir intensamente la campaña se ve especialmente afectado. Son justamente esos electores –los menos ideologizados– los que más riesgo tienen de desconectarse al saturarse de acusaciones. Para ellos, el discurso acusatorio constante no inspira compromiso, sino rechazo o indiferencia. “Las principales temáticas de los contenidos identificados tienen que ver con una serie de polémicas en torno a los candidatos, muy por encima de los programas de gobierno”, apunta la verificadora de contenidos.

En ese contexto, el desafío de los candidatos no solo será convencer al indeciso, sino reconectarlo emocionalmente con una razón para votar más allá del escándalo. Si quienes permanecen en silencio perciben que todo es denuncia y que nadie ofrece esperanza, podrían simplemente abstenerse o elegir opciones de protesta menos visibles. A pesar del abuso acusatorio, la campaña no está condenada al espectáculo sombrío. Quien mejor logre cambiar de frecuencia y apropiarse del elemento propositivo puede ganar protagonismo moral.

En esos términos, el bloque de contenido acusatorio crea una ventana estratégica: quien represente frescura discursiva, concreción en medidas y relato creíble puede destacarse entre tanto ruido. Pero hacerlo implica riesgos: debe romper con dinámicas de confrontación casi naturalizadas, admitir errores, evitar tibiezas y conseguir que su narrativa llegue a los espacios digitales más saturados.

Infografía: Bolivia Verifica

Sin embargo, para el especialista en tecnologías de información Marcelo Durán, el panorama que se vive de cara al balotaje no está enmarcado en una guerra sucia como tal, por lo menos no con los recursos, la maquinaria y el impacto que se da a nivel internacional y en países donde estas estrategias han sido determinantes. “Siento que el grito es más fuerte que el golpe. No hay denuncias en profundidad que vayan a cambiar el giro de la campaña (…). Aquí más bien hay un sesgo de confirmación permanente, se usa esto para decir ‘voy a votar por él no por sus atributos, sino porque el otro hizo algo malo’. Los candidatos buscan seducir al electorado con base en desencantar al otro”, explica el experto.

Los bulos se han masificado alrededor de los candidatos a la Vicepresidencia, quienes robaron protagonismo a los presidenciables. Según la politóloga Vivian Schwartz, este elemento merece atención. “El panorama es polarizado y con heridas ideológicas ya instaladas, por eso es preocupante. Necesitamos que el Legislativo corrija muchas cosas y que existan acuerdos para mantener la estabilidad. Lamentablemente lo que estamos viendo ahora es la confrontación como un intento de llenar ese vacío de propuestas”, asegura.

El dato del 47 % no es una cifra más: es una señal de que la campaña electoral en Bolivia vive una distorsión informativa. Denunciar es más fácil, pero no necesariamente más útil. El candidato que procure bajar la intensidad del enfrentamiento mediático y asuma el reto de presentar ideas con sustancia podría recuperar impulso justo en la recta final. Porque cuando la campaña se convierte en un rosario de acusaciones, quien ofrezca claridad puede ganar espacio moral y electoral.