Con una victoria inesperada que pone fin a dos décadas de dominio del MAS, el nuevo binomio del PDC hereda una Bolivia marcada por crisis económica, energética e institucional, lo que supone acciones rápidas y concertadas con la ALP.
Edman Lara y Rodrigo Paz, el binomio del PDC. Foto: El Trapezio
El triunfo de Rodrigo Paz y Edman Lara –que según conteos preliminares alcanzó alrededor del 54,5 % de los votos en la segunda vuelta– marca un viraje político relevante en Bolivia, pero a la vez abre un capítulo de enormes desafíos. Su victoria se explica por una combinación de hastío frente al MAS, la sensación de desgaste del modelo político-económico vigente, y la capacidad de la fórmula de presentarse como renovación.
Así lo explica el analista Javier Navarro Tardío, quien señala que el electorado buscaba ‘nuevos rostros’ tras veinte años de los mismos candidatos, aunque Paz es parlamentario hace más de 20 años. Ese deseo de cambio, junto a la incorporación de Lara como compañero de fórmula, ayudó a movilizar sectores que se sentían fuera del ‘círculo tradicional’ político. Pero esa legitimidad electoral no basta, el gobierno entrante tiene por delante tres tareas urgentes, sobre las cuales deberá construir no solo discursos, sino políticas concretas – y urgentes – para poner freno a la crisis.
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La crisis de combustible, la falta de dólares, la inflación galopante y el déficit fiscal son una amenaza inmediata. El periodista y analista Mario Malpartida advierte que el país está paralizado debido a la crisis energética, por tanto, el combustible es asunto de primera urgencia. “La realidad visible debe ser: buques cisterna en altamar, millones de litros descargándose en los puertos; centenares de camiones cisterna en ruta… Bolivia, como destino final. ¿Qué tanto importa cómo fueron comprados el diésel y la gasolina? ¡El país necesita moverse!”, enfatiza.
Asimismo, resalta la importancia que tendrá la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) en esta etapa para resolver los problemas apremiantes del país; por ejemplo, para acceder a los créditos que permitan disponer de dólares, señala que es indispensable que se aprueben leyes. “Será la primera prueba de fuego para calibrar la predisposición parlamentaria: apoyar o rechazar”, apunta, para luego destacar la necesidad de construir en el Legislativo la gobernabilidad para encarar las tareas difíciles. “Tan pronto como termine el delirio de su victoria, el nuevo gobierno necesita aliados”, sentencia.
Rodrigo Paz secundado por su familia en la celebración por la victoria. Foto: AP
Para resolverlo, el nuevo gobierno debe resolver la cadena de aprovisionamiento de hidrocarburos y combustibles, reducir el contrabando y asegurar dotaciones regulares al mercado interno. Atacar el desorden cambiario y la crisis de dólares: como el mismo Paz ha planteado, el ‘dólar formal vs. Informal’ exige un ordenamiento; además de contener el déficit fiscal sin generar un estallido social, es decir, combinar la disciplina presupuestaria con medidas de protección de los sectores deprimidos de la sociedad.
En consecuencia, el jurista William Herrera señala que el primer desafío es ‘promover una verdadera reconciliación nacional y recomponer el tejido social’. Para ello – dice – el nuevo gobierno no solo debe gobernar, sino unir. “Las heridas de confrontación, polarización, denuncias de corrupción y racismo deben ser atendidas. Eso implica presentar un estilo de gobierno distinto al que predominó en las dos últimas décadas, con mayor transparencia y rendición de cuentas.
“La confrontación democrática ha dejado muchas heridas que deben curarse en el menor tiempo posible. La ciudadanía no solo quiere un nuevo estilo de hacer política, sino también cómo el gobierno nacional resolverá la crisis económica, la corrupción, el contrabando, la falta de dólares, combustibles, etc”, pide Herrera, quien resalta que se debe investigar y sancionar las denuncias de corrupción, pero sin caer en una revancha que genere más fractura entre los bolivianos.
Herrera y Malpartida coinciden en que se debe promover pactos políticos básicos, sobre todo ante la falta de mayoría legislativa, que construyan puentes entre oficialismo, oposición y la sociedad civil, ya que, si bien el nuevo gobierno ganó con amplitud, no tiene mayoría legislativa para imponer medidas sin una negociación previa; en consecuencia, debe negociar leyes clave para la reactivación. La ALP debe actuar no solo como fiscalizador, sino como socio estratégico para acelerar medidas urgentes.
La escasez de combustibles es una de las tareas prioritarias por resolver. Foto: El Deber
Por ello, la importancia de las señales que mande el Ejecutivo a partir de la fecha, que debe presentar una hoja de ruta clara y explícita, con plazos, responsabilidades y rendición de cuentas; para que la ALP acepte construir acuerdos, y evitar que se institucionalice la parálisis. “El ganador debe asumir que no tiene los 2/3 en el legislativo, y necesita tender puentes que permitan la gobernabilidad. También debe ser consciente de que la nueva oposición (del MAS) se organizará en contra del gobierno. Aunque son los autores de la bancarrota y el despilfarro, lejos de reconocer su responsabilidad histórica, no durarán en resistir las medidas del nuevo gobierno”, puntualiza Herrera.
Jaime Navarro Tardío detalla que el binomio Paz–Lara fue capaz de romper el círculo político predecible en que Bolivia se ha movido desde 2005, y apeló al deseo ciudadano de renovación. Además, su programa económico apuntó a la informalidad masiva, al comercio y a propuestas de economía productiva, lo que dio certidumbre ante la crisis. En otras palabras: una combinación de hastío por el desgaste del MAS, de emergencia económica evidente (inflación, falta de combustible) y de perfil distinto permitió la victoria.
La ALP tiene ahora una función central: acelerar las reformas que el país requiere. Debe hacerlo desde un rol activo no solo como contrapeso, sino como motor de acuerdos. Debe aprobar sin dilaciones leyes para intervenir en empresas estatales, para revisar subsidios energéticos, para abrir caminos a inversión privada y eficiencia estatal. Debe ejercer fiscalización rigurosa del Ejecutivo, porque la ciudadanía exige transparencia, pero también ofrecer cooperación responsable.
El gobierno de Paz y Lara asume en un momento crítico. Su victoria representa un mandato de cambio, pero que exige acciones inmediatas, audaces pero concertadas. Frente a la crisis económica, energética e institucional, no hay margen para experimentos prolongados. El éxito dependerá de la capacidad del binomio de ejecutar, de la ALP de respaldar reformas esenciales y de la sociedad de vigilar y exigir resultados. Si fracasa la gobernabilidad, la legitimidad que acaban de obtener se evaporará rápidamente.