El robo silencioso de la obra maestra de Leonardo da Vinci expuso las carencias de seguridad del museo francés, provocó una ola de escándalos y consolidó el mito mundial del cuadro más famoso del mundo
Hace más de un siglo, el Louvre sufrió un robo histórico y espectacular, recordando que la protección de las obras sigue siendo un desafío (Europa Press)
Fuente: infobae.com
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Antes del espectacular robo ocurrido el último fin de semana, cuando un equipo comando saqueó en menos de siete minutos una colección de joyas Joyas de la Corona Francesa en el Louvre, el museo ya había sido escenario de otro gran golpe: el increíble robo que llevó a la fama a la Mona Lisa en todo el mundo.
El 22 de agosto de 1911, el cuadro más famoso del mundo, la “Gioconda” de Leonardo da Vinci, desapareció sin dejar rastro de una de las salas más vigiladas de París. Sin embargo, la ausencia de la Mona Lisa pasó inadvertida durante más de 24 horas.
El robo de la Gioconda pasó inadvertido durante más de 24 horas en una de las salas más vigiladas del Louvre (REUTERS)
Desaparición de la Mona Lisa: un vacío inquietante
El descubrimiento de la desaparición ocurrió en una mañana aparentemente rutinaria. Louis Béroud, pintor habitual del Louvre, y el grabador Frédéric Laguillermie acudieron al Salón Carré con la intención de copiar la obra maestra de da Vinci. Al llegar, encontraron un vacío inquietante en el lugar donde solía colgar la Gioconda.
El personal del museo pensó inicialmente que la pintura había sido trasladada al taller fotográfico Braun & Cie para su reproducción, pero pronto se confirmó que no estaba allí. Solo el marco y el cristal protector aparecieron abandonados en una escalera que conducía a la Cour Visconti, según detallaron Sortiraparis y Paris Secret.
En aquel momento, la alarma se extendió rápidamente y, en solo cuestión de horas, la noticia del robo se propagó por todo París.
La noticia de la desaparición de la Mona Lisa provocó la dimisión del director del museo y puso en evidencia la falta de seguridad (Crédito: Biblioteca Nacional de Francia)
Investigación con detectives y sospechosos ilustres
La investigación policial comenzó de inmediato. Cerca de 60 detectives, bajo la dirección del inspector jefe Octave Hamard, se desplegaron en el museo, mientras la Sûreté Parisienne tomó las huellas digitales de 257 empleados para compararlas con la encontrada en el marco y el cristal, una labor pionera en la época, como destacó Sortiraparis.
El criminólogo Alphonse Bertillon, considerado el padre de la identificación criminal, lideró el análisis de la escena. Sin embargo, la comparación de huellas no arrojó resultados y la policía, convencida de que el ladrón no había actuado solo, comenzó a buscar una red internacional de traficantes, según TF1 Info.
Este escándalo alcanzó a las altas esferas del museo. Théophile Homolle, director del Louvre, se vio forzado a dimitir ante la presión mediática y las críticas por la falta de seguridad.
Georges Bénédite, conservador de antigüedades egipcias, reconoció en declaraciones recogidas por Yahoo News France que el personal era insuficiente para vigilar adecuadamente las salas: “Disponemos de 120 a 130 hombres, pero las bajas por enfermedad, vacaciones y obligaciones militares reducen ese número en un tercio. Es notoriamente insuficiente”.
La investigación también se desvió hacia figuras del mundo artístico y literario. El poeta Guillaume Apollinaire fue encarcelado durante varios días, acusado de complicidad, debido a su relación con Géry Pieret, quien había robado estatuillas del museo y vendido algunas a Pablo Picasso. El pintor español también fue interrogado, aunque ambos terminaron absueltos.
Mientras la obra estaba desaparecida, el mito de la Mona Lisa creció a nivel internacional y aumentaron las especulaciones sobre su destino
Misterio la fascinación mundial
Durante los dos años siguientes, la desaparición de la Gioconda se convirtió en un misterio que alimentó teorías y especulaciones. La prensa internacional siguió cada pista, mientras la Société des Amis du Louvre ofrecía una recompensa de 25.000 francos y la revista L’Illustration duplicaba la suma para quien devolviera la obra, según Sortiraparis.
Las fronteras se cerraron, trenes y barcos fueron inspeccionados, pero la pintura seguía sin aparecer. Como subrayó Paris Secret, el mito de la Mona Lisa creció, y su ausencia solo aumentó la fascinación mundial por su enigmática sonrisa.
El robo, que mantuvo en vilo a Francia durante dos años y captó la atención internacional, marcó para siempre la historia del arte y la seguridad en los museos. La prensa reflejó el estupor general con titulares como “¡Han robado la Gioconda!”, relató Le Parisien. Más de un siglo después, el eco de aquel escándalo sigue vigente, especialmente tras el reciente robo de joyas napoleónicas en el mismo museo.
Descubrimiento y detención del ladrón
El giro decisivo llegó en diciembre de 1913. Alfredo Geri, anticuario florentino, recibió la oferta de un hombre que, bajo el nombre de Leonardi, intentaba venderle la Gioconda por 500.000 liras. Geri y Giovanni Poggi, director de los Uffizi, alertaron a los Carabinieri, quienes detuvieron al vendedor en un hotel de Florencia.
El ladrón resultó ser Vincenzo Peruggia, un vidriero italiano que había trabajado en el Louvre y conocía perfectamente sus pasillos. En la noche del 21 de agosto de 1911, Peruggia, un exempleado del museo, había trabajado instalando precisamente esas vitrinas protectoras, lo que le permitió conocer de primera mano la distribución del Louvre y sus fallas en seguridad.
Vestido con una bata blanca de operario, ingresó al museo en la madrugada de aquel lunes, un día en que el recinto cerraba por mantenimiento.
Vincenzo Peruggia, antiguo empleado del Louvre, ocultó la pintura bajo su bata y salió del museo sin levantar sospechas (Photo Researchers)
Para ejecutar el robo, se ocultó dentro de un armario junto con dos cómplices, los hermanos Vincenzo y Michele Lancelotti. Al caer la noche, salieron de su escondite, se dirigieron al Salón Carré y descolgaron la Mona Lisa sin dificultad. Retiraron el vidrio protector, desmontaron el marco y ocultaron la pintura bajo la ropa de Peruggia, quien caminó hasta la salida sin que nadie lo detuviera.
Durante el interrogatorio, explicó su motivación: “A menudo, cuando trabajaba en el Louvre, me paraba delante del cuadro de da Vinci, y me sentía humillado de verlo así en tierra extranjera. Robarlo era muy sencillo. Solo tenía que elegir el momento adecuado… Nadie me vio, nadie sospechó de mí”.
Peruggia mantuvo durante el juicio que su acto respondía a un sentimiento patriótico, con la intención de devolver la obra a Italia. El proceso se celebró en ese país, donde el tribunal, influido por la simpatía popular hacia su causa, le impuso una condena de un año y quince días de prisión, posteriormente reducida a siete meses, como informaron Sortiraparis y TF1 Info.
La Gioconda realizó una breve gira por Italia antes de regresar triunfalmente al Louvre el 4 de enero de 1914, donde desde entonces permanece bajo estrictas medidas de seguridad.
Peruggia argumentó que su objetivo era devolver la obra a Italia y fue condenado a siete meses de prisión tras ganarse la simpatía pública (Mylene)
Consecuencias e impacto en la historia del arte
El impacto de aquel robo trascendió la anécdota policial. El caso evidenció las graves carencias en la protección de las obras de arte y motivó una profunda revisión de los sistemas de seguridad en museos de todo el mundo.
La popularidad de la Mona Lisa se disparó, y su leyenda se consolidó hasta convertirla en el icono universal que es hoy. A pesar de los avances tecnológicos y las medidas reforzadas, el Louvre volvió a ser escenario de robos espectaculares, como el cercano saqueo de joyas, lo que demuestra que la tensión entre la admiración por el arte y la necesidad de protegerlo sigue siendo un desafío permanente, tal como remarcaron TF1 Info y Yahoo News France.