Renzo AbruzzeseLas últimas elecciones dejaron como saldo positivo la reconstitución de un sistema político que en los nueve años de Gobierno del MAS quedó literalmente pulverizado; las candidaturas ‘de oposición’ lograron finalmente –y en medio de sus fraccionamientos– posicionar dirigentes que, aunque el partido oficialista los denostara de todas las formas posibles, se instalaron como interlocutores irremediables. Esto hacía parte del doble discurso oficialista, el cual, mientras proclamaba a viva voz su preocupación por la falta de una oposición coherente y estructurada, rezaba para que no naciera jamás. Empero, los temores empezaron a surgir cuando el malherido sistema político se rehacía al margen de una visión etnocéntrica que el vicepresidente resumió en una frase lapidaria: “Hay que indianizar el Estado”.A las elecciones generales les siguen las subnacionales y, con ello, un proceso de depuración espontánea empieza a delinear un sistema político (esto es, un sistema de representación social) no previsto por la ‘intelligentzia’ oficial. El sistema lo conforman dirigentes y organizaciones sociales que combinan y armonizan sujetos históricos originario-campesinos y mestizo-blancoides. El proyecto de colonizar la sociedad boliviana hacia adentro bajo la perspectiva de un Estado aimara-centrista empieza a dar claros síntomas de su fracaso, y, en su lugar, emergen dos visiones contrapuestas: el sistema de partidos de base originario-campesina frente a un sistema de partidos mestizos. El mestizaje regresa como política de integración.De alguna manera, la recomposición del sistema político deja claro que bajo el signo de los tiempos modernos los colonialismos internos terminan siempre como discursos de emisión. Para ponerlo en claro: pensar una Bolivia indianizada era tan utópico como pensarla socialista, y no es que la oposición o el imperio hubieran diseñado los recorridos políticos de la última década; es que en la última década la pobreza se redujo del 63% al 43%, según el propio Gobierno, lo que quiere decir que ahora hay muchos más ‘nuevos ricos’ y ‘medio ricos’ que perciben que el signo de los tiempos ya no pasa por los discursos con barniz racial. Marx tenía razón, los antagonismos nacen de las entrañas del opresor.El Deber – Santa Cruz