Agustín Echalar AscarrunzEsta, la semana navideña del 2014, ha sido atroz. Y es que entre los actores políticos principales de este país, ha tenido lugar un hecho estremecedor. Los ciudadanos hemos presenciado cómo el ogro puede reaccionar cuando se enfada, estamos viviendo uno de los capítulos más sórdidos del abuso de los últimos tiempos.El magistrado Cusi -que no es santo de mi devoción porque le tengo una cierta alergia a la coca, y que ganó en las elecciones de jueces ante todo por su outfit- ha pasado a ser un enemigo del régimen ante el cual no hay que ahorrar ninguna táctica, ni arma alguna, por más ilegal que éstas sean.La conferencia de prensa en la que el Ministro de Salud revelaba la condición de salud del magistrado Cusi ya era suficiente para que en un Estado serio, el Presidente exigiera la renuncia de un colaborador tan cercano. Las ambiguas declaraciones, tanto de su Excelencia como del Vicepresidente, hacen entender, a quien no está cegado, de la aprobación de este accionar, o algo peor aún.Pero las declaraciones del Ministro del día viernes son aún peores: él ha dicho que hace quince días se le había hecho al magistrado Cusi una advertencia respecto al tema de su salud, y este no habría hecho caso, y que por eso se habría lanzado la información públicamente. Eso se llama chantaje.El ataque que está sufriendo el señor Cusi nos muestra dos cosas: por un lado, la total falta de respeto a las personas que tiene este gobierno, pero además, la pérdida del sentido no solo de la diferencia entre el bien y el mal, sino del sentido de cualquier tipo de vulnerabilidad. Ellos creen que pueden salirse con la suya hasta en las situaciones más adversas, y eso es también una forma de perder el sentido de la realidad.La gente de bien no puede quedarse con los brazos cruzados. Los médicos y el Colegio Médico como institución, no pueden ignorar, o protestar tenuemente respecto al actuar de ese colega que tienen y que funge de ministro, aunque en realidad sólo es apto para hacer trabajos sucios.Quienes convivimos de alguna manera con el VIH, ya sean los directamente afectados o los familiares, y amigos, no podemos dejar pasar una campaña tan vil como la que está haciendo el abyecto Calvimontes al estigmatizar a las personas por una condición que no pone en peligro de nada a nadie que esté cerca. De hecho, vale la pena recordar, que las personas con VIH pueden tener relaciones sexuales, con los cuidados adecuados, que no impliquen riesgo de contagio. Además, este es el momento adecuado para reiterar, que gracias a los avances médicos de los últimos tiempos, esa condición no es una condena a una muerte pronta, como lo fue en los años ochenta.También los masistas de buena índole, deberían sentirse cuestionados por lo que está pasando. Este es un momento de reflexionar sobre algunas cosas, el momento de enfrentarse ante la eterna discusión sobre si el fin justifica los medios. Tal vez sea momento de preguntarse, parafraseando a Vargas Llosa: ¿Cuándo se jodió el MAS?La historia es interesante porque Cusi es básicamente un hombre del llamado proceso de cambio, una personificación del empoderamiento indígena, pero ninguna de sus credenciales, han servido en el momento de la pulseta, o peor aún de la batalla. Este hombre de origen humilde, indígena, portador del VIH, se ha enfrentado contra un tremendo ogro con piel de llamita blanca, cuya principal característica es la impostura. Con un solo gesto, ha demostrado la falsedad de ese absurdo de los 36 idiomas oficiales; con una lógica intachable, ha demostrado también que el respeto a las otras cosmovisiones es también una falsedad (y un absurdo en algunos casos), además ha demostrado que es un hombre muy valiente, que está pagando caro sus atrevimientos, pero parece ser que saldrá con un saldo muy favorable, ganará en respeto, lo que el gobierno le deseó en ignominia.Página Siete – La Paz