Marcelo Ostria TrigoSe afirma, con razón, que la perpetuación en el poder es un objetivo de los autócratas. Esto viene a cuento porque el presidente ecuatoriano, Rafael Correa –cuyo Gobierno, junto con los de Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y otros del Caribe, es parte de la ALBA–, pareció diferenciarse de sus colegas cuando impulsó en 2011 una norma constitucional que limitaba a una reelección de los mandatarios de su país. Fue entonces una buena noticia para la democracia en ese país. Pero esto duró poco. Con el manido argumento de que si el pueblo lo pide hay que cambiar lo establecido, Correa acaba de sacar las garras y se propone nomás eternizarse en el poder.Como en Ecuador el Gobierno de Correa sigue el camino del populismo para controlar todas las instituciones, “el Consejo Nacional Electoral (CNE) rechazó una vez más los esfuerzos de la oposición por impedir la reelección indefinida del presidente Rafael Correa. El viernes 13 de febrero, el CNE determinó por cuarta vez que no suministraría a Compromiso Ecuador los formularios necesarios para proceder con un referéndum que muestre si el pueblo respalda o no la modificación constitucional para consagrar la reelección indefinida” (Rebeca Morla, en CNE de Ecuador niega referéndum sobre reelección indefinida (El Diario Exterior, 25.02.2015).Con esta deformación de la democracia, los líderes populistas pretenden jugar el papel de ‘iluminados’, como los miembros de una secta bávara del siglo XVIII que, con la ciega obediencia de sus adeptos, se proponían imponer un orden distinto al prevaleciente en lo moral, en la religión y en la propiedad. Ahora, la mayoría de los que dirigen las instituciones cooptadas son obsecuentes y se ponen del lado del poder, como acaba de suceder, por enésima vez, con la Corte Electoral del Ecuador y en otros países socios de la cofradía neopopulista.Lo que sucede en Ecuador ya se presentó en Venezuela, cuyos resultados son desastrosos: autocracia violenta ahogada en una crisis que el propio chavismo creó con su ineficiencia e inmoralidad. La misma iniciativa –la de ‘Cristina eterna’– de una diputada argentina fracasó. Pero eso no garantiza que no se insistirá en lo mismo: la perpetuación, como sucede con la escalada hacia la dominación abusiva y antidemocrática de los sandinistas, que intentan reproducir, igual que Maduro, el castrismo que, en más de medio siglo, solo tuvo dos líderes, ambos hermanos y, pretendidamente, ‘iluminados’. Y hay otros que hacen turno para sumarse.El Deber – Santa Cruz