Erika Brockmann QuirogaEl presidente Morales ha pedido a sus candidatos a gobiernos subnacionales reproducir el 60% de respaldo de octubre y así demostrarle al país que el MAS no comienza ni termina en su persona. El mensaje es contradictorio, ya que resulta ser él el personaje más visible de la contienda electoral en curso.Así lo confirma su incesante activismo electoral, el elocuente llamado a unir filas y convocar al voto unánime a favor de sus candidatos. Portador de la legitimidad que le concedió la victoria de octubre, abriga la esperanza de transferir la magia y fortuna de su singular liderazgo a quienes aspiran a gobernaciones y alcaldías a lo largo y ancho en el país.En este empeño, el Presidente incurre, sin siquiera sonrojarse, en conductas ética, estética, legal y políticamente inaceptables. Entre éstas destaca la explicita advertencia de que pueblo que no se alinee al MAS experimentará, como represalia, la falta de obras y la indiferencia de las instancias nacionales del gobierno central.Con ello hace caso omiso a la obligación constitucional de coordinar, cohabitar y cooperar con sus adversarios políticos, en aras del desarrollo de una democracia plural y la construcción del Estado con autonomías.Torpezas de similar calibre, y con mayor convicción argumental, han sido reiteradas por el Vicepresidente y otras autoridades, persistiendo, además, en la flagrante violación de la Ley Electoral al promocionar candidatos en entregas de obras, los mismos que terminan eclipsados por la arrolladora presencia de Su Excelencia.Ocurre cuando desde el gobierno nacional se utilizan recursos públicos impulsando una campaña acusatoria contra Rubén Costas, en su empeño de tomar el control de Santa Cruz. Y es que al reactivar el «reality show” del caso terrorismo, de su confusa y gelatinosa trama, el sector duro del MAS no disimula el discrecional uso y abuso de poder.Como descargo, el Presidente ha indicado que hace campaña en su tiempo libre, ¿acaso no se da cuenta que es titular de una investidura no fraccionable y que su sola presencia y desplazamiento territorial ya implica el uso electoral de recursos que pertenecen a todos los bolivianos?Todo indica que habría que resignarse a la ocurrencia de estas malas prácticas políticas, que a nombre del cambio se prometió erradicar. Sería ingenuo, a estas alturas, esperar su reemplazo por la moderación y bajo perfil que, en similares circunstancias, reflejaron sus pares de El Salvador y de Uruguay, para mencionar a los más «progres y revolucionarios”. O que emule al presidente de Costa Rica prohibiendo la exhibición de la foto oficial en espacios públicos, a fin de vacunar a la sociedad de la epidemia de mesianismos contagiosos.No hay duda, la preocupación invade a la cúpula masista. Las primeras encuestas posicionan favorablemente a candidatos opositores, aún en bastiones tradicionalmente azules y en la Bolivia urbana ahora mayoritaria. Ésta es una señal que induce al error, a instalar el miedo al castigo como dispositivo electoral, a la falta de decoro y a la sobre exposición del PresidenteEn fin, así como la vida, sorpresas nos da la democracia. La democracia es generosa al abrir espacios a los excluidos e, incluso, a aquellos que algún día la negaron y combatieron. Aún en un escenario de apatía política y consumismo desbordado, el electorado se reserva el derecho de censurar a quienes la instrumentalizan a fin de materializar su utopía totalitaria, resistiéndose a compartir un pedazo de poder con el adversario político que, al parecer, podrá instalarse legítimamente en la vecindad de la plaza Murillo. Y es que a estas alturas los dados de la voluntad popular son impredecibles e inevitablemente plurales.