Editorial – El DíaCuando se produce un caso tan paradigmático como el de la maestra de escuela Renee Gurley todos tratan de adueñarse del triunfo. En esta ocasión, una gran victoria, la de la justicia, cosa que es muy escasa en nuestro medio. Está bien que estemos contentos, que celebremos y destaquemos que, por única vez cuando sea, los perdedores sean el contubernio, la presión política, el negociado y la corrupción.Pero no es saludable perder de vista cuál fue el factor clave en esta pelea entre David y Goliat. Es verdad que fueron fundamentales las redes sociales, la movilización de algunos grupos de amigos influyentes que invirtieron tiempo y energía para acompañar a la profesora Gurley y el carácter mediático que alcanzó este juicio, que estuvo a punto de irse por el camino “tradicional” por efecto de los actores que mantienen torcida a nuestra justicia y que basan su poder precisamente en esa incidencia que suelen tener sobre los tribunales y los jueces.Las redes sociales se han hecho famosas en el mundo por su gran capacidad de presión y por supuesto, en Bolivia han cobrado mucha energía a la hora de poner en el tapete los temas importantes y marcar la agenda pública. En el caso de los otros métodos de protesta, la movilización, el boicot, el bloqueo y muchos otros, no vamos a negar que los bolivianos somos campeones. En nuestro país el factor mediático también es importante y pese a que la prensa independiente ha perdido fuerza, no deja de ser influyente e incidir en las decisiones de interés común. La gran pregunta es ¿por qué no siempre dan los mismos resultados que se obtuvieron en el Caso Gurley? ¿Por qué la justicia, la política, las instituciones y los asuntos públicos siguen en las mismas condiciones pese a todas las críticas y la presión que se ejerce todos los días?Existe un elemento en el Caso Gurley que no suele ser común en los conflictos que vemos todos los días en nuestro país y es la fuerza de la ciudadanía ejercida por una mujer que nunca se rindió, que no se dejó amilanar por el poder, que sabe que la fuerza de un país, de la justicia y de sus instituciones está en los ciudadanos que reclaman por sus derechos hasta las últimas consecuencias, algo que nosotros repetimos como una cantaleta vacía, porque al final terminamos transigiendo y negociando, porque en realidad no confiamos en las leyes, no las acatamos, preferimos los atajos y las componendas.Lo vemos todos los días. Los medios de comunicación publican casos graves, mucho más que el Caso Gurley, pero lamentablemente todo termina en arreglo. Madres y padres que negocian a nombre de sus hijos; lo hacen por necesidad tal vez, por vergüenza, por prejuicio, por miedo, por falta de confianza en los tribunales o porque son los mismos operadores de justicia, la policía y los fiscales los que inducen las cosas hacia la transacción. Siempre sale perjudicada la víctima, pero debemos reconocer que muchas veces todos nos beneficiamos de ese sistema, aunque sea para librarnos de un semáforo en rojo. En esas condiciones jamás conseguiremos cambiar las cosas, hecho que puede suceder solo si al ciudadano le da la gana. Es la única revolución posible.