Agustín Echalar AscarrunzHace un par de semanas, el ministro de Culturas y Turismo ha anunciado que la Unesco habría comprometido una ayuda de alrededor de 700.000 dólares para el mantenimiento y mejoramiento del área arqueológica de Tiwanaku. La noticia es buena porque Tiwanaku necesita a gritos de dinero para su conservación y mantenimiento.El museo, que fue construido durante el último gobierno de Banzer y entregado durante el de Tuto, amenazaba con desplomarse debido a la falta de mantenimiento. Y el museo construido en tiempos de Paz Zamora no ha conocido hace tiempo una limpieza regularmente profunda. Hay muchas vitrinas que se han convertido en muestras didácticas de cómo el polvo puede cubrir lo que alguna vez fue un gran templo, que es lo que pasó, por ejemplo, con Akapana.Tiwanaku es, sin lugar a dudas, el centro arqueológico más importante de Bolivia, y la atención que se le da es insuficiente. Los eventos políticos que han tenido lugar en el último tiempo -la pseudocoronación de Evo o el matrimonio del Vicepresidente con la bella Claudia Fernández- no ayudaron en nada a valorar ese espacio como lo que es, ante todo: un área arqueológica de primer nivel.Ahora bien, si consideramos que la gente del actual gobierno le da a Tiwanaku un valor simbólico muy superior (le comento, amigo lector, que hace un par de años fue cambiado un infograma cronológico en el museo de cerámica por uno que añade a la cultura tiwanacota, a Evo Morales y al satélite Túpac Katari, detalle que permite sonreírse y ver plasmado el llunkerio que ha permeado también a la arqueología nacional), lo lógico sería que, por dignidad, sea el Estado boliviano, que supuestamente está en bonanza, el que se ocupe de restaurar, conservar y excavar ese espacio, sin limosnas que vengan del abusivo Primer Mundo.Pero hay algo más, y esto podría cuestionar también a la Unesco, porque se está ayudando donde no es necesario. A Tiwanaku no le falta plata. Sin temor a equivocarme, creo que puedo aseverar que desde que Evo está en el gobierno, en la boletería de las ruinas se ha vendido entradas por el valor de alrededor de cinco millones de dólares.En efecto, cada año, Tiwanaku recibe entre 40 y 50.000 turistas extranjeros que pagan 11,3 dólares americanos por persona. A eso se añade el pago de los boletos de los nacionales, 10 bolivianos, y el de estudiante, que es aún menor.¿Dónde se va ese medio millón de dólares anual? A las comunidades indígenas de los alrededores de Tiwanaku. El origen de este trato tiene que ver con un acuerdo de hace varias décadas: un porcentaje de las boletos de entradas fue comprometido para estas comunidades, eso en tiempos de extrema pobreza, pero ahora lo justo sería que los ingresos de Tiwanaku vayan, ante todo, para la preservación del sitio y para fortalecer a la institución encargada de preservar el acervo arqueológico en todo el país.Tiwanaku merece un mejor trato, en primera instancia por lo que significa. Además, si se trabajara seriamente en la excavación, en la conservación y en la exposición adecuada y científica de ese acervo, éste se convertiría en un gran atractivo turístico que ciertamente, por el momento, no lo es.Tiwanaku no es una referencia ineludible en un circuito boliviano, y eso debe cambiar. No debemos olvidar que en Tiwanaku está la estatua prehispánica más grande que se haya encontrado en Sudamérica y, ¿sabe qué?, está prohibido fotografiarla, por lo que su existencia es un secreto bien guardado. Se necesita una reforma muy profunda en Tiwanaku y para eso se requiere una máxima autoridad que -como se dice en estos tiempos- tenga las faldas bien puestas, porque, entre otras cosas, significa enfrentarse con un colectivo que se ha estado beneficiando, sin mayor derecho, de unos dineros que pertenecen al Estado boliviano y que deberían tener un uso más racional.Página Siete – La Paz