Tres autoras bolivianas que se destacaron en el último trimestre de 2015, con los respectivos premios que obtuvieron
La última semana de octubre la literatura boliviana fue sacudida con tres buenas noticias: el lunes 26 se conoció la nominación de Magela Baudoin como finalista del II Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, por su libro La composición de la sal; al siguiente día Giovanna Rivero fue declarada vencedora del Premio Cosecha Eñe, que organiza la revista española Eñe, gracias a su historia titulada Albúmina; y el viernes 30, Liliana Colanzi ganó la cuarta edición del Premio Aura Estrada, de México.
Estos tres hechos ya suscitaban mucha alegría, y aún restaba saber el resultado del premio en el que participaba Baudoin. Finalmente, el viernes 27 de noviembre, ese ente llamado ‘literatura boliviana’ pudo celebrar a lo grande cuando se supo de la consagración de la autora venezolano-boliviana. Sin duda que el García Márquez es el galardón más importante obtenido jamás por un autor boliviano, tanto por la calidad de los participantes, del jurado, y por el monto económico que otorga: $us 100.000.
Las tres escritoras hablaron con Brújula sobre las sensaciones que les dejan estos logros, que obligaron a mucha gente de afuera (y a sus propios compatriotas) a buscar lo que se escribe en Bolivia; a partir de allí evalúan sus carreras, y lo que sucede con la literatura en estas tierras.
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Procesos
Hace exactamente un año, la primera y hasta ahora única novela de Magela Baudoin, El sonido de la H, obtuvo el Premio Nacional de Novela; para Magela, eso fue una señal de que no se había equivocado al retomar el camino de la escritura, ese que inició como periodista antes de sus 20 años y que por varias razones había quedado trunco.
Los 14 cuentos que están en La composición de la sal (Plural) surgen en los tiempos muertos mientras esa novela estaba en proceso. Cuando se abrió la convocatoria en marzo para el García Márquez, Magela no lo dudó y envió el libro, el mismo que el jurado, presidido por Alberto Manguel, eligió de entre otros cuatro (uno de ellos del mexicano Juan Villoro) como el mejor.
“Todavía no lo proceso. Me doy cuenta del salto enorme y al mismo tiempo trato de seguir pisando tierra firme. Así nomás somos los capricornios de terrenales. Y aunque mi bohemia metódica lucha por salir, la cabra está ahí siempre”, aclara Magela.
El sonido de la H tiene otra cadencia, dice Baudoin, le exige alma de fondista y ella paraba a descansar en los cuentos.
El primero que escribió fue el que precisamente da título al libro. “Es un cuento que nace de una imagen poética muy fuerte: un hombre que llega a la vejez y llora inconteniblemente.
Es esa atmósfera que va del llanto a la risa, de la nostalgia a la inminencia del presente, de la aparente normalidad a la debacle, la que va envolviendo este cuento y los demás.
Por eso, la sal como metáfora: una composición química que puede ser la de la vida misma, sanando o avivando el dolor”, señala Magela; y si bien estas dos obras, hechas casi en simultáneo, no dialogan directamente, para Baudoin tienen un germen común que es la memoria. “Ese lugar desde el que parto y luego hiperbolizo, destruyo, reconfiguro, generando espacios desmesurados, extraños, incluso absurdos que buscan incomodar al lector”.
Giovanna Rivero indica que, independientemente de ganar un premio o no, la escritura ha definido el modo en que ha vivido hasta ahora, es su camino, así, a veces bastante sinuoso, y más allá de las dificultades, recibir este tipo de retroalimentación la energiza mucho.
“Me gusta el nombre de este premio, ‘Cosecha Eñe’, pues creo que funciona como una metáfora perfecta de mis propias apuestas: el lenguaje, las palabras, como una vía de respiración y de transformación, mi español constantemente tensionado por la cultura anglosajona en la que vivo, y también la necesaria cosecha, esa dialéctica infalible entre lo que entregás al mundo y este devuelve, tarde o temprano.
La alegría de ganarlo ha revitalizado mi compromiso con esta mi vida/escritura”, menciona Rivero desde Estados Unidos, donde reside hace años con su familia.
Cambios
El Premio Aura Estrada se entrega bianualmente desde 2009. Este año por primera vez se abrió para escritoras que no solamente hubieran nacido en México, sino también para latinas que residieran en ese país o en Estados Unidos.
Liliana Colanzi compitió presentando el primer capítulo de una novela que tiene por protagonista a un adolescente del Chaco boliviano que oye en su cabeza la voz de un indio mataco que asesinó. Aquí Colanzi consolida un cambio de registro respecto a sus primeros cuentos incluidos en Vacaciones permanentes (El Cuervo, 2010), que son historias más intimistas, urbanas; aunque estas migraciones ya se las puede encontrar en los cuentos de su libro La ola (Montacerdos, 2014).
“Escribir, para mí, es meditar sobre situaciones o temas que me interpelan de manera profunda, aunque a veces no tenga muy claro por qué. De hecho, casi nunca tengo claro por qué, o hacia dónde voy, hasta que empiezo. Ese ánimo exploratorio es el que me motiva, tanto para el cuento como para –en este momento— la novela.
MAGELA UN GRAN LOGRO
Lo que estoy escribiendo ahora tuvo su origen en la conmoción que produjo entre algunos amigos míos la muerte de un chico al que no conocí directamente, y con un estado de ánimo de delirio y malestar y vulnerabilidad que estaba en el ambiente. Y no diré más, porque soy supersticiosa”, explica Colanzi, desde Sevilla, en España, donde se quedará hasta mediados de 2016.
Quizás la mayor satisfacción de la obtención de estos premios sea el hecho de poner a Bolivia en el mapa literario latinoamericano de una vez. Que se sepa que existe una literatura boliviana con sus diferentes voces y estilos. Magela estuvo una semana en Colombia, visitando bibliotecas e instituciones con los otros finalistas, y lo que pudo percibir es que todavía lo boliviano es un misterio para muchos.
“Solo una persona en Barranquilla me preguntó por Edmundo Paz Soldán y yo dije para mí: ‘¡Yes!’ Por eso me parece inmejorable la oportunidad que ofrece este premio, esta vitrina colosal, no solo para mi obra, sino para nuestra literatura”, resaltó la autora.
Para Rivero, los tres premios son una bella co-incidencia (así, con el guion), pues no se refiere solamente a la suerte o al azar, “sino más bien a la probabilidad alta de que estas ‘buenas rachas’ ocurran, y cada vez con mayor frecuencia, si hacemos lo necesario para movernos de esos lugares de la escritura donde podemos sentirnos cómodos y ubicarnos en un lugar de extrañeza, de renovación, de batallas simbólicas”.
Colanzi ha visto como en los últimos años años la literatura boliviana ha suscitado un mayor interés y hay muchos escritores que tienen un nivel muy alto, pero se pregunta si puede mantenerse o expandirse este fenómeno sin apoyo estatal, sin políticas de fomento a la lectura, sin carreras de Literatura, sin librerías.
“Hay que tener mucha terquedad para sostener una vocación en un ambiente que muestra tanta indiferencia a la literatura. Cuando comencé a escribir en Santa Cruz conocía a muy poca gente que tuviera un estante de libros en casa, independientemente de su clase social. Santa Cruz necesita una carrera de Literatura, talleres literarios, políticas de fomento a la lectura, becas de creación, etc.
Es increíble que el porcentaje que el municipio destina a cultura sea inferior al 0,5%. A escala nacional hay algunas iniciativas destacadas, como la Biblioteca del Bicentenario, pero el Gobierno todavía mantiene un discurso oficial muy desdeñoso con respecto a la literatura”, apuntó Colanzi.
A lo dicho por la escritora cruceña se puede añadir que a pesar de que Baudoin obtuvo un premio bastante importante para Bolivia, no ha recibido ninguna comunicación por parte del Gobierno boliviano o de la Gobernación de Santa Cruz, departamento donde reside.
Magela Baudoin sueña con darle a Santa Cruz una carrera de Literatura, un primer paso es el postítulo en escritura creativa, que lo ofrece la UPSA, y que va por su cuarto periodo. “Yo creo firmemente que la escritura es un oficio que se puede aprender. Hay todo un mito alrededor del escritor y la genialidad que no existe en las otras artes.
GIOVANNA RIVERO Y LOS INICIOS EN EL MUNDO DE LAS LETRAS
DESDE MONTERO HASTA FLORIDA, CON ESCALAS
Si se aprende la música, que es quizás la mayor de las artes, si se aprende la pintura, la escultura, la danza, por qué no habría de aprenderse la escritura. Y hallo muy importante que existan estos espacios porque contribuyen no solo a formar escritores, sino lectores, que es mucho más relevante. Un país que lee es un país que se piensa, que se interpela, que se construye”, arguye Magela, que nació y vivió en Venezuela hasta sus 17 años, donde sus padres, ambos bolivianos, se trasladaron muy jóvenes.
La creación
De las tres autoras, Giovanna es la que más libros tiene publicados, con historias que van de la ciencia ficción al realismo puro y duro, del cuento infantil a las historias góticas; su último cuento, el ganador del premio Eñe, es un cuento sobre astronautas que se sienten mejor contenidos en el inmenso espacio sideral que en la Tierra.
“Creo que ahora conozco mejor mis estrategias narrativas, y aunque eso puede ser una ventaja, siempre trato de desmontarlas. Sostengo un diálogo medio esquizoide: ‘Esto ya lo hiciste’, me digo. Y entonces intento una bifurcación, un desvío, una traición propia. No sé si eso será madurar o, ahora que está de moda la palabrita: ‘radicalizarse’, pero sí sé que mis búsquedas diversas tienen que ver con ese continuo desmontaje.
Le temo mucho a la fórmula. Irónicamente, no les temo a los estereotipos; será porque creo que ellos son los más desafiantes: ¿cómo renovar un estereotipo?, ¿cómo resucitarlo?”, recalca Rivero.
Baudoin afirma que para ella escribir es una forma de sanarse, al escribir deja el ajayu (alma en aimara) en cada libro y luego tarda un poco en recuperarlo. Ahora estoy escribiendo una novela inspirada en la muerte de mi hermano y ando con el corazón dislocado. “Lo único que lamento, a veces, es lo que tiene que soportar mi familia porque la gente cree que se trata de ellos. Pero mi padre, que es un hombre sabio y lector, me ha dicho más de una vez: ‘No te preocupes hijita, sabemos que es ficción. Puras mentiras’”, señala Baudoin.
Por ahora, la segunda ganadora del García Márquez quiere tiempo y calma para seguir escribiendo, no piensa en la presión por escribir algo nuevo después de que sus dos primeros libros de ficción hubieran obtenido premios importantes. “No me importa por ahora lo que resulte. Ha sido un año muy intenso. Ahora toca volver a la cueva. Eso es lo que espero, nada más”, apunta.
Finalmente, Colanzi pide no perder la perspectiva, ya que a pesar de estar muy feliz con su premio, no olvida de que la literatura no pasa exclusivamente por ese tipo de reconocimientos: “Un escritor enorme como Jaime Saenz nunca ganó un premio, mientras que muchísimas obras que han sido premiadas están ahora en el justo olvido”
Fuente: eldeber.com.bo