Renzo Abruzzese*»Rafael Quispe asegura que se empleó 4.000 millones de bolivianos y Óscar Ortiz dijo que casi 1.000 millones de bolivianos se depositaron en cuentas personales… Por su parte, el exvicepresidente de Bolivia Víctor Hugo Cárdenas califica el escándalo del Fondo Indígena como la corrupción del siglo. Esto porque implica hasta al propio Gabinete ministerial… habían cinco ministros miembros del directorio que tenían responsabilidad, pero que no son investigados”.El escándalo alcanza dimensiones surrealistas, al punto que, «el senador del Movimiento Al Socialismo (MAS) Jorge Choque Salomé es acusado de inventar el nombre de un pueblo para beneficiarse con 950 mil bolivianos en proyectos del Fondo Indígena” (Eju.tv). El imaginario pueblo recibió el curioso nombre de Coroxa.Frente a todo esto, el Vicepresidente sostuvo que las críticas «no apuntan a una persona (Achacollo). Critican -dice García Linera- a una clase social. Están buscando escarmentar a todo un sector que se atrevió a ser poder, a ser gobierno” (El Deber 25/12/2015). «Lo que pasa es que estos compañeros son indios. Esa es la razón. La oposición trata de devaluar a toda una clase social sólo porque son indios” (El Deber 25/12/2015).En pocas oportunidades, a lo largo de la historia contemporánea de este país, un dignatario de Estado utilizó de forma tan grosera los recursos de la retórica. Se trata de un velado recurso semántico por medio del cual el racismo se expresa como antirracismo, de la misma manera en que, por ejemplo, dictadores como Hitler devastaban las libertades democráticas en nombre de la democracia.Generalizar el comportamiento -sin duda delictivo y vergonzoso- de militantes y dirigentes individualmente identificados y plantearlo como un problema de clase social, culturalmente definida como «los indios”, lo único que hace es poner de manifiesto la naturaleza racista de una expresión aparentemente antirracista. Para el mandatario, cualquier juicio de valor, aun aquellos cuyas pruebas saltan a la vista, pueden encubrirse apelando a la raza, el artificio se ha transformado, así, en un recurso represivo, utilizado de forma arbitraria, convencional y malintencionada.Resulta bueno hacer nota de que desde una perspectiva sociológica y científica no se han registrado sociedades corruptas ni clases sociales corruptas, sino, y en todos los casos, la corrupción es un acto circunscrito a personas individuales, funcionarios específicos u operadores precisos de instituciones públicas o privadas.Tratar de desdibujar el vergonzoso escándalo haciendo imaginarias generalizaciones no sólo es erróneo, sino peligroso. Cuando sostiene que el escándalo busca devaluar a una clase social por sus características raciales, lo único que hace es poner en evidencia sus propios preconceptos racistas al defender -aparentemente- una raza enfrentándola a otras.Por lo demás, está claro que la corrupción, como todos los crímenes contra la sociedad, no tienen clase social. Corruptos existen tanto en las grandes esferas de las élites como en el lumpen de una sociedad. La corrupción no tiene filiación de clase ni credo ni raza ni color político; es un desliz de la moral y la ética que está presente en toda la estructura social.No se necesita ser indio como tampoco se necesita ser mestizo para ser corrupto. Tampoco es necesario ser proletario o burgués, los hay en los primeros tanto como en los segundos: en todos los estamentos hay probos y corruptos. Empero, de ahí a generalizar de la forma en que lo hace hay una distancia insalvable.Si la intención es convocar a un sector social (los indios) a fin de neutralizar los efectos que el escándalo tiene sobre la imagen del Gobierno, está totalmente equivocado, lo único que ha de lograr es echarle más leña al fuego. Mejor se vería si deja de utilizar de manera tan simplona las clases sociales y las categorías raciales y se concentra en castigar a los corruptos que rodean las esferas del poder.*SociólogoPágina Siete – La Paz