Evo enemigo del presidente

El presidente Evo Morales tiene equipos de asesores en diferentes disciplinas, ¿no los escucha? o es que algunos están empeñados en que haga el ridículo cada vez que abre la boca.

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Nos hace cargar vergüenzas ajenas. Evo ya ha forzado hasta límites inimaginables nuestra capacidad de asombro pero parece que siempre tiene más. Es realmente admirable la rapidez con la que lanza, una tras otra, sus dislates que seguramente supone, son producto de un complejo y difícil proceso de análisis e investigación, aspectos que no son, precisamente, su fuerte.



Es claro que los alimentos transgénicos no son lo deseable y que una alimentación lo más natural posible siempre será preferible. Sin embargo, para llegar a esta conclusión no es necesario acudir a los argumentos que torpemente Evo esgrimió durante su “cumbre” de Tiquipaya convocada principalmente para lanzarlo como el líder de los pueblos indígenas a nivel internacional.

Fue el propio Morales quien se encargó de desbaratar y echar por tierra los esfuerzos de sus propagandistas y la endeble argumentación de su vocero Iván Canelas y su viceministro Wilfredo Chávez no pudieron impedir que Evo se muestre ante el mundo como un político «ignorante», intolerante y atrabiliario.

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Se le hace cuesta arriba ubicar todas sus afirmaciones dentro de una categoría más o menos racional. Pareciera que sus “ideas” le vinieran a la mente de manera atropellada y él las lanza a mansalva, posiblemente considerándolas muy “inteligentes”. Proyecta una imagen totalmente contraria a la del amauta o sabio indígena, que conoce el valor del silencio y por tanto economiza las palabras y prefiere la reflexión.

Atribuir la homosexualidad a los pollos y los alimentos transgénicos resulta, cuando menos un exceso. La homosexualidad existió antes de que surgieran los productos transgénicos y existirá aún cuando estos desaparezcan. En la actualidad no es considerada una enfermedad ni como una disfunción social; en todo caso este tema como el de la calvicie, la coca cola y demás son asuntos para el debate en otros foros, pero de manera alguna temas que deban ocupar la atención del presidente de un país en una cumbre internacional convocada, no para el circo de ceremonias y ropajes exóticos, sino para cuestionar y presentar propuestas serias de defensa de la naturaleza y la «madre tierra».

En suma, son muchas las observaciones a los criterios lanzados por el presidente de Bolivia pero evidentemente es una pérdida de tiempo intentar demostrarle que está equivocado. Con la ayuda de sus asesores ha creado infinidad de mitos y él es el primero en creerlos. Esta autointoxicado con su supuesta infalibilidad que surgiría de su condición de “guía espiritual” que graciosamente le han conferido sus adulones.

Lo lamentable es que en su entorno nadie se atreve siquiera a insinuar que metió la pata. Da lástima ver como sus más íntimos colaboradores deben acompañar a su jefazo en el ridículo y proclamar, uno de ellos, que solo come pollo criollo y el otro, atribuir a la prensa los dislates de Evo Morales.

El vocero Iván Canelas, que claramente ya olvidó sus épocas de periodista, debiera darse cuenta que los medios de comunicación solo transmitieron, palabra por palabra y letra por letra lo que dijo Evo y en consecuencia, si alguien es responsable por el revuelo de burlas y críticas que se armó, ese alguien es el propio presidente Morales y no quienes solo cumplen con su labor de difundir las palabras que lanzó un Primer Mandatario, alguien a quien, lo menos que se debiera pedir, es algo de mesura y ponderación.

Por lo menos alguien del entorno presidencial debiera hacerle el favor a Evo y al país y tener el valor para decirle que se equivocó, así le cueste la pega. El presidente tiene equipos de asesores en diferentes disciplinas, también está a su lado el vicepresidente quien se jacta de haber leído miles de libros. O no los escucha y entonces la responsabilidad es toda suya, o en forma deliberada algunos están empeñados en que haga el ridículo cada vez que abre la boca.

Evo Morales es el presidente del país y como bolivianos, estemos o no de acuerdo con su gobierno, nos entristece que sea tomado cada vez menos en serio en el contexto internacional y quede únicamente como el «indígena folclórico» que da el toque exótico a los foros presidenciales.