Dictadura: 35 años después


IVANIván Arias DuránY con este mes de mayo siempre me vienen a la memoria los abusos de la dictadura y los dolores de las madres. En plena dictadura de García Meza, a pesar de todas las medidas de seguridad que había tomado: cambiar identidad, mimetizarme en un remoto lugar, pasar inadvertido en el día, trabajar en las noches y hablar solo lo necesario, caí preso porque la dictadura tenia ojos y oídos las 24 horas en todos los recovecos en base a informantes comprados y voluntarios que buscaban favores de los “tiras” (agentes encubiertos brutos) y de sus jefes.Después de 15 días de ser brutalmente torturado pues, junto a otros, estábamos buscados por ser terroristas y “vende patrias” comunistas, fuimos trasladados a La Paz ya que en la sede de gobierno querían profundizar los interrogatorios. Todos sabíamos que llegar a las manos de la DOP (Dirección de Orden Político) era mortal. Las torturas en las cárceles alejadas del DOP eran brutales (picana eléctrica en los testículos, pechos y dientes; submarino en aguas servidas, latigazos con manguera, baños de agua fría al amanecer y amenazas de violación o paredón) pero no aplicaban las técnicas traídas por asesores de la dictadura chilena y argentina. Estos eran brutalmente sofisticados y estaban diseñadas desde la neurociencia.En las escuelas de cuadros cuando nos instruían sobre formación política, también nos advertían de los cuidados que debemos tener para no caer presos y de lo que deberíamos hacer en caso de que los sistemas de seguridad del Estado nos apresaran: “si caes preso tienes que aguantar, por sobre todo, las primeras 72 horas o más para dar tiempo a los compañeros que están libres tomar las medidas precautorias pertinentes. La dictadura no se está con miramientos, son duros y lo que buscan es doblegarte lo más rápido y definitivamente”. Como forma de ir ganando fortaleza y no miedo, nos entregaban relatos de camaradas torturados. El relato de una presa chilena me ponía la piel de gallina, pero también su lectura me llenaba de coraje y de convicción que había que ofrendar hasta la misma vida para que nunca más, ni en Chile ni en Bolivia ni en ninguna parte del mundo, se vuelva a violar los derechos humanos y que las dictaduras debían acabar para siempre.En este contexto, un pensamiento de José Martí siempre guiaba nuestra convicción y accionar: “la libertad no muere jamás de las heridas que recibe. El puñal que la hiere lleva a sus venas nueva sangre”. Por ello, escuchar relatos de compañeros nuestros o de camaradas de otros países llenaba nuestras venas de rebeldía y fuerza para no rendirnos. El relato al que me refería, hoy lo volví a encontrar gracias a la magia del net, en “breves relatos de hombres, mujeres y niños torturados en dictadura, extraídos del informe Retting:“[…] embarazada de cinco meses, fui detenida y hecha prisionera. Estuve un mes y medio incomunicada en la Cárcel del Buen Pastor, y sometida en el Regimiento Arica a vejámenes y torturas, entre las cuales debo, como denuncia, mencionar: […] instada a tener relaciones sexuales con la promesa de una pronta liberación; obligada a desvestirme, acariciada en los pechos y amenazada de recibir las visitas nocturnas del interrogador; golpes de electricidad en la espalda, vagina y ano; uñas de las manos y pies fueron arrancadas; golpeada en varias ocasiones con bastones de plástico y con culatas de rifles en el cuello; simulacro de fusilamiento, no me mataron pero debí escuchar como las balas silbaban a mi alrededor; obligada a tomar e ingerir medicinas; inyectada en la vena con pentotal, bajo la severa advertencia que sería hipnotizada como único medio de declarar la verdad; colocada en el suelo con las piernas abiertas, ratones y arañas fueron instaladas y dispuestos en la vagina y ano, sentía que era mordida, despertaba en mi propia sangre; se obligó a dos médicos prisioneros a sostener relaciones sexuales conmigo, ambos se negaron, los tres fuimos golpeados simultáneamente en forma antinatura; conducida a lugares donde era violada incontables y repetidas veces, ocasiones en que debía tragarme el semen de los victimarios, o era rociada con sus eyaculaciones en la cara o resto del cuerpo; obligada a comer excrementos mientras era golpeada y pateada en el cuello, cabeza y cintura; recibí innumerables golpes de electricidad […].” Mujer detenida en octubre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento Arica, La Serena, IV Región.Gracias a ACNUR, la Iglesia Católica, a través del Arzobispado, a los abogados defensores y funcionarios con voluntad de servicio, como una que 10 años después habría de ser mi esposa, los presos políticos teníamos la esperanza de la defensa y la protección. Eran tiempos de dictadura, pero hasta en esos tiempos había resquicios para la libertad. Pero nada de ello se movía si no era el inmenso amor y voluntad de fierro de nuestras madres que, sin medir tiempo, amenazas y desprecios luchaban desde las calles y desde el silencio por la vida de sus hijos. Sin la entrega de mi madre seguro no estaría contando esta historia, porque fue gracias a ella y las personas que contactó que se abrió, después de recibir dos tiros en el cuerpo, la posibilidad de ser exiliado y pueda salir a curarme. Gracias mamita, gracias por todo lo que hiciste por mí y gracias a todos los que lucharon por la democracia, de cuya lucha yo me siento parte a sabiendas que, sin la lucha colectiva, nuestro país jamás podría estar disfrutando de la libertad. 35 años después, ¿dónde están los “tiras”?