Jaime Paz Zamora*Ya habíamos alcanzado los 30.000 pies de altura y nos alejábamos del imperio del sol naciente. Sentados uno al lado del otro, Enrique García, ministro de Economía y Planificación, y yo, en vuelo de línea comercial que por entonces era la única opción de la presidencia en sus viajes al exterior, comentábamos los pormenores de la visita que veníamos de concluir al Japón, la primera de un presidente de Bolivia a ese país. Satisfechos por el crédito para el asfaltado de la carretera Patacamaya-Tambo Quemado hacia el Pacífico, entre otros logros, pero preocupados también por la respuesta que se nos había dado sobre la imposibilidad de un crédito público del Exinbank para la construcción del gaseoducto al Brasil, cuyo contrato de compra y venta de gas veníamos trabajando, por la sencilla y contundente razón de que en los marcos del neoliberalismo impuesto a nivel mundial la política japonesa consideraba que esa era una tarea reservada al sector privado.Fue entonces que en el contexto de la conversación sobre mecanismos de financiamiento internacional el ministro García me informa sobre la situación que se había presentado en la Corporación Andina de Fomento (CAF) en la que el actual presidente ecuatoriano de la institución cumplía su gestión y que, por tanto, le tocaba a Bolivia según los estatutos acordados nominar al sucesor, pero que en el camino Colombia se oponía a continuar con ese procedimiento vigente y propondría a cambio su propia candidatura salvo el caso en que nuestro país presentase un candidato de primer nivel que lograra el consenso de los países del Pacto Andino.Ante tan abrupto y desafiante panorama nos quedamos unos instantes en silencio como compartiendo un mismo presentimiento en la obscuridad que rodeaba al vuelo sobre el mar. No podíamos en ningún caso perder como país esa presidencia. Por tanto al definir nuestra propuesta estábamos obligados a elegir entre los intereses inmediatos de buena gestión en nuestro gobierno y los intereses crediticios y políticos de mediano y largo plazo del Estado boliviano en la región. La Nación o nosotros, o si se quiere lo nuestro inmediato o lo mediato de la Nación. Retomando entonces la conversación y mirando a Enrique en los ojos le espeté como un disparo: el candidato eres vos mi querido ministro, a pesar del riesgo de que tu alejamiento debilite la gestión gubernamental. No quedaba otra, y así fue.Y luego vino lo demás. Lo operativo. Mi conversación telefónica con el presidente César Gaviria de Colombia y su ministro de Economía Ernesto Samper, que sería también presidente de su país, y que en realidad era el más exigente en la demanda colombiana. El accionar de nuestra cancillería a través del subsecretario Carlos Zanier que viajó a gestionar la candidatura con las otras cancillerías del Pacto Andino.Hoy Enrique García está de vuelta después de una brillante gestión en la presidencia de la CAF, tan brillante diría yo que lo que tenía que ser por cinco años se convirtió en 25. La CAF sigue llamándose así pero su crecimiento en partenariato y cobertura financiera y geográfica se ha varias veces multiplicado, hasta el punto de que hoy se la considera una Banca de Desarrollo de América Latina, lo que constituye en los hechos su verdadera identidad.Fue una gestión muy positiva para la región y particularmente para Bolivia, que se benefició y se beneficia a futuro de un paquete crediticio nunca antes visto. La opción en su momento por una política de intereses de Estado logró los resultados auspiciosos previstos para la Nación. Así parece haberlo comprendido el propio gobierno actual cuando el presidente Evo Morales impone en ceremonia especial el Collar al Mérito Mariscal Andrés de Santa Cruz a don Enrique García un par de semanas atrás.*Fue presidente constitucional de BoliviaPágina Siete – La Paz