Redimiendo al Batman de Adam West


Erick Fajardo Pozo* Murió Adam West, el Batman arquetípico de la ética conservativa de segunda mitad del siglo XX. El «caballero brillante» – como su descendiente afirmó a Variety que a West le gustaba considerarse –, fue el superhéroe que jamás maldecía ni usaba malas palabras; el paladín de la lógica socrática y el juego limpio aún con los villanos; el perfecto modelo de la cortesía y corrección con las damas, aún con la mismísima Gatúbela. Con West Batman no fue un vigilante ni pretendió ser un superhéroe sino un filántropo que combatía el mal no con armas, sino con la lógica y los puños desnudos; el del humor inteligente y sensible que despreciaba la ironía o la sorna; el detective que recibía de una computadora pistas, que luego él elaboraba con inducción-deducción; el “millonario” de la sencillez y el inquebrantable balance de carácter bajo cualquier circunstancia.Mientras mirábamos la entrega semanal de la teleserie producida por ABC, mi abuelo hablaba del “primer” (Lewis Wilson, 1942) y “segundo” (Robert Lowery, 1949) Batman. West no fue el primer Batman y sin duda si fue el Batman menos ambicioso y menos intenso. Además, fue quizás el más caricaturesco, más cándido y más idílico Batman, pero fue, paradójicamente, también el más humano.A lo largo de los años la máscara de Batman ha representado diferentes aspectos de la personalidad del héroe de Bob Kane; es una máscara polisémica, que ha encarnado la visión del héroe gótico que elaboraron diferentes cineastas. Con Keaton, Tim Burton buscó un Batman que se conciliara con el personaje de los comics; un vigilante que espantara criminales. Con Kilmer, Joel Schummacker trató de exponer la complejidad dual del hombre-murciélago y con Clooney buscó recuperar la estética visual del comic.Con Bale, Chris Nolan quiso explorar el conflicto psicológico del héroe y con Afleck, Zack Snyder empleó toda posible tecnología FX para tratar de reconquistar la épica narrativa de la historieta gráfica para fundar una franquicia de respuesta al “Universo Marvel”. Con West, en 1966, William Dozier buscó un propósito mucho más modesto pero elemental: inspirar a una generación.Adam West fue el encapotado del «Bati-twist», siempre «in», sin perder la sobriedad; el paladín del ingenio y la lógica, el campeón de la educación, las buenas maneras, el “conduzca seguro”, el ejercicio regular, la alimentación sana y cero alcohol o tabaco. El Batman de West fue un héroe para inspirar, un héroe del «deber ser», un héroe a contrapelo del culto al cinismo de los «héroes oscuros» y los «antihéroes» de las nuevas generaciones del desencanto y el escepticismo con el humanismo. Nosotros lo echaremos de menos, pero sobre todo nuestras madres, que habrán deseado de todo corazón que viviésemos inspirados por los valores de ese Batman “ideal” y no por aquel otro que habrá inspirado en 2012 la “Masacre de Aurora”.*MA en Comunicación Política y Gobernanza por la GWU