Primer caballero: hablemos de cómo tratar a Bill si gana Hillary

¿Cuál sería el tratamiento del expresidente? ¿Pesaría más su condición de marido o de exmandatario? ¿Qué actividades llevaría a cabo en la Casa Blanca? ¿Y qué otros ejemplos hay en el mundo?

Bill (¿primer caballero?) y Hillary (¿presidenta?) en el primer debate presidencial el pasado septiembre.

“Dos por el precio de uno”, decía Bill Clinton en 1992 cuando era candidato a la presidencia de Estados Unidos. Y la propia Hillary, en el famoso vídeo en el que salieron a defenderse de las acusaciones de adulterio de Gennifer Flowers, ya dejó claro que ella no es “una mujercita cualquiera”.Casi veinticinco años después de aquella primera campaña los Clinton ya no son lo que eran. De ser una pareja de progres de Arkansas –uno de los Estados más pobres y menos glamourosos de Estados Unidos– hasta hoy ha llovido mucho y los Clinton que entren (o no) en la Casa Blanca entre otras cosas, deberán intercambiar los papeles. Ya no serán “Mr. President” y la “First Lady” sino algo que los expertos aun no saben cómo llamar.La realidad, bien sabida, es que de los 44 presidentes de Estados Unidos, ninguno ha sido mujer. Y si Hillary es presidenta, los de protocolo van a andar liados. Esto es lo que puede pasar:

¿Madam President of the United States?

Si Obama (y Bush y todos los demás) fueron referidos como Mr. President parece que hay quorum en que Hillary no será Mrs. Clinton sino que se utilizará el afrancesado Madam President, que sin duda queda más elegante. Durante su mandato como secretaria de Estado, Hillary ya fue “Madam Secretary” y, además, en la serie Veep, de HBO, a la presidenta interpretada por Julia Louis-Dreyfuss se la llama así, con lo cual, no hay más que hablar.

Hillary y Bill Clinton, en una foto tomada en el año 2000 en el despacho oval.

¿De First Lady a First Gentleman?

Siendo rigurosos, si la esposa del presidenta ha sido conocida hasta la fecha como “first lady” la correlación exacta sería “first gentleman”. De hecho, en los Estados del país donde gobierna una mujer su marido es conocido de esa manera. Sin embargo, en este apartado los expertos no se ponen de acuerdo. Entre otras cosas, porque Bill no será un primer caballero cualquiera sino él mismo expresidente de Estados Unidos.

En el insólito caso de que Bill se traslade de nuevo a la Casa Blanca, nadie se pone de acuerdo sobre si debería pesar más su condición de marido de la presidenta o de ex comandante en jefe.

Los ex presidentes de Estados Unidos son llamados “expresident” (former president) o en muchas ocasiones “president” a secas aunque hayan abandonado el cargo como forma de reconocimiento a su estatus. En el insólito caso de que Bill se traslade de nuevo a la Casa Blanca, nadie se pone de acuerdo sobre si debería pesar más su condición de marido de la presidenta o de ex comandante en jefe.

En Estados Unidos la institución de “primera dama” no aparece en la Constitución ni está desarrollada por ninguna ley pero sí existe una “oficina de la primera dama” desde principios del siglo pasado que fue ampliada y revisada por Lady Johnson en los años 60. Mientras en España primeras damas como Carmen Romero (esposa entonces de Felipe González) o la actual Elvira Fernández de Balboa han preferido un perfil bajo sin que nadie se lo reprochara, de las first ladies americanas se espera que tengan un rol activo.

¿Pero qué hará Bill Clinton?

Es el gran misterio. En el imaginario colectivo, la primera dama representa los valores espirituales de la nación. Es el apoyo del presidente pero también una mujer con iniciativas propias como corresponde a los tiempos. Lo habitual es que las primeras damas se dediquen a alguna causa benéfica o impulsen grandes objetivos cívicos. En el caso de Michelle Obama, como es sabido, se ha dedicado a luchar contra la obesidad infantil con la campaña Let’s Move a favor de una alimentación sana y el ejercicio.

Hillary y Bill Clinton

Cuestionada en sus inicios por unas declaraciones en las que aseguró que cuando su marido fue elegido candidato demócrata fue “la primera vez que se sintió orgullosa de Estados Unidos”, hoy Michelle es una de las figuras más populares y queridas del país. Aunque mucho se ha escrito sobre la supuesta enemistad entre Michelle y Hillary, hoy la primera dama se ha volcado en la campaña de Hillary. No solo eso: la candidata ha ofrecido a Michelle un puesto en su próxima administración con lo cual la Casa Blanca se llenará de “former presidents” y “former first ladies”.Volviendo a Bill Clinton, la realidad es que nadie se imagina al expresidente en mallas protagonizando vídeos de aerobic como los de Michelle Obama y su campaña Let’s Move o plantando rábanos en el huerto ecológico de la Casa Blanca. Hombre sociable y expansivo, Bill sí podría perfectamente organizar la vida social de la emblemática residencia como ha sido labor tradicional de las primeras damas.

Los otros “primeros caballeros” del mundo

Como es sabido, Hillary Clinton no sería la primera presidenta de un país del mundo. En el mundo anglosajón, el precedente más claro es Denis Thatcher, quien durante los años ochenta fue marido de la primera mujer en presidir Gran Bretaña. Denis, millonario, aficionado al golf y la ginebra, se convirtió según él mismo “en una sombra” y tenía la teoría de que “si no hablas no metes la pata”. Algunas veces la prensa lo llamaba el “first gentleman” pero su propia invisibilidad lo convirtió más bien en el “marido ausente de la presidenta”.

El “primer marido” más famoso de la actualidad es Joachim Sauer, esposo de Angela Merkel y alérgico a cualquier tipo de publicidad. Catedrático de Físicoquímica de una universidad de Berlín ampliamente premiado en medio mundo, Sauer (que en alemán significa “amargado”) es tan discreto que ni fue a la primera toma de posesión presidencial de su esposa (lo que provocó críticas del diario Bild).

Por desgracia, las mujeres presidentas no abundan en el mundo y dos de las más populartes de la actualidad no tienen un first gentleman: Michelle Bachelet, de Chile, y Cristina Kirchner, expresidenta de Argentina, son viudas.

Fuente: revistavanityfair.es