El victimismo de la oposición

La verdad es que la oposición carece de todas las condiciones indispensables para una acción política efectiva

Editorial Los Tiempos.

Conocidos ya los resultados del referéndum constitucional, tanto quienes apoyaron la opción por el SI como quienes se inclinaron por el NO han recurrido a todo tipo de artilugios aritméticos para declararse vencedores, aunque sin poder disimular que, en su fuero interno, ni unos ni otros quedaron satisfechos con el veredicto de las urnas.



Sin embargo, más allá de lo que indican las frías cifras, y a pesar de que éstas quedaron lejos de sus expectativas iniciales, resulta evidente que, por los efectos prácticos inmediatos, el oficialismo tiene más razones para sentirse triunfador.

Las múltiples fracciones en que está fragmentada la oposición, en cambio, se muestran tan confundidas como siempre y al buscar una explicación para los resultados obtenidos no encuentran mejor camino que recurrir al cómodo victimismo.

El victimismo es, como se sabe, un recurso psicológico que responde a un deseo de autoexculpación. Es decir, sirve para liberarse de las propias culpas transfiriéndolas a factores externos, ajenos a la voluntad y capacidad de acción de quien, por negarse a asumir sus responsabilidades, se regodea al atribuirse la condición de víctima.

Como es fácil comprobar, esa definición resulta del todo adecuada para describir la conducta de las diversas corrientes de la oposición que, más allá de sus diferencias, tienen un elemento en común: se niegan a reconocer que son sus propios desaciertos los que llevan de frustración en frustración e insisten en atribuir a un maligno complot externo las causas de sus males. Es la clásica figura del cojo que echa la culpa de sus tropiezos al empedrado.

La insistencia en atribuir a un supuesto descomunal fraude electoral sus sucesivas derrotas en los actos electorales es una muestra de ello. Se aferran a la idea a pesar de que todo indica que las irregularidades denunciadas, a pesar de ser muchas, resultan irrelevantes si se las compara con la incidencia de otros factores atribuibles a sus propias limitaciones.

La verdad es que la oposición carece de todas las condiciones indispensables para una acción política efectiva. No tiene ideas claras que guíen sus actos, carece de la organización necesaria para canalizar los esfuerzos de sus seguidores y tampoco cuenta con líderes que la orienten.

Así, lo sorprendente no es que sufra derrota tras derrota sino que muy a pesar, y no gracias a las organizaciones políticas que dicen representarlos haya casi 40 por ciento de ciudadanos que mantengan viva la democracia en Bolivia.

Mientras esas falencias que son las que en verdad pesan al momento de hacer los balances no sean superadas, de nada servirán las quejas lastimeras. Por el contrario, éstas sólo servirán para continuar eludiendo las propias responsabilidades.