«Sus restos deben quedar acá». Silvia Rózsa Flores, la única hermana de Eduardo

La única hermana de Eduardo Rózsa Flores, abatido por la Policía el jueves de la semana anterior en un hotel de Santa Cruz, habla desde la intimidad familiar. Cuenta sobre la infancia, los viajes, la relación de Eduardo con sus padres y sus cambios religiosos e ideológicos

image Silvia Rózsa Flores | Directora del Museo de Arte Contemporáneo. Perfil. La poetisa describe a su hermano como un ser inquieto, y con afán de protagonismo



Roberto Dotti / El Deber

La verdadera patria es la infancia, decía Rainer Rilke. La delgada línea de un comienzo para entender el porqué de una vida agitada. Los Rózsa tuvieron una infancia ajetreada, rica, dinámica y movediza. Los hijos de Jorge Rózsa y Nelly Flores, nacieron en Santa Cruz de la Sierra. Cuando Eduardo tenía 12 y Silvia 9 debieron irse a Chile por razones políticas. Los niños no entendían muy bien de qué se trataba, pero a la dictadura de Banzer no le importaba. Vivieron un año en Santiago, luego en Suecia, allí lo invitaron ir a Cuba, pero su padre no lo creyó conveniente y decidieron recalar en Hungría. Estos cambios afectan, marcan, sellan y cuando Silvia Rózsa posa sus ojos en el pasado mantiene frescos los recuerdos como si fuera ayer. “Hubo momentos duros, porque uno de pronto no entendía situaciones, tenía que refugiarse en los papás, ir de aquí para allá, le guste o no le guste. Incluso me rebelé en Hungría, no quería estudiar el idioma. En Hungría no teníamos familiares, éramos los cuatro solos. Mi padre fue hijo único. Mi abuela murió acá, mi abuelo era judío y murió en la Segunda Guerra Mundial. Esas cosas no la quisiera volver a repetir. Regresé a Bolivia con la idea de estacionarme y echar raíces acá. Volví de Hungría sola en el 89 y después me fui a Honduras por siete años. Retorné a Santa Cruz definitivamente en el 2000”.

Tuvieron una infancia normal, recuerda las movidas artísticas, la cultura a flor de piel con la casa llena de gente que producía arte, personas que iban y venían. Entre reuniones, dramaturgia, arte y lecturas, la vida se mezclaba con la política. Mucha gente, una familia muy sociable.

– ¿Cuándo comenzaron a escribir poesía?

– Empecé a escribir en Hungría, desde los 13 años. Él también a esa edad, supongo. Él escribía y les hacía los dibujos. 

– ¿Y la lectura?

– Desde chico Eduardo leía mucho. Nosotros descendemos del obispo, de los Santistevan, por parte de mi abuela materna. Él iba a la casa de mis tíos que tenían una gran biblioteca que la usaba mucho. Fue bueno criarse en los ambientes europeos por la educación. Nos hemos empapado de esos hábitos.

– ¿Entre hermanos, se peleaban seguido?

– Sí, éramos muy distintos, desde chicos, siempre tuvimos visiones del mundo diferentes, otros enfoques, maneras de ver el mundo, siempre fui más tranquila, más pacifista.

– ¿Qué heredó Eduardo del padre y qué de la madre?

– Mi padre era un ser muy sensible, cálido, generoso, nada mezquino, le gustaba enseñar, y mi hermano heredó la inquietud por la inclinación política. Mi madre era más apolítica. Ella sufrió mucho, pero seguía a mi padre, era más conservadora, católica. Para ella había que seguir al esposo. Incluso una tía le ofreció a ella irse a Panamá con nosotros (los hijos) y ella mantuvo la unidad familiar, a pesar de que tenía que hacerle frente a las persecuciones, a la Policía y hasta se quedó sola: mucha gente le dio la espalda. Con los años quedó en claro que las acusaciones contra mi padre eran falsas.

– Ser comunista en esa época no era fácil…

– Sí, inclusive ahora, se tergiversa mucho. Gracias a Dios viví en un país socialista y puedo tener una visión concreta y no tanto subjetiva. Pero no es como lo pintan, porque (el comunismo) ‘es el diablo en persona’. Me acuerdo que a mi primo le decía la empleada: ‘comé porque te va a llevar un comunista’. Y yo había escuchado que mi padre era comunista y yo decía, no, ¡si mi papá es bueno!, ¿por qué le dice eso esta señora al niño?

Mi hermano heredó el lado político de mi padre y quizás su sensibilidad artística con la escritura, y de mi madre la fortaleza para afrontar determinadas cosas. Ella era una persona buena y justa.

– ¿Eduardo fue inquieto y arriesgado desde chico?

– Siempre se jugaba, iba con el peligro, desde chiquito. Las ex vecinas me contaban que hacía cortocircuitos. Le gustaba dañinear, siempre estaba al borde del peligro, como que le gustaba estar desafiándolo. Era muy atrevido, osado, temerario. Un día, sin saber manejar agarró un jeep con otros tres adentro y lo tuvimos que parar.

– ¿Siempre fue cambiante?

– Él estaba en una búsqueda constante y no sé si la encontró. Algunos dicen que él buscaba la justicia….no sé.  Yo no compartía muchas cosas de él. Por ejemplo, tenía en una época un busto de Stalin en su cuarto y mucha gente que vivió allá, que lo conoció, no entendía. Después, en honor a mi abuelo judío, se hizo judío, dejando de lado el catolicismo. Iba con ellos a todas sus festividades. Yo honro mucho al pueblo judío, pero no sentía ese afán de convertirme en ese momento y ser judía. Esos cambios repentinos…años más tarde, me enteré por teléfono, a través de una señora mayor, que se había convertido musulmán. Yo no tenía contacto con él, pero cuando me enteré quedé aterrada porque lo vinculaba con otras cosas. ¡¿Por qué está en el Islam?!, me preguntaba. Después de que deja de ser judío vuelve al catolicismo y comienza a tener mucha simpatía con el Opus Dei. O sea, otro extremo ¿verdad? Yo me entero por mi madre y quedé sorprendida, porque él era de izquierda y me preguntaba ¿qué le pasa? De pronto deja el Opus Dei, e ingresa a la guerra en Croacia y más tarde se convierte al islamismo.

– ¿Hablaron sobre ese tema?

No, cuando volvió a aparecer nos contactamos por messenger, pero no hablamos de eso. Volvimos a tener contacto por e-mail después de 20 años y de una manera muy tibia.

Un amigo de mi papá que radica en Santa Cruz viajó a Hungría y lo contactó y me comenta que mi hermano está arrepentido de haberse alejado de la familia y quiere de nuevo establecer contacto. Incluso tenía la recomendación familiar de no tocar ciertos temas que podrían alejarlo y perder el contacto. Bueno dije ya, veamos. Yo también le había criticado su ingreso a la guerra de Croacia, no tengo nada contra Croacia, pero no entendía por qué un boliviano, un húngaro en este caso, se metía en un conflicto de un tercer país. Como se ha comentado que era una persona idealista, uno puede pensar que por su idealismo y la búsqueda de algo lo hace. En el momento mi padre rechaza esa decisión.

– ¿Ése fue el rompimiento?

– Con mi padre sí y con no-

sotros también, ya nos habíamos separado mucho, porque nunca fuimos muy unidos como hermanos. En su película Chico no aparezco. No tiene hermana en la película.

A mis padres, en ese tiempo, los periodistas los tenían sin vida. Tenían que desconectar el teléfono, cuidarse a la salida de la casa, etc. porque los acosaban, así como me tienen a mí ahora.

-¿Por qué cree que se alejó Eduardo de su familia?

– Mi madre se preguntaba ¿qué le hice? ¿Por qué desapareció así? No estaba clara esa situación. El vino a Santa Cruz en el 95 para una fiesta de fin de año, yo no estaba acá. Pero de ahí desapareció, cortó el contacto con ellos. Mi padre falleció en el 97, yo ya estaba acá, lo llamamos y nunca contestó. Luego mi madre enfermó e intenté mandarle correos.

– ¿Dónde residía?

Creo que en Hungría, se compró un departamento, se supone que era su base. Incluso viajaban los húngaros que vivían acá y no lo encontraban. Siempre mi madre les encargaba que busquen a su hijo, pero nada. Mi madre se murió sin saber nada de él. Yo me enteré en Chile que había estado (por unos ex vecinos de la niñez) filmando su película Chico.

¿En qué condición vino a Bolivia en octubre?

Me dijo que posiblemente vendría a Chile a filmar la segunda parte de la película, pero no iba a actuar, la iba a producir. Era una película co-producida por Hungría y EEUU. Y estaban en eso, hasta me mandó un link con el reparto de actores. El protagonista era un norteamericano.

En este último tiempo se comunicaba más seguido?

– Él se seguía comunicando muy esporádicamente por Internet. Inclusive en enero pasado me dijo que estaba en Irán y que volvería a Chile a seguir filmando su película.

– Se sabe que pasaron Navidad juntos…

– Sí, pasamos Navidad y Año Nuevo juntos, en familia. Como estábamos en familia no tocamos temas políticos, más hablamos de anécdotas, recuerdos de infancia. En carnaval pasó por acá, lo vi por un segundo y con mis primos compartió un poco, carnavaleando.

– ¿Se veía con amigos de la escuela o de la infancia?

– Sí, siempre preguntaba por uno u otro, era medio nostálgico.

– ¿Por qué cree que vino?

– Lo que sé es lo que he leído. No sé, con su afán de aventurero. Siempre lo vi inquieto en su blog por determinadas situaciones políticas en el mundo. Había cinco países que lo tenían atento. Irak, Irán, Estados Unidos, Hungría y Bolivia. Andaba muy preocupado y muy identificado con esas problemáticas, lo llevaba muy en carne propia. No sé qué buscaba, tal vez nuevos desafíos, más riesgos. Un amigo de la infancia, chileno, que lo conocía más que yo, me dijo que vino por su sentido de justicia. Que él se había metido en la guerra de Croacia porque como periodista (trabajó en la BBC de Londres y en La Vanguardia de Barcelona) no podía ver las injusticias que se cometían contra los croatas de parte de los serbios; que se estaban cometiendo muchas atrocidades, por eso decidió luchar del lado de ellos. No sé cuánto de válido es eso, nunca hablé de eso con él. Puede ser que en esa sed de búsqueda de justicia, si hubo una propuesta de ese tipo, él aceptara, podría ser válida, no sé.

– ¿Había algo de nostalgia en su vuelta?

– Quizás sí, porque él decía que quería venir a visitar Santa Cruz. Él tampoco me tocaba el tema de qué había pasado con nuestros padres, ni cómo murieron, solo a veces le recordaba alguna fecha de nacimiento de mamá por ejemplo, como que le presentaba un recordatorio. A veces le enviaba fotografía de mi hija, porque él no la conocía, para aproximarlo. Yo sabía que su mundo estaba allá. Y él me hablaba que se iba a Sudán a ofrecer ayuda humanitaria. Él estaba en la comunidad islámica húngara. Vi fotos de él orando, inclusive. Ahí presentó un libro relacionado con el islamismo, Los versos Szufi. Estaba muy inmerso en esa comunidad. Me comentaron que los musulmanes querían reclamar su cuerpo, pero nadie se contactó conmigo.

– ¿Pero él se queda acá?

– Considero que debe estar cerca de los padres, de la familia, aquí nació. Allá no tiene familia.

Eduardo Rózsa, íntimo

“Hablaba croata, español, inglés, húngaro y no sé si árabe, imagino que sí”, dice Silvia.

Recuerdo que a veces cuando discutía con él, me decía ‘así somos los genios’.

Se consideraba un poco superior, tenía esa actitud.

A él siempre le gustó ser protagonista. Tenía afán de protagonismo, ser líder.

Ingresó para ser Oficial en la carrera militar húngara, pero no aguantó por indisciplinado. Debió hacer un servicio militar obligatorio.

Le gustaba mandar, pero que no lo manden.

La corteja que más le duró fue una chica de origen ruso. Había dicho que fue el hombre de su vida. “En su relación era un poquito déspota”.

“En su cumple, todos debían agasajarlo, pero si cumplía años la novia, si quería la llamaba sino no”.

Chico: un filme autobiográfico y premonitorio del joven Eduardo

Investigación. Eduardo Rózsa protagonizó una película sobre su propia vida. En ella se revelan detalles de su personalidad. Es obra de la reconocida directora húngara Ibolya Fekete

image Protagonista. Eduardo Rózsa en Croacia, frente a un edificio bombardeado

Gerson Rivero | El Deber

Nunca estuve de acuerdo con él. Nunca estuve de acuerdo con el terrorismo. No se puede apuntar un arma a una persona incorrecta, a los civiles. Sólo lo puedes hacer si los del otro lado también tienen armas. Pero sí, desde niño sé que la guerra nunca termina”.

Este monólogo es la reflexión que hace Eduardo Rózsa tras su encuentro con el venezolano Illich Ramírez, conocido como ‘El Chacal’ y considerado como uno de los grandes terroristas de los 70. Este encuentro sucedió en los 80 y está reflejado en Chico (2001), el filme documental, dirigido por la húngara Ibolya Fekete y protagonizado por el propio Rózsa.

El filme es autobiográfico y narra varios momentos clave en su vida. Influenciado por su padre comunista, abraza esa ideología casi como una religión. Al desencantarse del comunismo inicia una búsqueda ambivalente tanto en lo espiritual como en lo político.

Eso lo lleva a viajar a Albania como periodista, a enrolarse en las filas del Ejército croata tras la muerte de un amigo camarógrafo y hasta realizar un viaje Jerusalén, en búsqueda de sus raíces judías.

Siendo admirador del Che Guevara, todavía durante la Guerra de los Balcanes, Chico (apodo que le pusieron en relación a una caricatura) justifica su postura. “Inicialmente, la Revolución Cubana no era comunista, sino nacionalista, igual que la que estamos peleando ahora. ¿No les parece que soy coherente?”, relata en la película, en la que alterna como actor y narrador. Pero más allá de la causa que abrazó, muestra pesar por sus amigos muertos en la guerra. “Al final, Croacia ganó, pero yo perdí a los muchachos que estuvieron allí por mí”, se queja en el epílogo.

Un idealista confundido

Isa Amer / Politólogo

La película de Eduardo Rózsa nos muestra a un idealista aventurero, pero a la vez confundido. Tiene cierto paralelismo con el Che Guevara, pero Rózsa es un personaje posmoderno, por eso se le cruzan un montón de variables ideológicas, pero trata de ser coherente. Para él no existen posiciones ideológicas concretas, existen valores: están los opresores y los oprimidos. Es como un caballero moderno.

Estaba constantemente en la búsqueda, por un lado, de una identidad política y, por otro, de lo espiritual o lo filosófico. El filme se enfoca en su vida adulta y hace énfasis en su paso por Croacia, Hungría y Albania. Es aquí que se da el punto de quiebre, cuando se termina de desilusionar del comunismo. Es como que tiene una revelación.

Además, se muestra como un tipo muy leal.

Su película más afamada

La directora

Ibolya Fekete (51) nació en Pásztó (Hungría). Tras graduarse como maestra en Idiomas y Literatura Húngara y Rusa, trabajó como editora independiente. Coescribió tres filmes para el director Gyory Szomjas: Wall-Driller (1985), Mr. Universe (1986) y Fast and Loose (1998). Entre sus documentales están Berlin and Back (1990) y Children of the Apocalypse (1992), que fueron nominados para el premio al Filme Europeo del Año. En 2001 dirigió Chico, la historia de Eduardo Rózsa.