Capitalismo, salario y bendiciones


a_saavedra3 Agustín Saavedra Weise * / El Deber

Aunque a Evo Morales le gusta repetir que “debe eliminarse el capitalismo”, no presenta fórmulas alternativas concretas ante este populismo ‘pour la gallerie’. Eso del ‘régimen social-comunitario’ suena a verso, como dicen los argentinos.

El frustrado ejercicio comunista se colapsó –por sí mismo mediante una implosión– ante la falla garrafal de un sistema que priorizaba la mediocridad en desmedro de la excelencia y so pretexto de una ‘igualdad’ inalcanzable.



Nos guste o no, vivimos en un régimen capitalista y éste provee adelantos tecnológicos con empuje de crecimiento. Aunque el capitalismo atraviesa hoy una profunda crisis como efecto de la irresponsabilidad de quienes precipitaron la crisis financiera mundial, es un hecho que el capitalismo seguirá su camino, reformado y renovado una vez superada la actual situación. Eso sí, el Estado ha retomado su parte como factor esencial de control y de regulación.

Por otro lado, el capitalismo es muy simple. Se trata de un sistema económico que ostenta básicamente a los dueños del capital y a quienes dependen del capital. Los primeros son obviamente los capitalistas y los segundos son los asalariados, que reciben un pago por su trabajo. Con el tiempo, muchos de esos asalariados podrán transformarse en capitalistas pequeños, medianos o grandes. Todo dependerá de su iniciativa, oportunidades y emprendimientos en el marco de una sociedad libre. Habrán otros que seguirán trabajando hasta jubilarse y tal vez tengan recurrentes ciclos desafortunados de desempleo, sobre todo si no cuentan con especialidades profesionales o habilidades técnicas que generen demanda de sus servicios.

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Aun así y con las inevitables injusticias existentes, está probado que este sistema –sumando la democracia como forma institucional de vida– es de lejos el mejor o el menos malo, si se lo quiere expresar así. La presencia del Estado resulta imprescindible, pues debe equilibrar y domar a ese potro chúcaro, que es el capitalismo desbocado.

Lo importante para el trabajador es recibir una compensación adecuada por su labor. Sea dependiente de una empresa estatal o privada, sea el contexto sociopolítico de su país el de un capitalismo simple, capitalismo protector, capitalismo de Estado o cualquier otra modalidad capitalista, ese trabajador deberá tener siempre una recompensa digna por lo que hace.

El desocupado quiere trabajar para ganar un salario que le permita satisfacer sus necesidades, progresar y cubrir sus legítimas ambiciones a futuro. Por tanto, el que tiene un empleo justo y bien remunerado debe bendecir su salario y esforzarse sanamente por ganarlo, superándose a su vez en conocimientos para recibir aumentos y seguir hacia adelante. En lo fundamental –para este caso de los empleos–, el Estado tiene que ser capaz de fomentar fuentes de trabajo y de subsidiar temporalmente a los parados. Acá no se trata de teorías del valor ni de disquisiciones intelectuales sobre la plusvalía que, valiosas o controvertidas como pueden ser, nos sacan de contexto. Hay trabajo, hay comida; no hay trabajo, la comida falta. La cosa es contundente.

Si trabajadores en relación de dependencia algún día se transforman en capitalistas eso sería mucho mejor, pues abrirán –por definición– nuevas fuentes de trabajo y de acumulación con positivos efectos multiplicadores.

La bendición del simple salario se impone. Poco o mucho, lo ganado con el sudor de la frente bien vale agradecer al Altísimo. Que el Estado haga lo suyo asegurando empleos y creando otros. Es todo lo que se le pide. Sólo así se puede crecer.

* Ex canciller, economista y politólogo, www.agustinsaavedraweise.com