Estudio: 9 de cada 10 menores sufren maltrato

Los lugares más peligroso para los niños y adolecentes son los hogares y escuelas. Los estudiantes violentos generalmente reproducen la violencia que viven en sus hogares y

Un grupo de niños mezcla la diversión y la violencia en un colegio de la ciudad. - López Gamboa Carlos  Los TiemposUn grupo de niños mezcla la diversión y la violencia en un colegio de la ciudad. – López Gamboa Carlos Los Tiempos



Los Tiempos. Gabriel (nombre ficticio) tiene 14 años y está en octavo de primaria de un colegio privado de esta ciudad. Cuenta que en los recreos, un grupo de sus compañeros lo insta a agredir verbalmente a otro que se muestra sumiso y temeroso. Como él se niega porque el muchacho agredido le da “pena”, recibe patadas, le llaman “maricón” y lo “ralean”.

Gabriel es parte de las estadísticas del estudio "Diagnóstico nacional sobre la violencia y maltrato en las unidades educativas", realizado por la Asociación Voces Vitales.

Según datos de esta entidad, confrontados con datos del Defensor del Pueblo y del Instituto Nacional de Estadística junto a Unicef, nueve de cada 10 niños y adolescentes, en edad escolar, sufren alguna forma de violencia desde su entorno. La familia y la escuela son los lugares más “peligrosos” para ellos y, hablando exclusivamente del ámbito del colegio, cinco de cada 10 estudiantes sufren o participan de acoso escolar. Además, tres de cada 10 son víctimas y dos de cada 10 ejercen el rol de agresores.

El psicólogo del colegio de Gabriel, que pidió guardar en reserva su identidad, señala que los estudiantes violentos generalmente reproducen la violencia que viven en sus hogares y muchos aprendieron que ésa es la única forma de relacionarse. Todos estos datos revelan que el maltrato y la violencia están enquistados en las escuelas, disfrazados de disciplina o de diversión, según sean ejercidos por los maestros o por los compañeros.

“La letra entra con sangre” es una frase culturalmente aceptada en nuestra sociedad y asociada a que el castigo corporal es la única forma “eficiente” de impartir disciplina, práctica asociada también al autoritarismo y al “adultocentrismo” que justifican y promueven la tolerancia al castigo físico dentro de la familia y la escuela.

Estas prácticas persisten pese a que en la legislación boliviana el Código del Niño, Niña y Adolescente “reconoce la protección integral de la niñez y adolescencia contra todo tipo de discriminación, explotación, violencia, maltrato físico, psicológico y sexual”.

Inclusive define maltrato como el causar “daño físico, psíquico, mental o moral, así sea a título de medidas disciplinarias educativas, porque no respeta la dignidad ni la integridad”; sin embargo, reglazos, jalones de orejas, coscorrones, arrodillarse frente al pizarrón, golpes contra el pupitre y discriminación de género, de condición social o de pertenencia cultural, son todavía formas de castigo y agresión cotidianamente usadas, según un informe del Defensor del Pueblo, presentado en abril de este año.

Pero si el maltrato ejercido por el maestro sobre el estudiante, aún siendo sancionado, no se puede controlar, es mucho más difícil luchar contra el maltrato entre pares; es decir, cuando el niño o el adolescente son agredidos por sus propios compañeros.

Ante el abuso sufrido, las víctimas presentan bajo rendimiento, se tornan agresivas en casa, irascibles y, en algunos casos, hasta abandonan la escuela o recurren al suicidio.
Entre prevención y sanción 
Según las estadísticas, la mayoría de las veces el maltrato es contado primero a un amigo, en segundo lugar a los padres y, en último caso, al maestro. Suele suceder que el maestro no puede identificar a un agresor porque, en clase, es dócil y tiene buen comportamiento, señala el psicólogo.

“Por eso, lo primero es prestar atención a las señales”, dice el psicólogo, ya que tanto la víctima como el agresor demuestran su frustración con un carácter hostil unido a particularidades sobre la música que oyen o los juegos que utilizan.

Cuando se logra detectar a ambos, el trabajo debe hacerse no sólo con ellos, sino también con la familia porque, muchas veces, ninguno proviene de hogares armónicos, recomienda el psicólogo.

Por su parte, la directora del colegio Carmen Orruel, Blanca Rojas, va más allá y señala que al igual que el maltrato de parte del maestro está sancionado, el Estado también debe establecer sanciones para el estudiante transgresor.

En tanto se logren adoptar medidas eficaces contra el maltrato escolar, la única opción parece ser que alguien, sea en la casa o el colegio, se mantenga alerta para dar la voz de alarma y evitar desenlaces fatales.

Formas de acoso escolar

Las formas de acoso escolar pueden ser físicas, con golpes; verbales, con amenazas y la intimidación social que se refiere a excluir o aislar a alguien por su color de piel, su forma de hablar, su apariencia física o sus habilidades, señala el estudio realizado por la Asociación Voces Vitales, basado en testimonios de 6.700 estudiantes de colegios y escuelas del país, según su directora, Karen Flores.

"La violencia escolar debe cumplir cuatro requisitos para ser tipificada como acoso: que ocurra entre compañeros, en un marco de desequilibrio de poder, que los episodios de agresión sean reiterados y que la violencia sea intimidatoria", señala Flores y agrega que para disminuir las cifras del acoso esa asociación, junto al Defensor del Pueblo, trabajará en códigos normativos disciplinarios en los colegios, la mediación entre estudiantes y campañas para sensibilizar a la población sobre la violencia en colegios "y sacarle de la cabeza que eso es normal".

CÓmo identificar el acoso escolar

Existen actitudes comunes y fácilmente visibles como no querer asistir a la escuela o colegio, ambios notorios en el rendimiento escolar, escasez de amigos o amigas o edidos extras de dinero.

También se observa falta de interés en organizar actividades con los compañeros y llegar del colegio con la ropa rota, pintada o los útiles estropeados.

Ademéas, el acosado está triste o irritable, tiene síntomas físicos, especialmente antes de ir al colegio o se enferma siempre de lo mismo.

Qué hacer para prevenirlo

Mantener un diálogo fluido con el estudiante.
Hablar sobre la violencia que se ve en la televisión, en juegos de video o de la computadora.
Conocer a los amigos de sus hijos: averigüe qué es lo que hacen, permanezca en contacto con sus padres.
Tener en claro que sobreproteger al hijo es un factor de riesgo, tanto para que se sienta frágil como para que se convierta en víctima.
Fuente: Alejandro Castro, psicopedagogo argentino.

Consecuencias

El maltrato escolar es una forma de violencia que genera daños físicos y psicológicos, que se constituyen en factores negativos para el aprendizaje porque la exposición temprana a la violencia puede tener impacto en la estructura del cerebro que está en proceso de maduración. En el caso de exposición prolongada a la violencia, inclusive como testigo, puede provocar mayor predisposición a sufrir limitaciones sociales, emocionales y cognitivas durante toda la vida, a la obesidad y a adoptar comportamientos de riesgo para la salud, como el uso de sustancias adictivas, tener relaciones sexuales precoces y el consumo de tabaco.

ANÁLISIS

“Somos más punitivos que formadores”

“Vivimos en la cultura de la violencia. Hay padres que nos reclaman porque no castigamos a sus hijos y hay chicos que están acostumbrados a ‘funcionar’ a partir del castigo. Somos más punitivos que formadores”, manifiesta Mendoza, quien trabaja con niños y jóvenes de un colegio de esta ciudad.

“A esta edad (la adolescencia), los pseudo grupos se forman en función de la afinidad, también son chicos que viven dentro de parámetros de violencia como factor común, exigen el mismo comportamiento y socializan repitiendo los estereotipos que conocen.

Provienen de hogares donde los padres son exageradamente pasivos o exageradamente agresivos. Los padres pasivos permiten que sea el hijo quien tome el control de la casa; éste se frustra porque aún no sabe lo que quiere y ese sentimiento genera violencia.

Mientras que los padres agresivos generan hijos que creen que ésa es la única forma de zanjar cualquier situación o de relacionarse efectivamente con los demás.

Al ver que la violencia da poder e intimida, la usan como un instrumento para conseguir lo que quieren. Un caso que llama la atención, aunque no es muy frecuente, es que ahora también se presentan peleas de chicas en el colegio, en secundaria.

Ahora, para controlar esto tenemos una limitante muy seria y es la confidencialidad que se debe guardar para proteger al menor. La nueva ley, al igual que sucede con el Nuevo Código de Procedimiento Penal, está amparando más al agresor que a la víctima.

Por eso tenemos limitaciones severas cuando un estudiante es violento. Lo máximo que podemos hacer es denunciar el hecho a la Defensoría de la Niñez y Adolescencia y esperar por lo que puedan hacer ellos.

Los padres nos reclaman porque mantenemos a los agresores en el colegio, pero no entienden que no podemos hacer otra cosa.
Por ejemplo, está prohibida la expulsión por violencia o por cualquier otra razón. Si surge algún problema y el padre no conoce el nuevo código, lo que se hace es encubrir la expulsión, como un cambio a otro colegio; pero no se puede expulsar a nadie
Nos hemos visto en situaciones en las que cuando quisimos expulsar a un grupo nos interpusieron un amparo constitucional por prohibición del derecho a la educación y una querella por discriminación”.