El pecado del pastor

Personaje muy raro este senador David Sánchez a quien su confesión evangélica no lo hace precisamente temeroso de Dios. De forma militante se ha unido a la arremetida contra la Iglesia Católica orquestada por el propio presidente Evo Morales y la acusa de haber promovido y respaldado los hechos de violencia ocurridos en el curso de la muy agitada aprobación de la Constitución Política del Estado en el cuartel de La Glorieta en Sucre.

image Sin embargo, existen muchos aspectos que el senador Sánchez olvida, al parecer de forma deliberada y no está demás que le refresquemos la memoria que evidentemente la tiene muy frágil o muy selectiva y adecuada a sus intereses políticos.

Sánchez, esos tumultuosos días del 2007 y siendo prefecto de Chuquisaca, se declaró en huelga de hambre en respaldo a la demanda sucrense de la capitalidad aunque su actitud no fue muy consecuente y fue criticada debido a que se la consideró como una jugada política armada desde el propio gobierno.



Ya en las horas cruciales y luego de que se produjo la muerte del abogado Gonzalo Durán, se presentó en La Glorieta donde se reunió con la presidenta de la Asamblea Constituyente, Silvia Lazarte, el vicepresidente de ese organismo, Roberto Aguilar, el ministro de Gobierno, Alfredo Rada y el viceministro de Coordinación Gubernamental, Héctor Arce, para pedirles que se suspendan la deliberaciones.

La sugerencia no fue bien recibida, se lo tildó de traidor y se lo amenazó con duras represalias si es que se salía de la línea determinada en el palacio de gobierno de La Paz. Es claro que no se trataron de simples amenazas ya que su casa fue quemada aunque como era de suponerse este hecho fue atribuido por el gobierno a los propios sucrenses. Existen más que suficientes indicios, tanto en las palabras como en las actitudes de Sánchez, de que no fue así.

Sánchez abandonó Sucre y fue capturado por la policía y trasladado a La Paz donde estuvo detenido y se sabe que en esas circunstancias recibió un tremendo “carajazo” del entonces ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana. Logró evadirse con la ayuda de algunos pastores evangélicos y protagonizó una cinematográfica fuga hacia el Perú donde por la vía del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) obtuvo asilo político.

Evidentemente no temía las represalias de los sucrenses porque de ser así le bastaba con quedarse en La Paz, donde habría estado protegido por el gobierno. Pero esa no fue la situación sino que estuvo detenido y había la decisión de “ajustarle las clavijas” por su falta de decisión o de pantalones como dijeron algunos masistas en ese momento.

El entonces senador por Podemos, Roger Pinto, quien es de su misma confesión religiosa leyó su renuncia al cargo de prefecto de Chuquisaca, la entregó al presidente Morales y relató, además, los pormenores de su fuga al Perú ayudado por la Iglesia Evangélica.

imageLos chuquisaqueños en una multitudinaria concentración en demanda de la capitalidad plena el año 2007 (foto archivo)

Hay otros aspectos que también debiera recordar el ahora senador Sánchez. En las horas previas a los hechos de violencia, él mismo denunció que “muchos contingentes estaban viniendo de otros lugares” y afirmó que no quería “ser responsable de enfrentamientos”. Casi paralelamente el vicepresidente Álvaro García anunció el envío a Sucre de “por lo menos 100 mil campesinos”. No se puede pasar por alto que en días previos en Achacachi, donde era alcalde el actual senador Eugenio Rojas, se degolló a dos perros como un anticipo de lo que pasaría a los sucrenses y a los líderes de oposición de la llamada “medialuna”.

Posteriormente, cuando las aguas se calmaron, el MAS lo volvió a acoger luego de un sentido acto de contrición ante el propio Evo quien le recomendó que no lo vuelva a hacer. Se lo incluyó nuevamente en las listas de candidatos y fue elegido senador porque la jerarquía masista no quería ponerse al frente también a los evangelistas.

Entonces, “no se puede entender” como diría Evo Morales, que el senador Sánchez, habiendo sido testigo directo de los acontecimientos y víctima de las acciones gubernamentales, se atreva a decir con un cinismo que espanta que la Iglesia Católica promovió los hechos de violencia. Habría que recordarle al senador evangelista que la mentira es uno de los pecados capitales.