Dos visiones de Bolivia

manfredo_kempff_3Manfredo Kempff Suárez

Cuando el presidente Evo Morales llegue, en este mes de enero, a su primer año de gobierno de su segundo período constitucional, encontrará a una Bolivia dividida entre quienes apoyan al estrambótico Estado Plurinacional y quienes continúan leales a la República. Esta división – quede en claro – no es entre occidente y oriente; el país no está dividido a muerte entre “nacionales” y “republicanos” como en la Guerra Civil española, no. Está dividido entre quienes creen en el “cambio” de las 36 naciones y los 36 idiomas amontonados en la Constitución bajo la égida aimara, y entre los que ven en ese “cambio” una aventura peligrosa, chabacana, donde anidan los racistas, los pícaros y los sinvergüenzas.

Este gobierno del MAS es abiertamente totalitario y S.E. anuncia vientos huracanados que nos llevarían a una dictadura, dizque, basada en el socialismo del siglo XXI. Ha dicho S.E. hace pocos días que piensa quedarse en el poder durante muchos años y eso no extraña a nadie – ni a sus colegas mandatarios que hacen la vista gorda – porque los pasos hacia la dictadura se están dando matemáticamente con la captura de todos los poderes del Estado y la persecución y encarcelamiento de los opositores que pueden resultar peligrosos al régimen.



Bolivia no es una nación masista como se la quiere hacer ver. Ni los porcentajes electorales que obtuvo Evo Morales hace tiempo, la señalan como a un país masista. La votación y los apoyos están perfectamente divididos y lo que se refleja es la existencia de un mando unipolar, fuerte, implacable, con fantasías totalitarias, contra una oposición dispersa, necesitada de liderazgo y acobardada por fiscales y jueces afectos al oficialismo que no le dan tregua.

El “gasolinazo” navideño nos ha hecho ver esa realidad. Ha mostrado profundas grietas en la sociedad boliviana. El “gasolinazo” – palabra que encantaba al MAS y que ahora abomina – ha señalado grandes falencias en el poder. Una, que S.E. abandona el barco en cuando se cierne la tormenta, es decir que busca pretextos para irse de Bolivia y no dar la cara. Esto porque no puede explicar los acontecimientos que se producen o porque no quiere dañar su imagen que ya está muy alicaída.

Entonces es el Vicepresidente quien tiene que explicar por arte de birlibirloque lo que sucede con determinadas medidas, como fue la del “gasolinazo”. El Vice, que también tiene sus propias ambiciones y sus miedos, explicó con simpleza llegada a la inocencia el “gasolinazo” como “nivelación de precios”, pero luego se hizo humo, no habló más. Apareció, entonces, S.E. con su alocución del miércoles pasado que no pudo ser más pobre. Como siempre, S.E. no resistió a la tentación de citar anécdotas insulsas que no corresponden a su investidura, como que el contrabando del diesel y la gasolina se hacía en mamaderas y termos y que la corrida bancaria de ese mismo día miércoles se debió a que una muchedumbre había querido retirar dinero para festejar su Año Nuevo. Como chiste cruel entre amigos masistas está bien, pero no para un mensaje a una nación agredida.

Existe una innegable pérdida de confianza en el gobierno de Evo Morales. S. E. no da la talla para pretender un tercer mandato. En la actual conducción se ha puesto en evidencia no sólo la falta de conocimiento en los asuntos del Estado, su ineficiencia administrativa, sino que también ha asomado el feo rostro de la corrupción que fue el estigma de los anteriores gobiernos y el justificativo para zurrar a los neoliberales. Quienes gobiernan ahora no son menos corruptos y todo se puede resumir en el solo hecho de la adquisición del avión presidencial. El carísimo Falcon no era salido de fábrica y se lo compró sin licitación. A Joaquino lo tumbaron y encarcelaron por cuatro cachivaches que continúan en uso y su costo no era ni la vigésima parte de la del lujoso avión. ¡Cuidado con las comisiones de los 300 millones de U$ del satélite chino!

En suma, las cosas no le sonríen tanto a S.E. en este inicio de año. El tiro en el ala que ha producido el “gasolinazo” no le permitirá volar muy lejos. A esto se agrega el repudio que produce su permanente acoso judicial a sus adversarios, ese escamoteo vil de gobernaciones y municipios. Además de que se ha hecho de un enemigo muy peligroso al haber echado del gobierno y humillado a los “sin miedo” que eran parte importante de su engranaje. Puede que, asimismo, los colaboracionistas cambas pongan sus barbas en remojo y también su cabellera.

En política exterior muestra que S.E. está perdido entre ayatolás y tiranuelos caribeños. Que negociaba bagatelas con Chile y que sus amores con la señora Bachelet eran muy poco correspondidos, sin llegar al “beso de la muerte”, menos mal. Como final de año, Cancún resultó ser la peor goleada que recibió la diplomacia boliviana, donde quedamos solos frente al mundo entero, pero dignos y soberanos, según el dañino y aturdido Pablo Solón, fanático embajador del pachamamismo.

En esas circunstancias, ¿alguien se puede extrañar que S.E. haya sido tan generoso con las Fuerzas Armadas y la Policía a la hora de aumentar sueldos? ¿Acaso no se ha volcado enteramente a sus pretorianos mercenarios el emperador inca?