Despotismo ilustrado

agl agl Un gobernante que habla de la oposición como “tonta y salvaje” no muestra un talante muy democrático que digamos, precisamente. Eso, aquí en Bolivia o en cualquier parte del mundo. De hecho, si a Rodríguez Zapatero, Dilma Rousseff o Barack Obama se les ocurriera despacharse una frase de ese calibre, las críticas lloverían sobre sus cabezas hasta del interior de sus propios partidos.

El horribilis dictus pertenece al vicepresidente Álvaro García Linera, que en la consabida entrevista “infernal” del viernes dejó traslucir una vez más su veta de converso sin fe a la democracia, entre los pliegues de su discurso ilustrado y estudiada pose de izquierda caviar.

Entre otras perlas, el vice pintó una realidad inexistente al decir que los medios de comunicación estatales “incluyen la visión de la oposición y hasta una tercera visión”, y distorsionó la verdad sobre su objetivo político de fondo, afirmando que es simplemente “el gobierno de los indígenas”, cuando todos sus escritos señalan con claridad el horizonte comunista del proyecto.



En declaraciones recientes vertidas en España, García Linera también desarrolló su teoría de las cinco fases del “proceso de cambio”, siendo la primera el despertar de los movimientos sociales, la segunda el ascenso del liderazgo de Evo Morales, la tercera la llegada al gobierno pero no al poder, y la cuarta el desempate e imposición de uno de los bloques en pugna, el momento jacobino de la revolución.

Según el co-mandatario, nos encontraríamos en este momento en la quinta fase, la “industrialización”, aquella que nosotros podríamos definir como el momento estalinista de la revolución, cuando un pequeño grupo de burócratas planificadores iluminados pretende dirigir la economía desde el poder central, tal como se dio -salvando obvias distancias históricas- con los tristemente célebres planes quinquenales de Josef Stalin.

Nos atrevemos a predecir que la mentada “industrialización” será tan ilusoria como autoritaria, combinando proyectos faraónicos y fallidos (ya empezamos a ver algo de esto en las múltiples y deficitarias empresas estatales creadas en los últimos años) con una acción destructiva hacia el sector privado y conflictos territoriales con pueblos indígenas.

Dentro de la constelación de fuerzas que forman el Movimiento Al Socialismo el vicepresidente encarna el ala del despotismo ilustrado, que edulcora el copamiento total del Estado con un discurso eufemístico que busca encubrir los aspectos más brutales de la “revolución democrática y cultural”, aquellos que afloran con menos diplomacia en los senadores chutócratas y en las reiteradas evadas presidenciales…

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