El oro del micomandante

Álvaro Riveros Tejada

riveros_thumb Con una pertinacia intolerable el mandatario venezolano ha venido machacando su temor por un posible embargo por parte de los EE.UU. de las reservas de oro físico que Venezuela tiene depositadas en varios bancos de Norteamérica, Europa y Canadá. Ese recelo ha ocasionado que se decrete la repatriación inmediata de dichas reservas y su depósito, sin que genere interés alguno, en las bóvedas del Banco Central de Venezuela.

Se supone que tal desazón obedece a una fundada sospecha que alberga el autócrata, de que alguno de sus estropicios amerita semejante penalidad de parte de los gringos. Que sepamos, dicha medida la han aplicado recientemente a países como Libia, Irán, Siria y otros, por sus comprobadas contravenciones contra los derechos humanos y una manifiesta complicidad con el terrorismo y el narcotráfico.



Fuentes dignas de crédito han manifestado que, con la esperanza de huir del acucioso control norteamericano, centenares de millones de petrodólares y narcodólares han ido a parar a Trípoli, empero, la repentina decisión de la ONU de derrocar a Gadafi, seguida de una feroz arremetida bélica que aún continúa y el congelamiento de las cuentas de Libia, habrían hecho desaparecer todo vestigio de ese dinero, siguiendo el viejo adagio que reza: “Lo mal habido se lo lleva el diablo”. Fue entonces cuando el teniente coronel, en su único rapto de patriotismo, empezó a tematizar con el regreso de las 120 toneladas de oro que tiene su país en el exterior, con un valor que ronda los 6900 millones de dólares, y ponerlas a buen recaudo, aún sacrificando la ganancia por intereses, como fue señalado.

Lo sintomático del caso es que este frenético movimiento bancario es realizado a escasos 15 días de verificarse en Miami el juicio al Gral. René Sanabria, ex Zar antidroga de Bolivia, cuyo apresamiento coincidió con el inicio de los infortunios del militar. Convergió con dicha detención la captura en Colombia del narcotraficante Walid Makled, ex socio e importante funcionario del gobierno de Chávez; su súbita visita a Bolivia, donde “fallas técnicas” en su avión le obligaron a permanecer en el Chapare más tiempo del programado; el imprevisto “ataque de cáncer” cuyo diagnóstico sólo fue certificado por el Dr. Fidel Castro y su hermano y finalmente, la caída sistemática de sus aliados árabes.

Trascendidos de la fiscalía de Miami han hecho saber que Sanabria, acogiéndose al programa federal de protección de testigos administrado por el departamento de justicia de los EE.UU. y operado por el servicio de alguaciles de ese país, habría involucrado a cerca de 64 personas en sus descargos, los que la fiscalía ha considerado útiles y relevantes para aminorar su pena y desarticular toda una red criminal a escala continental. Entonces, resulta fácil colegir la causa de tan histéricas operaciones bancarias dirigidas a ejercitar una terapia que se anticipe a la enfermedad, por un lado, y por el otro, a esconder el oro del micomandante.