Venden esqueletos hasta en 400 dólares

Robos. El tráfico de huesos humanos está en alza y la demanda la promueven estudiantes de Medicina de las universidades. La profanación de tumbas afecta sobre todo a los cementerios de la periferia.

image

Custodia. El guardia de seguridad del campo santo Palmar Viruez (atrás de la Ciudad de la Alegría) exhibe una tumba que fue profanada hace pocos días.



El Deber, Santa Cruz, Bolivia

Los perros están ladrando, aúllan, no dejan dormir. Son las 2:15 de la madrugada y el quejido lastimero de esta jauría está avisando a Mijael que otra vez han venido esos hombres de la vagoneta gris a llevarse los huesos de algunos de los muertos del cementerio del barrio Campo Rosa, encajonado entre la carretera de la doble vía a La Guardia y el km 6 ½.

La vagoneta está fuera de este panteón, sin muros y sin guardias. “Eran profanadores de tumbas y vienen cada vez para llevarse esqueletos y venderlos a estudiantes de medicina”, da cuenta Mijael al día siguiente, apenado, porque los huesos que se roban son de vecinos a los que sus familias no pudieron llevar a enterrar a un lugar seguro. Esto sucede en un vecindario cercano al barrio El Bajío, lugar donde hay un cementerio barrial que fue saqueado cuatro días antes.

A él le da miedo que los profanadores se las tomen en contra suya, así que tampoco le gusta hablar mucho del tema. En el cementerio, la mayoría de las sepulturas rústicas está agujereada, abierta a las malas. Quedan apenas algunos féretros rajados y basura. Es un cementerio echado al olvido.

Algo muy parecido se encuentra luego, al visitar los campos santos del Palmar Viruez (atrás de la Ciudad de la Alegría), Palmar del Oratorio y Urkupiña (Plan 3000). Los cuatro cementerios están ubicados fuera del octavo anillo, en la periferia, verdaderos cinturones de pobreza donde no llegan todos los servicios, donde los vecinos viven en casitas apenas levantadas, casi en un ámbito rural; donde el brazo del Estado apenas llega.

De acuerdo con José Canudas, oficial mayor de Defensa Ciudadana, en la ciudad hay 17 cementerios municipales, más nueve privados, clandestinos, dice él, en pleno proceso de regularización bajo la tutela de la Alcaldía. Los demás cementerios no pueden ser ni embardados ni custodiados por la Guardia Municipal, dado que son de propiedad privada.

Por la lejanía, muy pocas veces llega la Policía. 

Simona Ríos vive con sus hijos y nietos en una casita modesta de dos piezas, sin bardas, ubicada en el Palmar del Oratorio. Hace 14 años enterró a su esposo en el cementerio Toco, al frente de su hogar. Este campo santo es vecinal y es él único que hay por esta zona, que más parece una campiña rural. Un par de meses atrás, unos profanadores sortearon la malla olímpica del cementerio, rajaron el nicho de su compañero y lo desaparecieron.“Me han hecho sufrir, ¿quién me devuelve los huesitos de mi Julio?”, se lamenta.

Demetrio López, su vecino, que además es el encargado de este recinto, considera que estos hechos son un ultraje. Más aún al saber que alguien ha abierto otra vez la malla olímpica que protege el lugar y que cualquier noche pueden volver a robarse los huesos de sus vecinos. “¿Cómo se sentiría si le roban los restos de su padre?”.

La otra cara de esta historia está a la vista en las universidades. En la ciudad hay al menos cinco universidades que imparten la carrera de Medicina: la estatal y cuatro privadas. Allí las autoridades académicas niegan que se les pida a los estudiantes la adquisición de piezas óseas reales. Cada una de ellas informa que dispone de una osteoteca (archivo de huesos) que se abastece anualmente con piezas (cadáveres) traídas legalmente de la morgue del hospital San Juan de Dios. Cada ‘U’ recibe en promedio cerca de 10 cadáveres sin nombre y que nadie reclamó en la morgue, generalmente indigentes fallecidos en épocas de frío.

Sin embargo, los estudiantes se manejan de otra manera: “Me vendieron un cráneo en $us 50”, dice Manuel (nombre ficticio), un universitario que explica cómo funciona el ‘negocio’. Él cuenta que cuando le tocó estudiar la materia de anatomía se compró un craneo, como quien compra un libro, porque la osteoteca de la ‘U’ no siempre abastece.

Manuel asegura que los estudiantes de los primeros semestres son los que compran los huesos que ofrecen personas ajenas a la universidad.

Luego estos los revenden y así da vueltas el comercio del mercado negro de huesos. “Un esqueleto completo y ‘nuevito’ puede costarte entre $us 150 y $us 400”, asegura Analía (nombre ficticio) otra estudiante.

“Si hablas con acento portugués te piden el doble”, dice Harold (nombre ficticio), para explicar que a los estudiantes brasileños se les cobra más.

Ronny Colanzi, jefe de carrera de Medicina de la Universidad Católica Boliviana, afirma que su institución ha prohibido a sus estudiantes (1.200 alumnos) comprar piezas, por el problema ético y legal que esto supone y porque con las osteotecas y los nuevos softwares de estudios los restos ya no son necesarios, pero cree que hay una ‘fascinación’ por el estudio de restos humanos reales -casi un fetiche- entre los estudiantes de los primeros años.

Marco Antonio Quiroga, jefe de Medicina de la Udabol, también dice que hay normas internas que prohíben a sus estudiantes (3.500 alumnos) estas prácticas, pero admite  que  “igual que en todas las universidades, aparecen letreros ofreciendo huesos”. 

Al fiscal de distrito, Isabelino Gómez, el tema le inquieta. Sobre todo porque cree que hay muchas denuncias. “Tendremos que actuar de oficio”, dice.

Si bien el Código Penal no sanciona la profanación de tumbas, él cree que el municipio, la Policía y la Fiscalía deben actuar por los delitos de robo, allanamiento e inseguridad.

Se ofertan cráneos y esqueletos en la Internet y en las facultades

“En la universidad pública no permitimos ni siquiera que se peguen anuncios de compra y venta de piezas óseas”, dice, con tono categórico, Rodolfo Quezada, jefe de la carrera de Medicina de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (Uagrm). Pero algunos estudiantes de esa universidad aseguran que hay quienes se dan modos para acceder al mercado negro de huesos humanos.

En otras universidades visitadas por EL DEBER se pudo evidenciar la existencia de una suerte de ‘avisos clasificados’ en las paredes de las facultades de Medicina, en los que se ven anuncios que ofrecen cráneos y esqueletos (ver fotografía).

Lo mismo en la Internet. Solo basta escribir en un buscador, como el de Google, la expresión “venta de esqueletos en Santa Cruz” para identificar ofertas, direcciones, teléfonos y correos de vendedores.

“Unas chicas de la ‘U’ acaban de pegar este aviso, de repente te sirve”, dice un estudiante de Odontología de una privada, que cree que el que le habla es un estudiante de anatomía. Es jueves por la mañana y este guía conduce hasta la pizarra de avisos que tiene el laboratorio de Ciencias de la Salud de esta casa de estudios, donde se luce un letrero que ofrece un cráneo desarticulado. Hay un número de referencia al que se puede  llamar.

Una chica, de 19 años contesta el teléfono y dice: “El cráneo está en buenas condiciones, está limpio y barnizado. Cuesta Bs 1.000, pero si usted está interesado se lo doy hasta en Bs 900”.

Marco Antonio Quiroga, jefe de carrera de Medicina de la Udabol, admite que en las universidades existe este comercio irregular de  restos óseos, pero asegura que la política de la Udabol lo prohíbe. “Nosotros retiramos los anuncios que identificamos y contactamos con los responsables de los anuncios”, sostiene.

Ronny Colanzi, jefe de Medicina de la UCB, asegura que no se ha identificado esos casos entre estudiantes de su institución, pero de haber, “esas son conductas de iniciativa individual, de cada estudiante, ajenas a la filosofía de la institución”.

La dirección de Relaciones Públicas de la Ucebol niega que sus estudiantes tengan relación alguna con este tipo de conductas, a las que se califica como delitos e infracciones que atentan contra la memoria y la moral de la ciudadanía.

Falla el control público

Dr. Rafael Vargas   Médico del Instituto Forense

Este tema es de vieja data. Desde hace muchos años algunos docentes de las carreras de Ciencias de la Salud piden a los alumnos, sobre todo a los de primeros semestres, que se consigan piezas óseas para hacer un repaso práctico de las enseñanzas que hay en los textos de anatomía.

El problema, en general, tiene que ver con la falta de control de los cementerios, más que con los estudiantes. Hay un Ministerio Público, una Policía, una Alcaldía que pueden actuar protegiendo los campos santos. Pero no siempre es así. Muchas veces lo que falla es el control público.

Generalmente, los blancos de profanación de tumbas son los cementerios vecinales, considerados privados o clandestinos. Por las condiciones, no siempre llegan las autoridades a custodiar esos recintos.

Ahora bien, ya no existe tanta necesidad de estudiar con piezas reales. Cada universidad tiene su anfiteatro y su osteoteca, que son los lugares adecuados para el estudio de anatomía. Pero bueno, tampoco se le puede exigir ética profesional a los estudiantes de Medicina, pues aún no son profesionales.

Las cifras   

17

Cementerios municipales en total. Los mismos que en su mayoría están ubicados dentro del sexto anillo de Santa Cruz.

50

Dólares es el precio de un cráneo humano. El costo sube para los estudiantes brasileños. Su adquisición es considerada antiética.

600

Estudiantes de Medicina tiene la Uagrm. Frente a los 1.200 de la UCB y 3.500 de la Udabol.

La Morgue    

A fin de año, las universidades cruceñas que dictan la carrera de Medicina presentan un requerimiento a la Fiscalía para acceder a las ‘piezas’ (cadáveres), que llegan a la morgue y que no han sido reclamadas luego de tres meses.

Cada universidad recibe entre 6 y 10 ‘piezas’ anualmente. De allí se estudian tejido y órganos, y luego se recuperan los huesos para la osteoteca.

Los restos orgánicos de los cadáveres son devueltos a la morgue para que sean incinerados. Las universidades contribuyen con reactivos.